martes, febrero 28, 2006

Todo perro tiene su día V (El enigma de Humboldt)

La casa tiene jardín delantero,
cosa rara en la calle Humboldt.
(en Simulacros, de Julio Cortázar)

El funk ha tenido buenas y malas épocas, excelentes y pésimas bandas. Las ridiculeces sonoras de Funkadelic y George Clinton no me interesan, nunca me interesaron (quién sabe, tal vez en vivo habrán sido sensacionales). En cambio, el James Brown de los sesenta sigue fresco y delicioso. Por otro lado, las incursiones de Zappa en el género han de ser cautelosamente tomadas como citas y homenajes, geniales siempre, y no como formas personales de expresión (la única forma personal de expresión en Zappa es Zappa mismo, como bien me dijo alguna vez –aunque con otras palabras- mi querido José Luis Sánchez, Josefáin).

Lo cierto es que la sección de vientos en Titties & Beer es con la que deseo despedirme de este mundo.

Luego, por ahí andan bellezas de Kool and The Gang, de Sly and the Family Stone y del mismo Stevie Wonder. En cambio, el tratamiento que Red Hot Chilli Peppers da a al funk, digamos que me causa gracia… pero nada más. Jamiroquai y Lenny Kravitz terminaron por aburrirme. Por otro lado, podría pasarme horas y horas escuchando en vivo a AKA, la banda de Fernando Ruiz. ¿Se imaginan si Vieja Estación contara con los metales de AKA para echarse Sin tratos? Creo que Ruta 61 estallaría de gozo.

SIN TRATOS
UTA MADRE LEVEL: CINCO ESTRELLAS

Porque Sin tratos tiene la fuerza para convertirse en un clásico de… ¿Cómo llamarlo? ¡Bah, no importan las clasificaciones!

La guitarra de Santiago abre las pesadas y enjoyadas puertas del Palacio del Funk; Mauro, José Luis e Ignacio subrayan el primer tiempo del tercer compás; al cuarto, el pandero de Ignacio anuncia la voz del Polaco, y un instante después del quejido de Ezequiel, nos descubrimos envueltos en espasmos que poco a poco se convierten, por la precisión y fuerza de Nacho, en una danza difícil de detener o controlar.

Si en Hacia dónde voy, el Polaco andaba casi desnudo, cubierto apenas por una piel de camello, ahora viste un hermoso traje tornasolado y se halla parado en una plataforma iluminada y cubierta de hielo seco, que lo transforma en una especie de soul preacher; la plataforma asciende hidráulicamente hasta poner al Polaco a la altura del resto de la banda, para sentenciar:

Todo perro tiene su día, y el mío es hoy.
Todo perro tiene su día, y el mío es hoy.
No hagamos tratos, que así está mejor.

La pieza casi vuelve a comenzar, para dar paso a la segunda estrofa:

Dame lo que es mío, y no pidas más perdón.
Dame lo que es mío, y no pidas más perdón.
¿Sabés que el último que ríe es el que lo hace mejor?

Hasta aquí, el Polaco tiene atrás a Jeff Beck en la guitarra, Tim Bogart en el bajo, Carmine Apice en la batería y a Jan Hammer en los teclados. Quiero decir, cierro los ojos y eso es lo que escucho. Si alguien no está de acuerdo, que haga su propio blog y describa sus propios sueños.

Luego, la banda se suelta el pelo para que el Polaco cante el quid del asunto: De nuevo, como en Hacia dónde voy, Ezequiel se vuelve el insumiso de siempre, el que no da su brazo a torcer, vertical e intransigente, al grado del prejuicio y la fatalidad:

Sabés bien lo que va a pasar.
Todo esto, todo esto me cansó.
Sabés bien lo que ahora va a pasar.
Todo esto, todo esto se acabó.

Escuchen el solo de Santiago, y van a comprobar que Jeff Beck está más que presente. Aunque sé que Tomy no lo pensó así, hay cosas que se pegan sin que uno lo note.

Por último, en la estrofa que cierra la canción, aparece el verso que a quienes no conocemos Buenos Aires puede parecernos críptico:

No quieras engañarme…
Para Humboldt ya me voy.

Expliquémosla: Humboldt es una calle en el barrio de Palermo, que corre paralela a la avenida Juan B. Justo, una arteria kilométrica bajo la cual fluye el caudal del arroyo Maldonado. Julio Cortázar tiene un cuento corto, Simulacros (dentro de Historias de Cronopios y Famas) que sucede, precisamente, en Humboldt. Y ahora, Vieja Estación menciona la calle, porque en ella se encuentra (o se encontraba) el lugar donde la banda grabó, a principios del siglo, su primer disco, el estudio de un amigo íntimo, Fabio Desimone. ¿Y no podría Fabio, a propósito, contarnos cómo fueron esos días? ¿Por qué el Polaco amenaza, en la canción, con irse a cobijar a esa casa legendaria? ¿Qué había en ella que su sola mención nos recuerda la advertencia conyugal de todos conocida? ¡Pues me voy a casa de mi madre! ¿Fue el estudio de Fabio reducto de rebeldes, Casa de Toby y resguardo de amantes mal tratados? ¿Fue Fabio una especie de Madre Nutricia que escondía a amantes delincuentes? Mientras recibimos alguna pista, alguna respuesta satisfactoria, volvamos a escuchar Sin tratos, porque, a fin de cuentas, con toda ella podríamos descrifrar el Enigma de Humboldt.

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