sábado, diciembre 31, 2005

La Dalia Negra

Poco a poco, Ruta 61 va cargándose de buenas agrupaciones. Ya tenemos a las de casa, Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación, que garantizan buen blues y alta calidad; por otro lado, la eficacia musical y los buenos atributos del lugar se fortalecen con Memo Briseño, Betsy Pecanins, Real de 14 y AKA, por ejemplo. También está El Charro y sus Moonhowlers, que nos dejan siempre con un buen sabor de oído. Además, Lalo Serrano ha tenido el buen tino de traer excelentes músicos de fuera (John Marcus y Maxx Cabello), que alimentan la sensación de estar en el puerto de blues que necesitaba nuestra ciudad. Para quienes, en cambio, gustan de la vieja escuela mexicana, ahí está Sammy Boy and His Bluesmakers o Follaje. Ahora que si alguien mantiene aún el pésimo gusto chilango de los ochenta, Los Pechos Privilegiados puede satisfacer su expectativa.

Sin embargo, eso no es todo: es muy gratificante ver sangre fresca en el escenario.

El pasado jueves 29 de diciembre, me encontré con Lalo Serrano, que anda en moto y se siente Peter Fonda. Me preguntó que qué iba a hacer esa noche, que por qué no me daba una vuelta por Ruta 61…

-¡Así escuchas algo nuevo, vas a ver!

Es muy difícil despreciar una invitación de Lalo Easy Rider Serrano, así que fui.

Escéptico, llegué a Ruta 61 y me encontré con La Dalia Negra, una banda de jovencísimos músicos, vestidos de negro y dispuestos a entretener a una audiencia compuesta en su mayoría por gente igualmente joven e igualmente pronta a la diversión y el gozo.

Daniel Osornio Reséndiz, hombre de sonrisa noble y franca, agradeció la presencia de los amigos y anunció la primera pieza: Red House, de Jimi Hendrix, que definitivamente me puso de buenas. Luego, vino Elmore James y algunas otras cosas interesantes, bien ejecutadas. 

Joel Olvera (batería), Víctor Ortiz (bajo), Juan Sánchez (segunda guitarra) y el mismo Daniel demostraron una sorprendente capacidad de hacer música en vivo (lo que no es fácil: me ha tocado escuchar conjuntos –conjuntos, no bandas, conjuntos, mi querido sastre- que se suben a deshilachar la música con la más patética de las voluntades).

Pero lo mejor vino en la segunda parte, cuando La Dalia Negra creció en instrumentos: al escenario, se subieron José Luis Chavarría (piano), Eduardo Aguilar (saxofón) e Isaac Delgado (trompeta). Entonces, sucedió mucho blues, mucho soul, algo de funk… y una excelente versión de Summertime que le sacó sonrisas incluso a los de gusto difícil.

Quedamos, pues, muy contentos, agradeciendo a La Dalia Negra sus ganas de hacer música, de no sacrificarla por ideas equivocadas del espectáculo. Es seguro que esta banda nos va a dar momentos muy agradables conforme pase el tiempo. El chiste es que sigan trabajando... y escuchando a los grandes, que lo hagan con hambre, con ansia, que no caigan en la mediocridad del blues chido, es decir, en justificar lo injustificable con la bandera de esto es cosa de sentimiento, carnal. No, esto no es sólo cosa de sentimiento, es cosa de trabajo y de régimen alimenticio. Y por lo poco que pude platicar con Daniel, estoy seguro de que La Dalia Negra lleva una muy buena dieta.