miércoles, febrero 08, 2006

Escribe Iván Lombardo.

Como en este blog pueden escucharse todos los teclados, he publicado en distintos momentos las palabras de otras personas. No hace mucho, por ejemplo, pudimos leer aquí a nuestra querida Marie. Hoy, por segunda vez, Iván Lombardo nos regala sus pensamientos.

Para darle cierta variedad a El blues de la estufa divina, trataré siempre de conservar el estilo particular de los colaboradores: su sintaxis, sus vocabulario, sus figuras retóricas, etcétera. Sólo me meto, pues, con la ortografía.

Dejo con ustedes, entonces, a Iván Lombardo, exintegrante de Las Señoritas de Aviñón.

Nota: La imagen que aquí aparece de Billy Branch es un trabajo conjunto de Fernando Nielli y La Tía Juanita.

Querido Agustín:

Hablé anoche con el Rey Abejorro (Lalo Serrano), quien me comentó algunos incidentes que se han desarrollado con las cucarachas y que tienen a la comunidad ruteña algo (muy) molesta.

Aquí sí quisiera encontrar la coda para entrar en una polémica y expresar mis observaciones ante tal conducta (y dejo mi primera brisnada), puesto que consiente de lo que un instrumento, aparentemente tan inofensivo puede causar.

Creo que existe una muy mala educación (de entrada) de parte de los que como yo en algún momento deciden que su camino va por la armónica. Bien dicen los críticos que con la armónica, con tres notas, puedes impresionar al respetable. Sí, efectivamente, tienen razón; pero creo que el punto va más allá, y entonces hay que remontar hasta grados de inconciencia tal que nos obligan necesariamente a reprender a la comunidad armoniquera en su totalidad (¡viva Stalin!).

El asunto no es tocar la armónica, cualquiera puede hacer un rif, toda una escala, un trémolo (hoy y aquí, me refiero al estilo nacional) abusado de sobremanera, algunos chuncks y algo de snorring; eso es relativamente fácil (hasta yo pude). El problema es cómo y cuándo tocarlos, cómo entrar y cuando salir.

Un armoniquista nunca debe tocar durante el solo de requinto. La mayoría de los compas lo hace. No se debe solicitar permiso para subir al escenario, a menos de que se tenga un mínimo de relación con la banda que toca, y se debe estar consiente del tipo de concierto al que se asiste (ahí aplica a cualquier instrumento). De la banda o el músico de que se trate, dependerá la respuesta. No hay que ofenderse si lo mandan a uno por un tubo. Y más importante sobre este punto hay que entender cuándo hay que bajarse, ¡Coño, hay que bajarse!

Las vueltas, a menos de que se tenga una condición reconocida de virtuoso, sólo deben hacerse en su mínima expresión. O sea: una y ya; la segunda, en general solicitada por los mismos músicos, es generalmente un fiasco (ni modo los he visto casi con todos).

¡Ah! Y en eso de lanzarse al ruedo, aquí no aplican los mismos criterios de American Idol (mi mamá me dijo o mi novia dice o mis cuates, que son un chin…) pa' la armónica.

Y quisiera cerrar esta primera disertación con algunas premisas (ya me cansé y me batí)

La armónica se toca en la justa relación precio-instumento: cuesta poco, es un instrumento modesto; se debe tocar poco, pero bien (bueno, hay que aclara que hay que practicar mucho más, por lo mismo; eso es inversamente proporcional).

La armónica se debe tocar con gusto, así sea un blues más triste (ya'know wath I mean); si no, pasa de triste a patético. Y debe provocar lo mismo (sobretodo a los de la banda).

Si seguimos bien la lección, obra magistral a cargo de La Vieja Estación, haciendo de grupo de backup (cosa muy difícil que habrá que abundar en siguiente disertaciones), diré para cerrar, que la armónica es un instrumento (curiosamente) de backup y sólo debe ceñirse a ello. Acompañar en momentos (sólo momentos muy precisos), adornar, colorear con un mínimo elemento la interpretación de otros. Si no es así, entonces estamos hablando de Billy Branch (bueno hay dos o tres glorias nacionales que hacen la excepción).
Mi querido Agustín, ya me voy antes de que me vayan en esta oficina, no sin antes abrazarte y mandarte desde la lejanía del retiro que como ex-armoniquista me autoimpuse (mucho debido a las razones mencionadas) un saludo muy bluesero y muy séntido, lleno de camaradería.

atte.

Iván
a.k.a
Middlewalter Lombardo (eso me lo puso el bate de La Piedad)

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