martes, noviembre 20, 2007

¡Canned Heat en Ruta 61!

Boogie da cámera y Boogie da chiesa

Ya se cumplieron 31 años desde aquel día en que, con apenas veinte o veintún años de edad, hambrientos de música viva y héroes galáticos, asistimos al Teatro del Ferrocarrilero para escuchar a Canned Heat (dos años antes, en ese mismo recinto, vimos y escuchamos a Chuck Berry divertirse con sus propias canciones, que ya entonces eran para nosotros modelos rítmicos y melódicos, himnos paradigmáticos: Roll over Beethoven, Sweet Little Sixteen, Carol, Memphis, Rock ‘n roll Music, Maybellene, Johnny B. Goode; vivimos a un Chuck Berry de 48 años, ataviado con camisa floreada y pantalón color amarillo canario, enorme y en plenitud de facultades: descuidado, irresponsable, encantador, juguetón, momentáneamente desafinado, fuera de ritmo a veces).

Con Canned Heat quisimos acercarnos a otra de las formas rústicas del rock ‘n roll, y quienes asistimos quedamos satisfechos y complacidos por la fuerza rítmica de la banda, entonces aún conformada por Bob Hite, Fito de la Parra y Henry Vestine (no logro acordarme, pero si me fío de la formación de 1973, debieron haber estado, además de los mencionados, James Shine, Ed Beyer y Richard Hite, este último hermano de Bob).

¡Cómo no estar presentes ese 26 de octubre de 1976, si nuestra adolescencia, entonces inconclusa, olía a Delicados Ovalados, sabía a piel de colegiala y sonaba a Boogie Refrito!

En 1976, algunos iniciábamos ya nuestra tercera década en este planeta, y viendo brotar en nuestra conciencia el interés por la historia en curso, así como la indignación y la rabia por la injusticia, la barbarie y el terrorismo de estado; por la desigualdad y la aberrante concentración de la riqueza en manos de unos cuantos; por el cinismo y la hipocresía de los poderosos. Ese año, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos -asesino y cobarde, como casi siempre- hizo explotar en el aire un Douglas DC-8, correspondiente al vuelo 455 de Cubana de Aviación (el atentado provocó la muerte de 73 pasajeros). Unos meses antes, los militares argentinos instauraron una dictadura que duraría siete años y que, con la dictadura chilena, se convertiría en uno de los rostros más visibles del enemigo a vencer (quienes comenzábamos la universidad no desconocíamos lo que sucedía en Brasil, en Nicaragua y en otras partes de Latinoamérica; sin embargo, Chile y Argentina ocupaban el punto central de nuestra atención).

Ese mismo año, aparece uno de los mejores discos que he escuchado en mi corta vida, Wired, de Jeff Beck, con el Jan Hammer Group. Asimismo, llegan a nuestras colecciones de elepés Zoot Allures (Zappa), Radio Ethiopia (Patti Smith), el excelentísimo 801 en vivo (Phil Manzanera, Brian Eno et al) y Tales of Mistery and Imagination, el único álbum que me gusta de The Alan Parson Project.

En esos días murió gente a la que ya comenzábamos a admirar profundamente: Luchino Visconti, José Lezama Lima y Raymond Queneau (de este último, es indispensable leer Las flores azules), y Chico Buarque lanzó Meus caros amigos, álbum cimero que contiene, entre otras joyas, Olhos nos olhos (esta canción me serviría, veintiséis años después, para sobrellevar el dolor del abandono -la reiteración de la huella del abandono, como diría mi querida amiga y terapeuta Cecilia García-Robles). Al mismo año pertenecen dos acontecimientos más: la separación definitiva de Ike y Tina Turner, y el concierto de despedida de The Band, filmado espléndidamente por Martin Scorsese (The Last Waltz).

Sean los recuerdos que sean, venga a nuestra memoria lo que venga, lo cierto es que, si en 1976 gozamos el boogie en teatro de grandes dimensiones (el Ferrocarrilero), esta vez (jueves 22 y domingo 25 de noviembre) sabremos lo que es en realidad el calor enlatado, Boogie de Cámara en Ruta 61, con un verdadero ícono: Canned Heat.
Semblanza de una leyenda

Fue en 1966 cuando, inspirados en una canción de Tommy Jonhson (Canned Heat Blues), Alan Blind Owl Wilson y Bob The Bear Hite fundaron la hoy legendaria agrupación Canned Heat. Tanto Wilson como Hite eran devotos coleccionistas de blues, y a ellos se unieron Larry La Mole Taylor (experimentado músico de sesión que había tocado con Jerry Lee Lewis), Adolfo Fito de la Parra (quien venía de haber tocado con músicos de la talla de T-Bone Walker y Etta James) y Henry The Sunflower Vestine, otro ferviente coleccionista del género. La participación en el segundo día del Monterey Pop Festival (sábado 17 de junio de 1967) y en el segundo día del primer Woodstock (sábado 16 de agosto de 1969) dio a la banda, de manera casi inmediatamente, un número considerable de seguidores, no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero (de cualquier manera, Al Wilson ya era conocido como el armonicista de Father of Folk Blues, el disco que Son House grabó en 1965).

La singular mezcla de blues eléctrico, rock y boggie ha convertido a Canned Heat en una banda de culto, y varias de sus piezas (On the road again y Let’s work together, entre otras) se convirtieron en su momento en himnos de una generación. Por otro lado, son memorables sus colaboraciones con John Mayall, Little Richard y John Lee Hooker (cómo olvidar el álbum doble Hooker 'n Heat de 1971).

La muerte de Alan Wilson en 1970 provocó la necesaria recomposición de la banda, cuyos cambios de formación fueron una constante durante los siguientes veinte años (Bob Hite muere en 1981, y en 1997 fallece Henry Vestine). Pero Canned Heat sobrevive y cuenta con el aliento de toda una vida. De hecho, la crítica especializada y el público mismo aseguran que la alineación actual no sólo ha sabido mantener la gracia de los orígenes sino que, además, cuenta con la fuerza indispensable como para que todos afirmemos, sin lugar a dudas, que estamos ante el mejor Canned Heat que podría escucharse en la historia.

Las entradas para ver y escuchar el jueves 22 de noviembre a Canned Heat en Ruta 61, están agotadas. Sin embargo y por eso mismo, se ha abierto una segunda fecha: domingo 25 de noviembre.

¿El Festival de Blues en Ruta 61?

Esta semana, como muchas de las anteriores, será bondadosa en Ruta 61. Si el jueves y el domingo te damos un platillo fuereño (Canned Heat), el viernes se cocina en casa y comes igual de caliente: Vieja Estación y Las Señoritas de Aviñón, nuestro clásico de clásicos, nuestra noche materna, nuestra velada interior, nuestra garantía de calidad y buen blues.

Pero la cosa no termina ahí, porque el sábado -después de disfrutar de Claudia de la Concha y El Perro Andablues- podría darse, como por arte de magia, una festín de estrellas (como aquellos dos opíparos banquetes vividos en noviembre del año pasado): es muy probable que, terminada su presentación en el XI Festival de Blues, los músicos decidan viajar de Puebla a la Ciudad de México, para encontrarse en Ruta 61 y terminar la noche en una jam session memorable. ¿Puedes imaginarlo? Juntos, cerca de ti, listos para el blues sin condiciones: Peaches Staten, Mud Morganfield (primogénito de Muddy Waters), Guitar Shorty, Dave Specter, Sharon Lewis, Katherine Davis, Willie Big Eyes Smith, Mojo Buford...

Tú sabrás...

Ruta 61, Baja California 281, Colonia Hipódromo Condesa, entre Culiacán y Nuevo León, a dos cuadras del Metro Chilpancingo. Reservaciones: 5256 0667 y 5211 7602, eduardo@ruta61.com (cover de jueves y domingo: 400 pesos; viernes: 60 pesos; sábado: 100 pesos).

viernes, noviembre 09, 2007

Florilegio de alborotos VIII (primera parte)

Cuando los sueños se vuelven música...
Claudia de la Coquille y El Perro Andablues
Jueves 15 de noviembre
Ruta 61


Esta semana se celebra en Ruta 61 la Segunda Muestra Pentafónica de Blues Local, con la participación de cinco bandas despampanantes: Claudia de la Concha y El Perro Andablues, en versión acústica (jueves 15); Vieja Estación y Las Señoritas de Aviñón, nuestro clásico de clásicos (viernes 16); Larifer y Ruta 61 Blues Band (sábado 17). Y si añadimos el Miércoles de Jam Session, pues entonces resulta que tenemos una semana rica. En mi caso, la cosa se pone mejor porque el jueves ceno con Maricarmen González Tavira, hecho que promete viandas de rechupete, vino tinto y risa sin freno; pero como Maricarmen y yo nos aburrimos muy fácilmente el uno del otro, después del postre nos iremos a lugar de Lalo Serrano para escuchar a nuestra adorada Pelo de Fuego, a quien no le gusta que la llame así (pero esta vez se aguanta).

Es muy probable, a propósito, que el jueves Claudia de la Coquille se eche Mastercard Blues, canción compuesta por dos miembros de Las Blusas (banda de culto) y por la misma ex-Matera. Y si no, pues ya la pediremos un miércoles de paloma zapada.

El Blues de la Estafa Divina

Tiempo soy entre dos eternidades.
Antes de mí la eternidad y luego
de mí, la eternidad…
Carlos Pellicer

Tantos son los hechos y tantas las noticias, que más vale hacer de este nuevo Florilegio de Alborotos un inmenso rosario de misterios. Sin embargo y para tu tranquilidad, lector de corto aliento, déjame decirte que no estás obligado a soplarte toda la entrega de una sola sentada: hazlo en distintas ocasiones y de acuerdo a tu capacidad de concentración, que nada hay en este mundo que merezca consumirse con apuro y con desgano.

Si cuentas con internet en tu dispositivo móvil (un teléfono aerodinámico, una palma posturopédica, una computadora portátil Remington con pilas Ray-O-Vac), te sugiero aprovechar los minutos que ocupas en hacer del cuerpo, porque hay en esta bitácora leguminosa propiedades de laxante y emoliente (eso dicen algunos amigos de corazón sencillo, quienes aseguran que con ciertos pasajes de El Blues de la Estopa Divina se cagan de la risa).

Ilusiones ópticas y milodones

He aquí a Ángel DMayo, guitarrista de Ruta 61 Blues Band, trío al que puedes escuchar, lector sin memoria, el jueves 14 y el sábado 17 de noviembre.

Pero si estás leyendo esto el mero miércoles 14 de noviembre, te aviso que aún tienes tiempo de disfrutar de su música esta misma noche, y gozar, además, de otro música necesaria para el cuerpo y para el alma, la que hacen Las Señoritas de Aviñón, cuyo baterista, Javier García, nos envía un mensaje acerca del gallardete que encabeza esta bitácora.

Traducción a lingua franca:
El drummer Javier García nos postea un mail
acerca del banner de este blog.


Agustín, a nombre de una de las minorías más marginales e ignoradas en este país, la de los abstemios asistentes consuetudinarios al Bar Ruta 61 (que debemos de ser como dos, cuando mucho), evitados por José Luis y su equipo de meseros, al momento de cerrar la cuenta personal (al no colaborar en sus objetivos de venta), vilipendiados por Erick –ahora, por Susana- (al no permitir sumar cantidades significativas), subestimados por Lalo, a la hora de hacer la cuenta del día (por no implicar facturación honrosa), despreciados por la auditoría externa (por no pesar en el asiento contable de activo circulante), utilizados únicamente como elemento decorativo para implicar que el lugar está lleno y con mucho ambiente (no somos borrachos, pero pocos se han dado cuenta), objeto de la conmiseración de los auténticos borrachos y otros géneros similares y conexos; de la incredulidad de los argentinos; y de la desconfianza de todos los demás, rindo un homenaje al autor de la columna El Blues de Estufa Divina por el irrestricto valor, virilidad, personalidad, seguridad en sí mismo y desdén a las críticas, mofas, befas, burlas, escarnios bochinches y pitorreos -de los que seguramente será víctima- al encabezar el blog con una foto tomando refresco, ignorando olímpicamente el whiskey que aparece junto (o, al menos, aparentándolo) y dando, con desdén taurino, la espalda al selecto bar del Ruta-. ¡Eso es tener la mano firme y solidarizarse con las minorías sedientas! (CON CORO DE MARIACHI ABSTEMIO) ¡Sí señor!

Hasta ahí, la Señorita de los Tambores. Ahora, mi respuesta.

Voy a defraudarte, mi querido Javier. La fotografía fue tomada por nuestro bienamado Santiago Espósito, guitarrista de Vieja Estación, y lo que retrata no es más que el breve instante en que tu servilleta prepara a Lalo Serrano su antepenúltima cuba. El Vodka Tomik que le he servido a Santiago no aparece, porque ya está en manos de Su Santidad Tomás II, el Papa del Blues. Por lo que atañe al vaso de whisky, debo confesar que es mío, oh desilusión, mío de mí, un Chivas Regal 12 (lo delata su color ambarino): reposa adormilado, como el mastín de Las Meninas, sin saber que pronto yo seré su Nicolasito Pertusato.

Nota bene
No debe confundirse el Vodka Tomik con el Vodka and Tonic.
El primero es un antiquísimo elíxir que los antiguos mapuches de Chubut bebían
después de cazar milodones. Su nombre alude a Papac Tomik, personaje mítico
en quien se mezclan la personalidad del dios creador
y el carácter del fundador primigenio de la vida
en el territorio que hoy conocemos como Argentina.


Dios los hace y ellos se juntan
Spaghetti Western

Miércoles 19 de septiembre. Querido diario, acabo de conocer a Javier Corona, Ángel D’Mayo, Machy Madco y María Mordoj. Todo el día ha llovido a cántaros, y los cuatro llegaron hechos una sopa a Ruta 61, como salidos de una película de Sergio Leone: jorongos, sombreros de paja, rostros abstraídos y acentos de evidente raíz italiana (con excepción de Javier, de oficio baterista, chilango de nacimiento y con una mezcla de Charlie Watts y Klauss Voorman en su rostro). Coincide su visita con la llegada de Charles Mack, espléndido músico de Chicago, quien esta noche repasó -con José Luis Sánchez, Ignacio Espósito, Mauro Bonamico y Santiago Espósito- el repertorio de canciones que presenta en Ruta 61 mañana, pasado mañana y el sábado.

Déjame, diario querido, contar las cosas en presente, como si estuvieran sucediendo en este preciso instante (me siento más cómodo).

Todos me presentan, en distintos momentos, a Ángel D´Mayo, guitarrista certero y alegre. En cada presentación, tenemos, él y yo, el buen gusto y la fineza de ser espontáneos y expresar nuestro mucho gusto con divertida parsimonia:

-Mucho gusto, señor.
-Mucho gusto.
-¿Cómo dijo usted que se llama, señor?
-Agustín, señor, mucho gusto.
-Ángel es mi nombre. Mucho, gusto señor.
-Mucho gusto.


Y mientras Ángel y yo representamos el papel de payasos de circo, Ezequiel Espósito (El Polaco) revienta por enésima vez ante el hedonismo irremediable de Lalo Serrano:

-¡No me rompas las pelotas, sibarita irresponsable! ¡Todo lo atás con alhambre, pelotudo! ¡Epicuro de las mil mierdas!

Lo anterior, dicho con mucho respeto.

Ante los merecidos exabruptos del Polaco, blindados con el más sólido de los cariños, Lalo nomás se queda como borrego lampareado: el regaño de Ezequiel es simple agua para el Pato Serrano, quien no deja de chupar medio limón y hacer como que la Virgen le habla. Y junto a él, Ignacio, Santiago y José Luis hacen de tripas corazón para no echar más leña al fuego. Pero en la media docena de ojos encendidos puede leerse un pensamiento tripartito:

-¡Ay, Lalo irremediable!
-¡Motor de penurias!
-¡Andá a la concha de tu madre!

Entretanto, María Mordoj conversa con Pancha la Estentórea.

Pancha la Estentórea es la señorita María Francisca Sierra, novia casi núbil del Maestro Víctor Lastra, excelente armonicista chileno. Ambas, asidas a sendas y sabrosas León recién sacadas del refrigerador, lucen despreocupadas del mundo, con ese brillo de contento que uno percibe en los espíritus luminosos.

Y abajo, tres bajistas (Charles Mack, Mauro Bonamico y Machy Madco) se congregan en un espacio reducido del bar. Machy saca su bajo de seis cuerdas para mostrarlo a Mauro y a Charles, quienes miran el instrumento con disimulada devoción, como si contemplaran a una mujer dormida.

Miércoles de Jam Session, sin los faralaes de las feas…

Escribí lo anterior antes de escuchar a Javier, Ángel y Machy. Tuvo que pasar casi un mes para que, a mediados de octubre, el trío aceptara la invitación de Lalo Serrano a instituir los Miércoles de Jam Session en Ruta 61. Ahora, con la feliz experiencia de tres noches, debo decir que estoy encantado con la música de Mayo, Corona y Madco, encantado con su disposición y con su bonhomía: se trata de tres hombres con la fuerza y la destreza suficientes como para proteger a los espontáneos y, a la vez, hacer lucir a los viejos lobos de bar, a los avezados que nos regalan un momento de música fuera de su propio espectáculo. Y ahí es, entonces, cuando sabemos de qué lado masca la iguana y de qué cuero salen más correas.

No falta el músico que nos coyotea, ese que agarra muy humildito su instrumento, pone cara de uy a ver si me acuerdo, solicita una vuelta de blues sin complicaciones, y ya que cuajó la orquesta se quita los tirantes y se transforma en el Paganini del barrio.

Es muy divertido. Deberías, lector rejego, visitar Ruta 61 en miércoles. Se pone sabrosa la cosa: no hay multitudes, no hay mujeres obligadas (esas aberraciones de la naturaleza que intentan esconder su deformidad con chillidos y con fingida alegría, cuando en realidad viven una vida gris en cama color de rosa, desierta y con holanes), no hay oficinistas aventureros: hay músicos, hay melómanos, hay borrachos pacíficos. Y casi siempre somos tres gatos, así que la velada se vuelve rincón de amigos. Zapada, palomazo o jam session, siempre es saludable soltar las riendas, dejar que la vida suceda sin tanto control.

Machy Madco
Un bajista para Chuchas Cuereras

En verdad os digo que si no os volvéis y os hacéis como los niños,
jamás entraréis en el reino de los cielos.

Mateo 18, 3

Machy comenzó a tocar el bajo eléctrico a los once años de edad, y lo hizo en diversos aunque colindantes campos: rock, jazz, fusión, funk, soul y blues. Con sencillez y a medio tono, con humildad atípica, Machy asegura que hoy toca el bajo igual que como lo tocaba hace treintaicinco años…

-¡Pues entonces fuiste un escuincle índigo!
-Prefiero el viejo concepto de la genialidad.
-¡Pero no te creo eso de que no haya habido progreso!
-Y, mirá, ¿qué te digo? Tal vez ayer fui un niño genio, y acaso ahora soy un retrasado mental.


El misterio se desvanece cuando lo escuchamos tocar: estamos ante un músico impecable, soberano del ritmo y la armonía, con un profundo conocimiento del valor de los silencios y de la pausa repentina; estamos ante alguien que de veras sabe timonear, es decir, no es un bajista que se esconde y cubre las apariencias con simples marcas de tiempo, sino alguien que, con la pericia de los sabios, asume el compromiso de llevar a la banda de una orilla a la otra, sin grietas, sin naufragios, sin hacer agua, y aun se da tiempo de recrearse en la melodía, esa bendita conciencia plástica de la música. Ante esta realidad comprobable (la maestría de Madco), entiendo mejor su afirmación (Toco el bajo igual que como lo tocaba hace treintaicinco años): no se refiere a una estancación de las facultades sino a una milagrosa conservación de los asombros infantiles y los atrevimientos de la pubertad, aquellos que nos sirven para inventarnos a nosotros mismos y, a la vez, reinventar el mundo. En eso estaba pensado Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo que había que asumir una infancia permanente, inviolable, para entrar al reino de los cielos: En verdad os digo que si no os volvéis y os hacéis como los niños, jamás tocaréis el bajo como Machy Madco, jamás haréis música, jamás escribiréis una buena novela, jamás pintaréis Las Señoritas de Aviñón, jamás seréis Miles Davis, Keith Richards, Thelonius Monk, Frank Zappa o Gustav Mahler.

Doy un ejemplo, para explicarme mejor o confundirte más, lector lento: la noción que Machy tiene de la velocidad es la misma que los niños de once años descubren emocionados y con la que fijan la relación entre espacio y tiempo. Y esta noción es la que vuelve a Madco un bajista exquisito, preciso, contundente, atractivo y emocionante.

¿Street Marketing?

El Street Marketing es ambulantaje. La única diferencia entre toreros y edecanes está en que las segundas son, a veces, calipigias (detalle que se agradece).

Ella es una perra
Camafeo para un amigo

Ella saca pasear a Fiodor M. Blacksmith. Mascota de la familia, Ella es una hermosa Airedale Terrier con apenas un año y tres meses de edad, inquieta, extrovertida, impulsiva, confiada, incontenible, intrépida, loca, imprudente. Parece un buscapiés. Hay que reprimirla con la correa, para que medio se comporte.

Bajandito de la casa de Fiodor, está el Parque México, uno de los jardines más hermosos de la ciudad. Quienes hemos vivido toda la vida por el rumbo, consideramos este parterre como nuestro, absolutamente nuestro. Nuestros son sus corredores, nuestros sus árboles y su estanque. Y nuestra es la frescura permanente, el techo de hojas que nos miran enternecidas.

Esa media hora es para Fiodor un remanso de tiempo, tan fino, tan delicado, que le permite contemplar la inocente yerba que crece entre los adoquines, contemplarla y recordar que él es simplemente un hombre que ha vivido lo suficiente como para encontrar el placer profundo de pasear sin prisas a su perra Ella.

Es entonces cuando Fiodor decide lanzar por la borda los fardos que le estaban quitando ligereza. La imagen es insólita: Ella se pasea por el Parque México, y su correa se levanta hacia el cielo. Al otro extremo de la correa, a tres metros del suelo, Fiodor flota como globo de domingo.

Eduardo Serrano, dueño de Ruta 61.
Yo digo que este ángel dislocado se merece un monumento.
Nos devolvió a muchos el placer de salir de noche.


Sonata para un hombre bueno


Hace seis noches noches cené pechuga de pollo asada y pan tostado untado de aguacate, una y otro rociados con aceite de olivo y acompañados de un vaso de Emiliana (vino tinto del Valle del Maipo). Para el amarre y ya tirado en la cama, entretuve mi paladar con dos vasos de whisky, al tiempo que me dejaba atrapar por La vida de los otros (Das leben der anderen), película dirigida y escrita por Florian Henckel von Donnersmarck, y sostenida por la magistral actuación de Ulrich Mühe (1953-2007), cuyo personaje experimenta una conmovedora transformación moral a partir del encuentro con tres eventos profundamente humanos y de belleza desnuda (no la que Rimbaud encuentra amarga, sino la que Brecht recuerda efímera, blanca, evanescente).

Continuará.