lunes, marzo 06, 2006

Miscelánea entre paréntesis

Pangea I

Como comenté en la entrega pasada, el jueves 2 de marzo tuve la suerte de escuchar a Pangea en Ruta 61. Gabriel González (bajo), Sergio Galván (sax alto), Gus Andrews (trompeta), Edgar de la Torre (guitarra) y Marco Castro (batería), hicieron de la velada una hermosa tela de funk y jazz.

Así, sin mayores trámites ni condiciones, Pangea entra directamente al departamento de bandas que nutren con belleza la singularidad de Ruta 61, cuyo interés primero es el blues, pero que bien sabe cobijar a la parentela mayor y sus géneros aledaños.

Una muy buena noche de música verdadera, donde la precisión técnica no veló el gozo estético, ni el recreo musical impidió las muestras de un virtuosismo sin arrogancia y una sabia discreción en la profundidad de los conocimientos.

¡Uf! Qué manera tan engolada de decir que los grandes artistas son aquellos cuya obra parece un juego de niños, como surgida de la naturaleza. Y Pangea es así: una conjunto de magos que sacan flores, conejos y listones de sus instrumentos y de su asombrosa orquestación.

Ruta 61 en televisión

Coincidió la presentación de Pangea con la visita de las cámaras y micrófonos de Ricardo Rocha, cuyos productores se interesaron en realizar un reportaje acerca de Ruta 61, en general, y de Vieja Estación en particular. Por ahí andaban, además, Miguel Valdez –percusionista cubano- y nuestra adorada Marie, ella acompañada de su hija Marifer y su sobrina María José de Diego, hermosas señoritas que iluminaron la noche con danzas y sonrisas.

Pangea II

Pangea es un acto heroico, y la heroicidad radica en su decisión de entregar belleza en una ciudad cuya constante es la fealdad de la música que consume. ¿Música, dije? ¡Bah! Llamar música a lo que se escucha en las calles del Distrito Federal (en taxis, microbuses, camiones, puestos ambulantes, pasillos del Metro, centros comerciales, fondas y restaurantes) es tan desproporcionado como sugerir que Color Life de Comex tiene derecho a exhibir su propuesta en el Hermitage.

De otra clase de héroes

Si aprietas, lector curioso, la estufa color de rosa, podrás disfrutar de un pasaje memorable de Harry el Sucio. El audio me lo envió nuestro amigo Luis David, desde Santa Ana Chautempan, Tlaxcala. De él, a propósito, recomiendo su blog La página de Contreras, donde acaba de publicar un delicioso soneto.

Pangea III

Digo, pues, que Pangea entra a mi muy personal lista de bandas excelentes en Ruta 61, junto con Vieja Estación, Las Señoritas de Aviñón, AKA, El Charro y sus Moonhowlers, Memo Briseño, Betsy Pecanins y... también, por qué no, La Dalia Negra, que si trabaja su repertorio con un criterio más riguroso puede, entonces, convertirse en una gran agrupación.

Breviario cultural

Pangea (de los griegos pan y gea, es decir, todas las tierras) es el nombre dado por Alfred Lothar Wegener (1880-1930) al supercontinente primigenio, aquel que estaba rodeado por el mar Panthalassa. ¿Cuándo? ¡Ah, pues antes de muchos antes, en la era mesozoica! Desde entonces y durante la era paleozoica inferior, Pangea comenzó a fragmentarse, y en el paleozoico superior volvió a ser un solo continente. Sin embargo, más tarde, Pangea se dividió de nuevo en dos masas continentales: Gondwana y Laurasia (¡Laurasia, qué bonito, evoca el nombre de pila de mi adorada Desdémona Peniche!).

Casi fin de esta entrega

Volviendo a Todo perro tiene su día, y antes de pasar a la tercera canción del disco, tengo que señalar que es en Sin tratos, la segunda pieza, donde se encuentra el verso que da nombre al álbum. Y, a propósito, lector mío, ¿ya tienes tu ejemplar? Vas a darte de topes en la pared cuando se acabe la primera edición y te des cuenta de que cometiste un error al no atender mi sugerencia de adquirirlo ya. Con el tiempo, una primera edición se vuelve tesoro invaluable. Pregúntaselo a quien tiene entre sus viejos LP's la edición original de Their Satanies Majesties, con la portada en tercera dimensión... o el Stand up de Jethro Tull, con un pop up interior que mostraba a Ian Anderson, Martin Barre, Clive Bunker y Glenn Cornick, los músicos, con los brazos abiertos. Pero no sólo hablo de portadas memorables, sino de grabaciones formidables, y es en éstas donde incluyo Todo perro tiene su día, que además cuenta con una hermosa envoltura diseñada por Octavio Herrero, el productor del disco. Y si vas un viernes a Ruta 61, ansioso lector, no sólo podrás disfrutar de una excelente velada de blues, sino que, además, la banda escribirá en tu ejemplar una dedicatoria.

Camel Bonamico

He incluido en esta entrega la fotografía de una cajetilla que me encontré en Ruta 61. La alteración del dibujo se la debemos a Mauro Bonamico, bajista de Vieja Estación y amado hijo en quien he puesto todas mis complacencias.

4 comentarios:

Luis David dijo...

Un saludo de admiración como siempre.

Estoy en este momento escuchando una canción que dice que basta tu rostro para un vaso de sol...

Es uno de esos grandes grupos que se dan una vez en la vida.

¿los conoces?

Mamá-Z dijo...

Jajajaja. ¡Ay, Luis, Luis! Ojalá mi santa madre, que nos ve desde el Cielo, te esté escuchando: ella siempre consideró esas cosas como taras familiares cuyo origen desconocía.

De cualquier manera, gracias por la flor.

Z. dijo...

Hola. Yo también amo las noches de música. Por cierto leí lo del paisano Luis David. No es Chautempan, sino Chiautempan.
Un saludo.

Mamá-Z dijo...

Chiautempan, Chiautempan, Chiautempan. Ahora sí, no olvidaré cómo se escribe. A propósito, Zoe, el otro día pasaron por TVUNAM un excelente documental sobre la vida y la obra de S.E. Te hubiera gustavo verlo. Además, acabo de comprarme los primeros siete números de la revista SNOB (de los años sesenta), entre cuyos fundadores, directores y colaboradores está nuestro nunca bien ponderado autor de El hipogeo secreto.