lunes, octubre 30, 2006

Un pegaso para Dylan

Ahora que Dylan, hermano menor de Mateo Holcombe Mustaros, entra a escena, he pedido permiso a sus padres para publicar aquí dos de sus primeras fotografías, extraordinarias imágenes que nos arrugan el corazón de ternura… y nos provocan las ganas de comer niño.

Pensaba acompañar las fotografías con un poema de Dylan Thomas, pero el autor de Under milk wood (un bellísimo concierto para voces, muy cercano a Harold Pinter) no es precisamente el invitado más oportuno, y tampoco lo es Bob Dylan, el santo patrono del recién nacido, aunque no faltarán los parientes y los amigos originales que retaquen a la familia de discos y libros del poeta de Minessota.

Creo que no conviene caer en lugares comunes ni en conductas pavlovianas. Dylan huele a leche y a paraíso, y su oídos todavía quieren escuchar el roce de las nubes y el corazón de su madre. ¡Mantengamos esa paz a su alrededor!

Ya tendrá tiempo Dylan, durante toda su adolescencia, de escuchar The Freewheelin' Bob Dylan hasta hartar a sus padres. Ya tendrá tiempo de asaltar el librero de su hermano para azotarse con algún poeta amargo. Por ahora...

Elijo a Rubén Darío, poeta de la vida y de la esperanza, poeta que asume la modernidad como el encuentro de pasado y futuro en un presente perpetuo en el que la humanidad crece hacia sus afueras y hacia sus adentros.

¡Vaya para Dylan este canto de bienvenida!



Pegaso


Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije ¡La vida es pura y bella!
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegaso la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

¡Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, siempre adelante!

sábado, octubre 28, 2006

Otra noche con Deitra Farr

Que me perdonen los puristas del picante y los refinados de la mañana, pero después de una desvelada en Ruta 61 necesito desayunar con mi Pepper Sauce de cabecera. Así que revuelvo dos huevos rojos con aceite vegetal, ajo y Salsa Tabasco, mientras escucho encantado The search is over y Let it go!, los álbumes que Deitra Farr grabó en 1997 y en 2005, respectivamente.

Ya sentado en la mesa de la cocina, leo en La Jornada la nota de nuestra querida Tania Molina Ramírez sobre Deitra Farr y admiro, con envidia de la buena, las dos fotografías de Carlos Ramos Mamahua que acompañan al texto.
Me gusta leer a Tania cuando reseña los acontecimientos del Hoochie Coochie Bar, porque siempre se escapa entre sus líneas o en sus mismas frases el gozo personal que esta reportera dulcísima experimenta durante sus visitas a Ruta 61. Tenemos, entonces, que agradecer a Fabricio León Diez, Jefe de Espectáculos de La Jornada, que haya asignado a Tania la aburrida tarea de contar los sucesos más relevantes de esta gruta divina (si Tania cita a la Tía Juanita, mítico personaje del lugar, yo también puedo hacerlo).

Trato de recordar lo que sucedió anoche. ¿Terminamos con un bacalao sabrosísimo, preparado por Fernando? Sí, me acuerdo muy bien. Los convidados atacamos el plato común con el hambre de quienes creyeron que bastaba la música y el alcohol para acallar la panza. Estábamos equivocados: llenamos el alma, pero no el estómago. Y es que no sabemos comer mientras hacemos el amor.
Trato de recordar.

La noche de ayer fue abierta por Las Señoritas de Aviñón, con esa capacidad de hechizo a la que ya nos tienen acostumbrados y que, sin embargo, nunca se agota y nunca agota. De veras, yo no necesito mesa en el Hoochie Coochie Bar: me basta un espacio en las escaleras para hundirme, bien asido a mi vaso de whisky, en la belleza con la que estas señoritas nos entregan a T-Bone Walker, Van Morrison, Steve Ray Vauhgan, George Gershwin, Albert King, Screaming Jay Hawkins, J.B. Lenoir y Magic Sam.

Trato de recordar.
Luego, sube Deitra Farr y redondea la noche, acompañada por el extraordinaria orquestación de Ignacio Espósito, Mauro Bonamico, Santiago Espósito y José Luis Sánchez, miembros de Vieja Estación, banda argentina radicada en México que, como Las Señoritas mismas, se ha ganado a pulso –por su calidad y por su trabajo- un lugar protagónico en cualquier festival de blues del mundo.

Y no es porque lo diga yo: Deitra lo expresa abiertamente en el escenario, cuando invita a Santiago a irse con ella a Chicago o cuando, sorprendida por la juventud del guitarrista de Vieja Estación, le dice al final de un solo:

-¿Cómo tan joven y tan bueno para tocar el blues?

Y no habla una persona de horizontes cortos (Mi lugar favorito de Chicago es el aeropuerto, dice esta mujer inquieta), sino alguien que ha recorrido el mundo y ha tocado con varios de los mejores guitarristas del planeta.

Por eso y porque la vida no retoña, esta noche me regalaré otra dosis de buen blues en la mejor Farr-macia de la ciudad.

viernes, octubre 27, 2006

¡Loco for you, Deitra!

Jueves de lluvia, jueves de blues. Deitra Farr ofreció anoche el primero de sus tres conciertos en Ruta 61. De esta manera y por enésima ocasión, el Hoochie Coochie Bar demuestra que es posible ofrecer buena música durante las horas más oscuras de la ciudad.

Ruta 61 no sólo cuenta con bandas locales de extraordinaria calidad, sino que además tiende -muy seguido y con destreza peculiar- un puente sólido para que a su escenario lleguen de otros suelos jóvenes promesas y músicos indispensables.

De los primeros, recordemos a Maxx Cabello, guitarrista de talento innegable al que sólo le falta tomar una decisión: una de dos, o trabaja para Ringling Bros o se dedica a la música, cosa esta última que exige algo más que rapidez y destreza (aunque confieso que su Hey Joe me tocó al alma).

De los segundos, vale mencionar la exitosa serie de maestros que han hecho historia en Ruta 61: John Marcus (noviembre de 2005), Billy Branch (febrero de 2006), Grana’ Louise (mayo), Carlos Johnson (agosto), Dave Specter (septiembre) y, ahora mismo, Deitra Farr, cuya bien templada voz es una lección magistral, a contrario sensu, para quienes piensan que lo obligado en el blues es el aspaviento y la rasgadura permanentes: porque esa misma voz permite a Deitra moverse con soltura por los terrenos del blues a la vez que explorar en sus propias composiciones las posibilidades expresivas de la balada, manera ubicua y riesgosa que siempre incomoda a los ortodoxos y que confunde a los neófitos.

Y si a esto añadimos el excelente servicio que ofrece el equipo de Lalo Serrano, no queda más que quedarse a vivir en Ruta 61.

En fin, que la Farr se lució anoche, y ni ella ni los asistentes perdimos el entusiasmo cuando –en dos ocasiones- se fue la luz y los instrumentos quedaron mudos. Aceptamos el hecho sin escándalo y con mucha solidaridad, a sabiendas de que los apagones en la zona son tan breves que ni tiempo da de aprovecharlos para el beso furtivo o el asalto al whisky vecino.
Antes, para abrir el apetito, Lalo Serrano nos sirvió un plato delicioso de blues, jazz y funk, con Larifer, la más reciente formación de los hermanos Ruiz Velasco (Lari en la guitarra, Fernando en el bajo y Marco Castro en la batería), un trío que sólo puede escucharse con la boca abierta y los ojos fijos. ¡Es música, pura música, música bien hecha y llena de citas, repleta de evocaciones geniales!

Terminado el espectáculo de Larifer, subieron al escenario Ignacio, Mauro, Jose y Santiago, miembros de Vieja Estación, y sin decir agua va se soltaron con una breve introducción instrumental que dio pie a The search is over.

Entonces, Ezequiel Espósito presentó a Deitra… y a mí se me concedió el honor de llevar del brazo a esta hermosa mujer y dejarla al borde de su propia música, como en su momento hice con Grana’ Louise. Ahí, la Farr se soltó con seis piezas de The search is over (el álbum de 1997) y con dos de Let it go (el más reciente disco). Este repertorio original fue aderezado con deliciosas piezas de Lowell Fullsom, Jimmy Reed, Little Walter y Big Bill BroonzyKey to the highway, que Carlos Johnson me quedó a deber!).

Noche memorable la del jueves, que fue coronada con la mirada traviesa de Deitra y con sus palabras juguetonas y seductoras, pronunciadas mientras me despedía de ella y la dejaba en las peligrosas manos de Lalo Serrano:

-You are crazy, Agustín! ¡Loco!
-¡Yes, pero loco for you, Deitra!

miércoles, octubre 25, 2006

La música es una molécula...

Entrega dedicada a Dylan Holcombe Mustaros,
recién aterrizado en este hermoso planeta,
en esta hermosa vida, en esta hermosa ciudad…
¡y en
Tiempos Modernos!
Un beso de alegría a su madre.
Un abrazo de orgullo a su padre.

La música es un excelente Inhibidor Selectivo de la Recaptación de Serotonina, porque aumenta los niveles de dopamina en la corteza frontal.

Ello, si es bien compuesta y bien ejecutada.

Ya discutiremos este requisito (calidad en su construcción y destreza en su representación). Por ahora, baste decir que hay expresiones humanas cuyo gozo no admite productos similares. O es o no es. Expulsar sonidos de un mueble o del mismo cuerpo no siempre significa hacer música. Hay flatulencias y frotaciones que acampan durante semanas en los primeros lugares del Hit Parade; pero lo que natura non da, Salamanca non presta: flatulencias se quedan, fricciones se están.

Hay cosas, incluso, que se enquistan en los usos y costumbres de una sociedad, y ya es muy difícil extirparlas. Pensemos, por ejemplo, en las rondallas, en las tunas y en las estudiantinas, que siempre se definen a sí mismas con truculenta afectación:

Conjunto romántico cuyos integrantes son jóvenes que cantan al amor y a lo bello por la afición y el placer de hacerlo. Cantan juntos en grupo sintiendo todos a la vez la misma alegría contagiosa que sólo se irradia durante la juventud.

¡Venga ese aplauso!

El autorretrato despide un delicioso aroma a esquites con crema, púberes canéforas, algodones de azúcar, monjas del Sagrado Corazón y buñuelos calientitos.

¡Qué hermoso! ¡Y sus letras, Dios mío, sus letras!

¿Cómo imaginar que la vida sigue igual?
¿Cómo, si tus pasos ya no cruzan el portal?
¿Cómo pretender esa realidad?
¿Cómo, si hasta ayer brillaba el sol en tu mirar?

Y aquí viene el arrebato poético:

¿Cómo consolar a la rosa y al jazmín?
¿Cómo, si tu risa ya no se oye en el jardín?
¿Cómo he de mentirles que mañana volverás?
¿Cómo despertar, si tú no estás?

Atrás de esa canción, siempre hay una escuincla presumida que cambió al novio con acné por el carita del gimnasio. ¡Y el desatendido sigue pagando los boletos para la rifa de un enorme peluche anaranjado!

La música, en cambio, la música bien hecha, digo, comparte las virtudes de la fluoxetina (más conocida como Prozac) porque tiene propiedades antidepresivas. Además, goza de ventajas sobre el fármaco, porque su excreción no acontece por vía renal ni intestinal, sino por vía onírica y libidinosa (en caso de que suceda la evacuación, porque las más de las veces toda la música es asimilada por el organismo).

Los efectos de la música son inmediatos y de largo alcance (tienen una vida media semejante a la del Prozac, de cuatro a seis días, lo que me hace pensar que esto va más allá de la simple alegoría y que con la música estamos ante un fenómeno molecular).

Me atrevo a afirmar que música y fluoxetina son dos versiones de una misma molécula, y que ambas disminuyen o anulan los estados depresivos, alivian el trastorno obsesivo-compulsivo, reducen la bulimia nerviosa a sus más bajos niveles y detiene los trastornos de pánico.

Estos hechos, fácilmente demostrables, me permiten concluir que la música también puede tratar el trastorno disfórico premenstrual. Sin embargo, no me atrevo a afirmarlo contundentemente, hasta saber qué es eso de trastorno disfórico premenstrual que aparece entre los campos de acción de la fluoxetina.

Hay, es cierto, desventajas, porque la música no cura el alcoholismo ni el trastorno por déficit de atención; pero al menos puede ser usada para tratar el Síndrome de Tourette, que es una condición caracterizada por trastorno neurológico heredado que se manifiesta con movimientos y sonidos vocales involuntarios y repetidos que incluyen palabras y frases inapropiadas.

Ante la buena música, hasta los touretteanos quedan mudos y pasmados.

La dopamina ejerce el control de los movimientos por parte de nuestro cerebro y, por tanto, está relacionada con las funciones motrices, las emociones y los sentimientos de placer. Regula ciertas secreciones hormonales y envía información a células del mesoencéfalo que conectan con el cortex frontal y con distintas estructuras del sistema límbico, tan importantes en la vida emocional de las personas (su mal funcionamiento es característico en algunos tipos de psicosis: la esquizofrenia, por ejemplo, se asocia con un aumento excesivo en los niveles de dicho neurotransmisor).

28 cápsulas de Prozac cuestan, en la Farmacia San Pablo, $589.90, más de lo que sale una noche en el Hoochie Coochie Bar. Este fin de semana, en particular, tendremos dopamina de sobra: ¡Se presenta Deitra Farr, con todo su volumen y toda su inmensidad!

Para que te enteres, lector ocioso, déjame transcribir a continuación el boletín de prensa que Lalo Serrano preparó para la ocasión:
Deitra Farr, considerada por el Living Blues Magazine como una de las principales voces de Chicago, se presentará por primera vez en nuestra país los días 26, 27 y 28 de octubre, a partir de las 21:00 horas. Su voz selvática y su inmensa hondura espiritual podrán escucharse y sentirse en el ya famoso bar Ruta 61, que se ha convertido en el puerto de llegada de los músicos de blues.

El puente entre Chicago y México se llama Ruta 61, y vuelve a tenderse ahora para que una hermosa y enorme mujer lo cruce.

La discografía de Deitra Farr es evidencia incuestionable de calidad y buen blues: además de haber participado en álbumes históricos, como Dave Specter and the Bluebird Blues, Chicago Blues Nights y Burning Chicago Blues Machine, Deitra cuenta personalmente con dos discos extraordinarios, imprescindibles en una colección de blues que se respete: The search is over y Let it go!

¡Importante! Si apachurras la estufa color de rosa, te encontrás con las doce canciones que conforman, precisamente, The search is over. Para escucharlas, deja que primero se carguen.

Sin embargo, hay que tenerla en frente para comprender el significado de lo divino.

Para quienes no han tenido la fortuna de escuchar en persona a Deitra Farr (en recientes ediciones del Festival Anual de Blues de Chicago o en espectáculos semejantes de Canadá, Islandia, Noruega, Finlandia, Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, Suecia, Italia, Portugal y Suiza), ésta es la gran oportunidad de vivir en carne propia una experiencia inolvidable, experiencia que Tim Holek, del SW Blues Magazine, resumió con mucha elocuencia: ¡Escuchar a Deitra es encontrar el tesoro perdido que siempre estamos buscando!

Porque la voz de Deitra Farr nos envuelve y nos inunda con la fuerza, la fiereza, la energía y el corazón de lo que entendemos por blues, el buen blues, el verdadero blues.

Además y con el propósito de garantizar la calidad original de Deitra Farr, la cantante estará acompañada de miembros de Vieja Estación, banda argentina que ha demostrado no sólo talento y calidad, sino, además, una gratificante capacidad para sostener el alto nivel de músicos de la estatura de John Markiss, Billy Branch, Carlos Johnson, Dave Specter y Grana’ Louise.

Al referirse a Deitra Farr, Miles Jordan (Blues Acces) concluye: Si estabas necesitado de una verdadera cantante de blues, tu búsqueda ha terminado.

domingo, octubre 22, 2006

Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen

LA ADMINISTRACIÓN DE LA VERDAD
Y EL PODER DE LA SOLEDAD


Es fácil ceder a la tentación. Se antoja pensar que Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, tiene vigencia porque retrata detalladamente nuestra propio presente político.

Suena lógico, tiene sentido. Traemos tan a flor de piel las recientes elecciones (con su cauda de conflictos entre familias y desencuentros de amigos), que en todas partes encontramos signos, metáforas y alegorías de lo que nos sucede como comunidad y como aprendices de demócratas.

Pero si el fenómeno nos ocurre en todas partes, con más claridad en la puesta en escena que el Grupo Contigo... América hace de la pieza escrita por el dramaturgo noruego en 1882, inmediatamente después de Espectros (aunque es posible que ambas obras hayan sido compuestas simultáneamente).

1. Vemos en Hovstad, en Aslaksen y, claro, en Tomás y Pedro Stockmann, los rostros y los corazones de nuestros propios actores: nuestros cínicos y nuestros ingenuos, nuestros honestos y nuestros deshonestos, nuestros moderados y nuestros intransigentes, nuestros idealistas y nuestros pragmáticos, nuestra masa vociferante y nuestra masa silenciosa, nuestra masa cómplice que atiza el fuego con las herramientas de la mofa, el prejuicio, el insulto y la violencia.

2. La inminente contaminación del balneario del pueblo -descubierta y advertida por el doctor Tomás Stockmann- se vuelve, en nuestra selección de símbolos, espejo de la corrupción, y el esfuerzo por denunciarla es eco de muchos de nuestros recientes reclamos.

3. La guerra emprendida por gobierno, empresarios y prensa contra el doctor Stockmann, nos recuerda automáticamente la difamación y la tergiversación de la verdad con las que se diseñó y se realizó cierta campaña política harto exitosa.

Sin embargo, esta coincidencia entre actualidad y teatralidad trasciende el ámbito mexicano: en Valencia, en Buenos Aires, en Santiago de Chile y en muchas otras partes del mundo, Un enemigo del pueblo sigue representándose y acomodándose a las circunstancias locales, así sea sólo para reflexionar sobre un tema general (la constante dificultad de hacer coincidir en un mismo plano ético la práctica de la democracia y el ejercicio de la razón).

Además y sobre todo, Un enemigo del pueblo encaja no sólo en esas circunstancias específicas sino que dramatiza sobre un elemento humano que aparece en toda la historia del teatro, tanto en Sófocles como en Shakespeare, tanto en Aristófanes como en Moliere: la mentira o, dicho de manera más tenebrosa, la propensión humana a administrar la verdad cuando el poder está en riesgo. Cualquier poder. No me refiero exclusivamente al poder político. Cualquier poder.

Voy más allá: sobre este elemento se construye la épica en la antigüedad y la novela en la modernidad.
Pero por eso mismo, las últimas palabras de Tomás Stockmann son incómodas, confunden al espectador, lo dejan con la extraña sensación de no haber logrado desentrañar el alma y los pensamientos del doctor, es decir, de no haber descubierto a ciencia cierta las motivos de su propia conducta. Hasta antes de ese final, cuando decide no exiliarse, apreciamos su entereza y su verticalidad. Pensamos que hemos de traer a nuestros hijos a ver la obra, como si los lleváramos al zoológico a contemplar al Hombre Honrado en peligro de extinción…

-Mira cómo se mueve, como gesticula, cómo actúa. Míralo, es capaz de perderlo todo por defender sus principios, entre los que se encuentran la veracidad y la libertad de expresión. Míralo, es conmovedor, su necesidad de decir la verdad es casi orgánica, parece que quiere evacuar la verdad.

De pronto, el médico rebela a la familia y al público su mayor descubrimiento: que el hombre más fuerte del mundo (el más poderoso) es el que está solo. Y sospechamos entonces que Ibsen escribió este final con las entrañas, con mucho enojo, indignado y ofendido por la manera en que Espectros fue tratada por las autoridades de su país, que prohibieron la representación de la obra durante quince años, por disolvente y revolucionaria.

Necesito pensar más sobre ese final, porque -bien escuchado- es absolutamente inesperado.

¿Las últimas palabras del doctor Stockmann, son las de un hombre lúcido, iluminado por una realidad interior, o son el desplante de un hombre herido, lastimado en su orgullo, resentido por la incomprensión?

Quiero que sea lo segundo. Quiero pensar que Ibsen no escribió un tratado de moral sino un estudio de la ambición y el deseo. De cualquier manera, necesito la ayuda de mis tres lectores, su opinión; así que les pido encarecidamente que asistan a una de las funciones de Un enemigo del pueblo, en ese entrañable espacio de la Colonia Nápoles que es el Foro Contigo... América (Arizona 156).
Dejo aquí los teléfonos del foro, para que aparten lugar: 5543-3865 y 5669-3589.
La dirección de correo electrónico es contigoamerica@yahoo.com.mx

Sepan ustedes, atentos lectores, que la entrada es gratuita, que sólo se pide una cooperación voluntaria y anónima (nadie se entera de quién es el mezquino o quién es el pródigo y bondadoso). Las funciones son los viernes (8 p.m.), los sábados (7 p.m.) y los domingos (6 p.m.) de octubre, noviembre y diciembre (hasta el 10 de este último mes).

Podrán constatar, cuando vayan, que aún es posible hacer buen teatro, teatro digno, sobrio, sin aspavientos.

Como es seguro que por ahí me encontrarán, saliendito podemos ir a Ruta 61 y discutir el asunto al calor de un buen whisky.

jueves, octubre 19, 2006

Rostros del 61 (segunda parte)

¿Cuándo terminó el pasado y cuándo comienza el presente?
¿A qué horas comenzaremos a vivir el futuro?
Tercera parte

Damos sentido a la existencia con hitos elegidos de acuerdo a un criterio subjetivo de trascendencia personal. A veces, sin embargo y por desliz egocéntrico, suponemos que esas indicaciones autobiográficas son universales.

Para nadie, más que para mí, tiene historicidad el día en recibí mi primer reloj, con manecillas y números fosforescentes. Quedé atónito al descubrir que podía leer la hora bajo las sábanas, en la más completa de las oscuridades.

¿Cómo es esto? –me pregunté, sin conocer aún la palabra fosforescencia; y ensayé una explicación- Este reloj ha sido pintado con alguna sustancia que almacena raíz de luz, semilla de luz, médula de luz... y luego la convierte en una luz verdosa, luz que se percibe en las penumbras, como los fuegos fatuos y los cocuyos que aparecen en los cuentos de miedo.

Más tarde, mucho más tarde, casi ayer, supe que ese meollo de luz que no supe nombrar se llama energía. Mi ignorancia se consuela con una sospecha: esta palabra -energía- es tan vaga como las mías, y sirve para hablar de algo que no se comprende a ciencia cierta. Vean ustedes, crédulos lectores, la definición que encuentro en internet:

La energía es una magnitud física abstracta, ligada al estado dinámico de un sistema cerrado y que permanece invariable con el tiempo. La energía no es un ente físico real ni una "sustancia intangible", sino sólo un número escalar que se le asigna al estado del sistema físico, es decir, la energía es una herramienta
o abstracción matemática de una propiedad de los sistemas físicos
.


En esa definición cabe Dios, el amor, la muerte, el blues y el maullido del gato en el jinjolero. Al leerla, hay que hacerlo entre penumbras y con el botafumeiro de Compostela.

Vuelvo a mi primer reloj.

El asombro se transformó esa misma noche en una delectación física e intelectual: descubrí, gracias al regalo de mi padre, que en la más densa tiniebla el tiempo también transcurría…

Si el tiempo transcurre en la oscuridad –pensé a mis ocho años, cuando la oscuridad significaba la nada absoluta-, entonces el tiempo existe como un fenómeno libre de los hechos que parecen determinarlo.

Cierto o falso mi razonamiento, he ahí un capítulo de la historia mucho más importante que la muerte de Giuseppe Roncalli y el asesinato de John F. Kennedy.

En el caso de mi biografía personal, divido la historia con banderines color rojo carmín, cada uno de los cuales representa un acontecimiento específico. Así, he reunido sucesos de índole varia. Son eventos que nos avisan, cada cierto tiempo, que las cosas cambian, al menos en el interior de nuestras almas:

1963

Es la madrugada. Mi madre entra a nuestro cuarto y nos despierta, nos descobija y nos dice, orgullosa: ¡Arriba, jovencitos, ya son hombres adultos, hoy entran a Primero de Primaria!

Ha de ser enero, porque todo está en penumbras y el invierno se cuela por las narices: un frío delicioso, un frío color verde pistache. Desayunamos Choco-Milk -con huevo incluido- y un pan dulce untado de mantequilla.

-Mamá, ¿puedo meter en la lonchera mi Yo-Yo?
-No, déjalo, luego lo pierdes. En la tarde juegas con él.

Gerardo, más astuto, no pregunta: guarda su Yo-Yo en la bolsa del pantalón corto. Su Yo-Yo es Plasti-Max, comprado por mi papá en un almacén que estaba en la esquina de Puebla e Insurgentes (El Reloj Chino, creo que se llamaba); el mío, en cambio, es más barato pero es una joya: es el Yo-Yo oficial de la Coca-Cola, rojo, con borde blanco; y tengo otro, el Satélite, azul marino, con borde rojo, que acaba de comprarme mi tía abuela (Ma) el sábado en la tienda de la esquina.

Si quiero llevar mi Yo-Yo a la escuela no es para jugar, sólo es para olerlo. Me gusta cómo huele. ¡Bueno, no importa! Me pondré a oler el forro de mis cuadernos, mi pluma fuente Pelikan, mi lonchera. Nada más delicioso que la mezcla de aromas: abrir la lonchera y aspirar el aroma a plástico, jamaica, mandarina, jamón y bolillo aguado.

Mamá coloca en nuestras loncheras la cantimplora. Antes de enroscar su tapa, hay que colocar un pedacito de plástico para impedir que el agua busque escaparse a gotas y humedezca la torta hasta volverla roja.

Ese mismo año, muere Juan XXIII y asesinan a John F. Kennedy. Descubro la muerte como algo que sucede lejos, muy lejos de mí, algo que le sucede a otras personas. Se muere la gente importante. Los pobres no se mueren.

-Papá, ¿nosotros somos pobres?
-Sí. No tanto como antes, pero sí. Cuando yo tenía tu edad, a veces sólo comíamos pinole. Todavía somos pobres.
-¡Qué bueno!
-Hay que dar gracias a Dios de lo que tenemos, Tino. Con esto es más que suficiente.
-Ojalá nunca seamos ricos, papá, porque los ricos se mueren y les disparan y se les sale todo por la cabeza. ¿Por qué se murió el papa? ¿Era muy rico?
-No, el papa no era rico. Los papas no son ricos, son pobres como nosotros.
-¿Entonces, por qué se murió Juan XXIII?
-Porque estaba viejito.
-¿Y tú ve vas a morir cuando seas viejito?
-Nadie se muere de verdad, mijito. Sólo nos quedamos dormidos, esperando a que Papadiós nos lleve a un lugar mejor.
-Este lugar es el mejor, papá. Yo no me quiero ir.
-¿No te gusta ir a Puebla?
-Sí, a Puebla sí, porque están mis primos y mis tíos de Puebla. ¿Los que se mueren se van a Puebla?

¡Pobre de mi padre! No era yo el único preguntón de 1963. Entonces éramos siete.

Empiezo a interesarme en las lagartijas y en los caracoles que pueblan el patio: quiero ser como esas criaturas silenciosas. Corto una hoja de la enredadera y hago que un caracol se trepe en ella. Lo llamo Silver. Un caracol que tiene el nombre del caballo del Llanero Solitario. Vamos Silver. Intento acercarlo a la lagartija que hace lagartijas mientras toma el sol. Le doy nombre a la lagartija: Aurora, como la princesa de Teatro Fantástico. ¿Qué pasa si Aurora y Silver se juntan? Aurora huye apenas descubre mi presencia.

1964

Llega a mi casa el disco Conozca a The Beatles. No puedo olvidar lo que consideré entonces un código secreto: Musart D 892. ¡Musart D 892! No fue difícil pensar en esa clave, porque fue el año en que también tuve que aprenderme el teléfono de la casa: 156863, quince sesenta y ocho sesenta y tres, quince sesenta y ocho sesenta y tres, Musart D ochocientos noventa y dos, Musart D ochocientos noventa y dos, quince sesenta y ocho sesenta y tres. Algún día entenderé qué es eso, pensaba, a mis ocho años, sin comprender siquiera por qué ese disco en particular me atraía de forma tan poderosa.

Fue tanto el encanto, que empecé a olvidar mis tres discos preferidos: Los Rufino, Corazón de melón y El último cuplé.

Para refrescar mi memoria, llamo por teléfono a Gerardo, mi hermano gemelo.

-Oye, ¿te acuerdas de ese disco que traía Clavelitos?
-¡Cómo no, Sarita Montiel! Con esa portada maravillosa… El disco se llama El último cuplé y reúne las canciones de la película de 1957.
-¿Y cómo te acuerdas?
-¡Quién puede olvidar esa portada!

Así era la casa a principios de los sesenta: en las tardes lánguidas del otoño, las canciones de Sarita Montiel flotaban entre luz fragmentada por las persianas, sobre la duela de la sala. El relicario, Madelón, Ven y ven, Fumando espero…
Cómpreme usted este ramito,
cómpreme usted este ramito,
pa’ lucirlo en el ojal.


Ahora, busco en internet y compruebo que he guardado durante 42 años parte de la clave de catálogo del primer disco de los Beatles que salió en México. El código completo es Musart D 892, Capitol SLEM 007. El álbum contiene I saw her standing there, I want to hold your hand, She loves you, I’ll get you, From me to you, Thank you girl, I wanna be your man, Not a second time, Don’t bother me, Little Child, Hold me tight y This boy.

En mi historia personal, este disco (colección de singles exitosos, muy al estilo de la época) es es el quinto evangelio.

Conozca a The Beatles
es palabra de Dios.

domingo, octubre 15, 2006

Los Misterios de Rosa

Los Misterios de Rosa
27 de noviembre de 1987
Hotel de México
Laboratorio de Teatro y Taller de Autoayuda Sarita Montiel

Por cortesía de Gerardo Aguilar Sámano, presentamos aquí un cuarto video de Mamá-Z. La canción trata sobre una mujer que encuentra el punto de equilibrio y la conciliación entre la mística y la erótica:

Rosa reza el rosario, mientras suda sus sueños de amor;
dice que tiene fiebre, mas es otro su calor.
Lleva quién sabe cuántas noches sin poder dejar de pensar
que, por aquello que andaba pensando, Dios la va a castigar.

Va de bolita en bolita, suspirando por el más allá,
y al llegar a los Misterios Gozosos… una mano cambia de lugar.
Reza Padre Nuestro con ganas, arrebato de alma singular:
sueña con Cristo en la cama, en que Dios la va a consolar.

Misterio de amor, Rosa ruega a Dios que venga hasta acá, acá está su altar.
Si Dios es amor, ¿qué espera a bajar? ¡Sagrado Corazón, acá está tu Altar!

Deja la luz toda la noche, esperando una Santa Señal.
Deja su cuerpo tendido, y el rosario toca su altar.

La letra anterior pueden encontrarla también dentro del blog de Gerardo Aguilar Tagle, gemelo diabólico y leyenda viva del rocanrol. Al principio de su entrega, Gerardo incluye un curioso documento de la época: la cantidad registrada ahí podría hacer pensar que nos estábamos forrando de lana. No es así: recordemos que más tarde perderíamos tres ceros.

Debo aclarar, por otro lado, que lo que parece desafinación de la orquesta... no es tal.

La pieza fue compuesta a la luz y bajo el criterio 共用危険 (Riesgo Compartido), filosofía japonesa fundada por Ryunosuke Akutagawa -aunque nunca ejercida por él mismo- que propone dejar al azar la coordinación de los músicos para sentir así el vértigo del ser en cuanto ser puesto al borde de un acantilado existencial y apenas asido a la más delgada rama de un cerezo en flor.

Esta filosofía oriental, combinada con rompimientos brechtianos de la escena, libera al público -siempre dispuesto a la veneración del artista- de cualquier ignominia, y le permite ver a Rosa y a Dios, personajes protagónicos de la historia, sin distraerse con refinamientos burgueses, tipo ¡Oye, qué bien tocan estos muchachos!

Y que conste: siempre pudimos haberlo hecho peor.

Volvamos ahora a la reflexión acerca del tiempo.

¿Cuándo terminó el pasado y cuándo comienza el presente?
¿A qué horas comenzaremos a vivir el futuro?
Segunda parte

Aunque la única realidad real es el presente, los seres humanos creamos cultura al atrapar en signos los tiempos idos y los tiempos por venir.

El presente es eterno, es cierto, nos avasalla; es un pasillo interminable cuyas paredes casi se tocan: es tan angosto, que casi siempre lo andamos de perfil. Es tan poderosa su presencia, que hemos llegado a venerarlo, a considerarlo más valioso que la vida misma. Muchos, incluso, han encontrado en él a Dios mismo.

¡Vive el presente!, nos grita el anuncio de refrescos en la televisión y el más reciente libro de autoayuda. Y así, quedamos contentos, en la inmovilidad, en la idiotez del que contempla un atardecer y encuentra en eso el sentido de la vida. Detenidos en un lapso, nos ahorramos tormentas interiores y preguntas incómodas.

Para los fieles y amantes del presente, pasado y futuro son ilusiones, invenciones de la mente. Luego entonces, no hay culpas que redimir ni revoluciones que asumir. Lo que ayer sucedió no existe... y tampoco existe lo que sucederá mañana.

Sin embargo, construimos nuestro pensamiento y nuestras ideas del mundo con base en esas inexistencias.

jueves, octubre 12, 2006

69 en el 61

El Blues de la Estufa Divina
cumple un año este sábado 14 de octubre...


Con ese motivo y a manera de homenaje, va esta primera entrega de 69 EN EL 61, es decir sesenta y nueve rostros en Ruta 61.

Notarán mis tres queridos lectores que algunos personajes repiten su presencia, a la vez que muchos aún no aparecen. La repetición es simple antojo, mientras que las ausencias se deben a falta de tiempo. Sin embargo, todos los actores del Hoochie Coochie Bar pronto verán su rostro en esta serie.

Vaya, en particular, un abrazo intenso a Lalo Serrano (dueño de Ruta 61) por su talento, su fuerza, su dedicación y su valor.


¿Cuándo terminó el pasado y cuándo comenzó el presente?
¿A qué horas comenzaremos a vivir el futuro?
Primera Parte


Atados a la naturaleza, estamos condenados a un presente perpetuo, a una serie de instantes que se sustituyen sin remedio, sin descanso. Nadie puede quedarse en el momento anterior ni trasladarse al momento siguiente, entre otras razones porque ambos lapsos no existen. ¡No existen! La gravedad filosófica de esta afirmación (la no existencia de planos temporales contiguos) es tal que, al asumirla radicalmente, nos obliga a rediseñar nuestros principios éticos y morales, incluso nuestras posiciones estéticas.

Pensemos en la fotografía...

Las imágenes fotografiadas (fijas o con movimiento) son remedos, artificios, farsas de luz y dígitos; no nos convencen, son teatro de sombras, indicios de algo que la memoria se encarga de reconstruir (que yo estoy en esa foto es tan cierto como que ese vino consagrado es la sangre de Cristo: en ambos casos, la fe es el único aval).

Pensar el registro de imágenes (fijas o en movimiento) como máquinas del tiempo es malinterpretar su valor. Por eso, a poco de haber surgido, la fotografía y el cine, que nacieron con la pretensión del apunte histórico, se resguardaron en los perfumados jardines del arte, ahí donde todo tiene permiso, ahí donde los hechos objetivos no importan, ahí donde la mentira nos sorprende con la verdad. La época de la nouvelle vague y del cinema verité fue refrescante, un gesto de rebeldía, como lo fue el naturalismo de Zolá, pero no resolvió el asunto; tampoco lo hizo el neorrealismo italiano: Ladrón de bicicletas es una obra de arte, pero no un hecho real (ningún hecho real fotografiado o filmado permanece como tal, sino que se convierte en otra cosa, en signo).

Continuará.

lunes, octubre 09, 2006

Parir Chayotes

En el Laboratorio de Teatro y Taller de Autoayuda Marisa Gristein, una de las sesiones que más éxito tuvo fue Morir de amor (parir chayotes), diseñada y dirigida por Gerardo Aguilar Tagle.

Veinte años después, Gerardo Aguilar Sámano, primogénito del autor, nos entrega un video compuesto con tomas de la presentación del álbum Esa viscosa manera de pegarme las ganas en El Altillo (que estaba donde hoy se encuentra la Panadería Santo Domingo, en Avenida Universidad y Miguel Ángel de Quevedo) y tomas del concierto ofrecido en el Hotel de México (el hoy World Trade Center de nuestra ciudad). En el video, es posible observar la formación original de la banda: Jorge Escalante, Óscar Fernández, Octavio Herrero, Gerardo Aguilar Tagle y -en franca pérdida de la compostura- Agustín Aguilar Tagle.
Si alguno de mis tres lectores no cuenta con conexión de banda ancha a la Internet y está experimentando problemas para visualizar los videos, recomiendo presionar el botón de mute (para no escuchar el audio) y esperar a que el video se descargue por completo antes de intentar visualizarlo. Mientras, puede ir a hacer pipí, besar a la novia, rezar el rosario o prepararse un chubi-dubi.

jueves, octubre 05, 2006

La memoria


Los parroquianos de Ruta 61 damos la bienvenida a nuestra nueva hostess, Valeria.

Sábete, Valeria, que todos prometemos portarnos muy bien, al menos en tu jurisdicción.

Dicho lo anterior, me permito transcribir un pasaje del informe presidencial del 1 de septiembre de 1968. El autor de este texto murió hace 27 años. Cualquier semejanza con la realidad presente es mera coincidencia.

Con el propósito de suavizar un poco el malestar de los malos recuerdos, ilustro esta entrega con algunas imágenes tomadas durante la reciente visita de Dave Specter. En ellas, queridos lectores, podrán ustedes ver al guitarrista de Chicago acompañado por Las Señóritas de Aviñón y por Vieja Estación.

Más adelante, se encontrarán con tres mujeres igualmente importantes para Ruta 61: Sabina, bien protegida por Willie Dixon, y -en su territorio de poder- las siempre diligentes Lluvia y Daniela.

Primero de septiembre de 1968

(…) el obrero o el burócrata que sufren descuentos por retraso en la entrada del trabajo; el abogado, el médico, el ingeniero, el ama de casa que llegan tarde a los tribunales, al hospital, a la obra, al comercio o al hogar porque se congestiona en una gran área, el ya de por sí difícil tránsito de la ciudad;(…) tantos pacíficos transeúntes injuriados, humillados o lesionados (…). El orden jurídico general (…) es el que propicia el trabajo, la creación de riqueza para poder sostener universidades, politécnicos, escuelas normales y de agricultura, el que ampara las libertades, porque en la anarquía nadie es libre y nadie produce. El orden jurídico no es una simple teoría, ni un capricho; es una necesidad colectiva vital; sin él no puede existir una sociedad organizada (…).

Mientras en la capital se rompió en parte el armónico convivir, la República está trabajando en paz; en unas semanas o en unos meses, los acontecimientos tomarán, con la perspectiva del tiempo, su verdadera dimensión y no pasarán como episodios heroicos, sino como absurda lucha de oscuros orígenes e incalificables propósitos.
El respeto a la Ley, la selección de los mejores hombres, la elaboración de los programas más adecuados para México y el acatamiento a la decisión de las mayorías son esenciales para la consolidación de nuestro sistema político.
Es obligación de todos los partidos (…) esforzarse por el progreso cívico, superar procedimientos anacrónicos y asegurar, de esta manera, que la pluralidad de ideologías no rompa la indispensable unidad nacional. El juego de los partidos políticos dentro de la Ley robustece las libertades y la confianza del pueblo en su representación.

La confianza en nuestras instituciones, en nuestra tradición revolucionaria y en los principios emanados de ella son garantía suficiente para afianzarnos en la convicción de que la libre discusión de las ideas, por contrapuestas que puedan ellas ser, no sólo no entorpece el progreso de la Nación, sino que lo acelera, lo consolida y lo enriquece. Teme a otras ideas sólo quien desconfía de las propias.

(…)

Para quienes disponen ahora de instrumentos legales para enfrentarse al gobierno, su uso exige el abandono de los ilegítimos; habiendo medios para hacer oposición legal, ya no hay razón válida para realizar oposición ilegal o subversiva.
La forma en que se han realizado diversos procesos electorales; la cada vez más frecuente madurez cívica del pueblo mexicano, reflejada en múltiples actividades políticas; la atmósfera de tranquilidad y respeto a los derechos recíprocos que han privado en la mayoría de esos actos; así como la libertad con que han podido expresarse las diversas corrientes ideológicas que se mueven en el país, nos revelan cómo vamos transitando, con paso firme, en el camino de nuestra consolidación democrática.

Sí, lector memorioso, acertaste: son palabras de gustavo díaz ordaz (para él no hay mayúsculas ni negritas, sólo una fuente deslavada). Y sus palabras fueron aplaudidas con pacífica emoción por el partido oficial, por los conductores de la tele, por los locutores de radio, por los periódicos (excepto por el Excelsior de Julio Scherer), por los altos empresarios, por la Iglesia Católica, por las buenas conciencias.

Entre el día de ese informe y el 2 de octubre de 1968 (basta ir a la hemeroteca para comprobarlo), los beneficiados por el status quo insultaron a los estudiantes, se mofaron de ellos, los acusaron de psicópatas, de violentos, de manipulados por el Consejo General de Huelga; utilizaron el sarcasmo para silenciarlos: resentidos, trasnochados, incapaces de entender el valor de las instituciones.

El otro día, mi amigo Josefáin (José Luis Sánchez, tecladista de Vieja Estación), me dijo una frase de Dalmiro Sáenz, escritor argentino:

No hay nada más parecido a un fascista,
que un burgués asustado.

martes, octubre 03, 2006

Ganas de ti (novela inconclusa, capítulo VII)

Vivimos la infancia instalados en la comodidad de un mundo sin angustias. A juzgar por las imágenes que conservamos de la prehistoria, nuestros padres supieron llevar a la práctica sus sueños, al menos en la apariencia. Jugaron a ser decentes y a no perder la compostura, sobre todo durante esa juventud suya que los hizo adultos muy temprano. Ya luego vendría el mal gusto, a partir de los setenta: la ropa deportiva, la televisión a colores, las patillas de chuleta, las corbatas, el Metro anaranjado, el Pacer y el Le Barón, el Vocho achaparrado rojo carmín, los aromas dulces y dizque lujuriosos de Jovan Musk y Charlie (mi lucha personal contra esas marcas tuvo tales grados de fundamentalismo proletario que fue, a la postre, motivo de burla permanente por parte de Octavio y Óscar: siempre olí a flor de naranjas, gracias a mi predilección por el Agua de Colonia Sanborns y, los domingos, a Monsieur Lanvin, que mi mamá adquiría en la Farmacia Pasteur).

Estudiemos las fotografías de nuestros padres. ¿Quién puede explicarme por qué ellos se vestían mejor, por qué nuestras madres tenían tan buen gusto y siempre estaban hermosas? ¿Cómo perdimos el estilo y las buenas maneras? Son muchas las posibles respuestas. La cosa es que siempre he envidiado la buena estampa de la generación anterior. Nosotros, en cambio, desconocemos el orden y el cuidado. Claro, tal vez quiero hacer de un defecto personal un signo de los tiempos. Sin embargo, juzguen ustedes y díganme si estoy lejos del acierto.

En tiempos de nuestros padres, quiero decir, de su juventud, la fotografía era un acontecimiento de peso histórico, un asunto ceremonial ligado a la idea de un futuro promisorio, un verdadero puente hacia la posteridad sostenido en circunstancias rituales. Todos conservamos esos retratos con veneración. En cambio, pocas de nuestras fotos soportarían, por su vulgaridad, ser enmarcadas y puestas sobre un mueble de caoba, porque, además de su discapacidad escénica, el registro del presente es eventual y pocas veces comunitario.

...Gerardo María y yo fui el tercer hijo. Lo digo así porque me tardé un buen rato en entender que éramos dos, que mi gemelo no somos síntoma crónico de apendicitis, un tentáculo rebelde que nos hacía quedar mal a mí en todas partes, como el gallo que se nos paraba cuando mi mamá me peinaba a los dos con limón.

La demora fue larga y estuvo fortalecida por mis padres, mis hermanos y el mundo entero: a ver pónganse ahí juntitos ay pero si están igualitos quién es quien no sé si eres tú o tu hermano cómo que no has comido si te acabaste toda la sopa son como dos gotas de agua por atrás también.

Esa relación con el mundo exterior me llevó a una conclusión: ¡Pues claro que soy yo y nadie más! ¿Por qué no colocan a cualquiera de mis hermanos y comparan sus dos orejas, sus dos ojos, sus dos piernas, sus dos brazos? ¿Por qué les llama la atención que yo tenga cuatro de todo? ¡Así soy y es muy divertido! Puedo platicar conmigo mismo sin sentir que estoy loco. Y cuando no encontraba a Gerardo María, me sentaba frente al espejo de mi madre y todo arreglado.

Una de mis primeras mañanas de angustia existencial, al despertar e ir a lavarnos la cara, me miré en el espejo y, al vernos su cicatriz en mi cara, reafirmé que él era nosotros y quedamos tranquilo, aunque me asustamos, pues hasta ese momento sólo el tentáculo Gerardo María había presentado la marca de un golpe de palo de escoba que un niño idiota no supo dirigir a la piñata. Es decir, el asombro surgió de un extraño proceso de mimecoatlismo (acabo de inventar el término: el griego mimetos y el náhuatl coatl, juntos, forman la idea de un ser doble que, poco a poco, va multiplicando sus semejanzas hasta volverse un monstruo con el don de la ubicuidad, lo que, a propósito, nunca explotamos en los circuitos del delito: mi mayor crimen fue, en secundaria, entregar dos veces el mismo examen de Biología).