miércoles, abril 26, 2006

Parroquianos II

Sigo con la correspondencia. Doy la palabra a…

Javier García
Baterista de Las Señoritas de Aviñón, publicista y conversador incansable, en carta a Raúl de la Rosa.


¿Viste ya el video de la reunión de Cream? Con el segundo tema me acordé mucho de ti, Raúl: es una versión de Spoonful que necesitas escuchar (tengo la seguridad de que va a emocionarte y a convertirse en una de tus favoritas).

También, aparece Sleepy time time: ¡Maravillosa!, como diría Octavio Herrero. Por cierto, viene en dos tomas distintas, igual de impresionantes. ¡Y un Stormy Monday que te pone la piel chinita (aquí, escuchas a un Cream en plenitud y, en particular, a un Ginger Baker contemporáneo y muy blusero -una verdadera lección para quienes aspiramos a tocar blues en batería)!

Música de altísima factura, todo el tiempo.


Es de llamar la atención la primera escena: a contraluz, entran al escenario tres cuerpos ya grandes, poco ágiles. Bruce, necesitando recargarse en un banco para tocar y transformar todo en energía pura desde la primera nota, con dominio total del bajo y de la armónica. Clapton, en su real nivel ("on the top"). Y Baker, demostrando por qué es uno de los históricos de labatería (hace un solo de MAESTRO hacia el final del concierto).

Si no ha llegado a tus manos, ya se lo pasé a Eduardo Serrano, para que lo tenga en el Ruta 61. El día que vayas, dile que te ponga una probada. Es un agasajo de blues, de jazz y de rock, y creo que hasta vale la pena recorrerle un Sendero del Blues.

Admito que quizá mi desmedida afición/devoción por el trabajo de Clapton me haga verlo así. Pero ya he tenido la oportunidad de compartirlo con varios amigos -melómanos irredentos- y TODOS opinan lo mismo.

Como corolario, cabe comentar que E.C. está trabajando a un ritmo impresionante (fácil, un disco cada 6 meses, durante los últimos 5 años), y no para de dar conciertos y de participar en eventos trascendentes (el cumpleaños de la reina, los 70 años de Mayal, el Concierto para George, Crossroads 2 y la reunión de Cream). Y, en tiempos libres, hace discos como el del homenaje a Robert Johnson, que tanto te gustó... ¡uuf!

Saludos del auditorio fiel.

Fco. Javier García



Mi comentario

¡Gracias, Javier! Primero, por enviarme copia de tu mensaje. Segundo, por informarnos tan puntualmente de este tesoro (siempre es bueno ver a los viejos, porque se fortalece la esperanza de llegar a su edad en las mismas buenas condiciones).

¡Ya me pegaste las ganas de ver y escuchar el DVD de Cream! ¡Gracias! Todos te agradecemos que estés siempre al tanto de las cosas que podemos y debemos conocer. Personalmente, te agradezco que le hayas llevado a Lalo Serrano esa preciosa tocada de los Black Crowes con Jimmy Page.

Sólo un detalle, queridísimo Javier. Sobre el cumpleaños de la reina (supongo que te refieres a Isabel II de Inglaterra), ¿te parece que es un evento trascendente?

¡Bah, no me hagas caso! Esa mujer es un encanto (siempre me cayó bien, desde que la vi recibir a los Beatles, cuando éstos eran unos niños yeah yeah yeah).

Lo que pasa es que, en otra parte del mundo, España, se celebran los 75 años de la proclamación de la Segunda República, y traigo entonces muy presentes los siete puntos del Manifiesto contra la Monarquía, que habrían de extenderse a cualquier monarquía. Transcribo el manifiesto, por considerarlo de interés general y porque en él podría inspirarse un Manifiesto contra la Hegemonía Estadounidense (fíjate, Javier, que dije contra la hegemonía, no contra Estados Unidos). Pongo en negritas lo que creo que funciona, incluso, para referirse a nuestro propio ambiente político , donde estamos viviendo el reciclaje de la mentira que busca destruir al adversario, de la mentira que infunde pavores, de la mentira que no dice su nombre y que distribuye un miedo irracional parecido al que viven los personajes de la serie Lost, quienes se encuentran ante la disyuntiva de ingresar o no un código (4-8-15-16-23-42), aun sin tener la certidumbre de que, de no hacerlo, algo sucederá (ni siquiera saben si se trata de algo malo o algo bueno). No sé en Lost, pero en la historia de la humanidad no es un hipotético monstruo el que genera el miedo, sino el miedo el que genera al monstruo. Pregúntenle a Edipo, pregúntele a los habitantes de San Miguel Canoa, pregúntenle a los estadounidenses, pregúntenle a los alemanes de entreguerras...

I
Rechazamos el texto constitucional de 1978 porque, desde su concepción hasta su posterior ratificación en referéndum, el ambiente político estuvo presidido por el miedo a una nueva reacción armada de la derecha española. Hablar, constituirse, pensar, votar con miedo, supone un atentado a la Libertad e invalida todo el proceso.

II
Asimismo, rechazamos dicho texto, porque en su Título Segundo se reinstaura la monarquía, siendo como es una institución extemporánea, medieval e intrínsicamente antidemocrática, que, al postular una jefatura de Estado en base al derecho de nacimiento, representa un atentado contra la Igualdad de la ciudadanía.

III
Exhortamos a los poderes públicos a liderar el proceso de recuperación de la Memoria Histórica, mediante un decidido impulso legislativo, una dotación presupuestaria suficiente y la actuación conjunta con las asociaciones de víctimas. Ignorar esta cuestión es un agravio comparativo, que daña la dignidad nacional y va en contra de la Fraternidad.

IV
Deseamos que toda persona mayor de edad sea libre de profesar cualquier credo, no así el Estado, que deberá velar por el Laicismo y no aceptar ingerencias por parte de jerarquía religiosa alguna. La independencia de España no puede permanecer sometida a las decisiones de los dirigentes del Estado de la Ciudad del Vaticano.

V
Exigimos que los miembros de la familia real pasen a ser considerados personas iguales al resto de la población, en derechos y obligaciones, libertades y garantías. Deberán abandonar inmediatamente cualquier propiedad del Patrimonio Nacional y todos sus bienes —incluyendo activos financieros y depósitos internacionales—, serán reintegrados al Erario Público.

VI
Reivindicamos el derecho de Autodeterminación. Exigimos el más estricto respeto para la identidad de las diversas realidades sociales que coexisten junto a la española. Un pueblo libre no puede tener familias prisioneras. No es justo manipular artificialmente la cultura, leyes, lengua y territorio de otras sociedades para satisfacer la ambición de una élite dominante. El imperialismo es una idea obsoleta, que está en el origen del sufrimiento, desequilibrio y rencor entre personas que deberían compartir sin expoliar, conocer sin temor y progresar sin desigualdad.

VII
Exigimos la apertura de un proceso constituyente, orientado no a un cambio de régimen, sino a la supresión de cualquier institución heredera de la etapa dictatorial. La reinstauración de una tercera etapa de legitimidad para las instituciones públicas del Estado. España debe ser una República democrática de personas trabajadoras de toda clase, organizadas en régimen de Libertad y Justicia; en la que todos los cargos públicos sean elegidos periódicamente por la ciudadanía, a través de elecciones libres y sin miedo; en la que se establezca una auténtica separación entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.


Entonces, volviendo a Clapton y a Inglaterra, ¿qué hace don Eric asistiendo a fiestas de la monarquía de su país? Me entero, por internet, que, ya en la recepción en el Palacio de Buckingham, al saludar a los invitados, la soberana dejó ver que no conocía a muchos de ellos. ¡Bueno, claro! Eso pasa cuando hacemos fiestas en bola –bien lo describe Chava Flores en Ya llegaron los gorrones:

-Yo soy amigo de la hermana de un señor que no vino a la fiesta; también soy cuate del sobrino de Nabor...
-¿Nabor? ¿Cuál Nabor?
-Nabor el de la orquesta.

Reconstruyo con mi inagotable imaginación la incómoda escena de los que hasta ese momento se creían dioses…

Isabel II: ¿Y usted, a qué se dedica?
Brian May: Soy guitarrista, Su Majestad; soy aquel que tocó en 2002 en los jardines de este mismo palacio. ¿Recuerda? En el jubileo de oro de vuestro reinado.
Isabel II. ¡Oh, ése era usted! ¿Y usted, señor, también toca la guitarra?
Jimmy Page: Sí, Su Majestad.
Isabel II: ¡Ay, pues qué bonito! ¿Y usted, señor…?
Eric Clapton: Clapton, Su Majestad, Eric Clapton…
Isabel II: ¡No me diga! También toca la guitarra.
Eric Clapton: Sí, Su Majestad. Lo he hecho durante los últimos 45 años.
Isabel II: ¡Ay, sí, señor Clapton, algo me han dicho de usted! ¿Y usted, amigo? ¿Guitarrista como estos señores?
Mr. Perkins: No, Su Majestad. ¿Desea un canapé?

Bueno, bueno, hay que ser pacientes con doña Isabel. Mi papá, amadísimo, nunca ha podido mencionar los nombres de los Beatles. Apenas si recuerda los nombres de sus hijos. Cuando éramos niños, y no lograba terminar la tarea, mi santo padre perdía la serenidad y me gritaba, golpeando la mesa, casi a punto del llanto:

-¡Pero hija, hija!

Mi madre se enojaba y le recordaba que yo pertenecía al sexo masculino…

-¡Varoncito, hombre, machito, hijo, hijo…!

Yo aprovechaba para hacer mi teatro:

-¡Ay, mamá, déjalo, que me diga como quiera, pero que no me grite, que siento muy feo!

Y me iba hacia el refrigerador, contoneándome como una loca, y sacaba un vaso de leche que bebía con fruición.

Entonces, Javier, concluyo que todos nos vamos a morir, y que ese día será, para cada uno, el fin del mundo; que nada es trascendente, que vanitas vanitatum et omnia vanitas, que doña Isabel (que tiene la edad de mi diosa madre) ya bastante tiene con aguantar al imbécil de su hijo, el príncipe de Gales.

martes, abril 25, 2006

Parroquianos I

¡Atiza! -como dirían los Supersabios de Butse-. ¡De lo que uno se va enterando!

Aunque se trata de casos aislados y excepcionales, hay personas -
aunque usted no lo crea- que le tienen tirria a Ruta 61.

¿Por qué? ¡Porque no faltan quienes piensan que es pecado tener éxito! ¡Porque siempre hay alguien incapaz de enorgullecerse del esfuerzo y los logros ajenos!


Hay garzas divinas que no soportan la experiencia de ser ignoradas, que no aguantan la lección de ser tratadas como seres humanos, comunes y corrientes. Y sucede que los seres humanos nos equivocamos, cometemos errores, y también ofrecemos disculpas, a veces hasta nos hacemos de la vista gorda ante los engreídos y los petulantes; otras veces, en cambio, la fatuidad nos rompe las pelotas y contestamos de mala manera; pero los seres humanos sanos –no es mi caso- han de ir por la vida sin bolas duras de rencor, sin rumiar enconos, sino bordando amores y destejiendo tristezas, tra la la.

De cualquier manera, e la nave va, Ruta 61 sigue, con sus Orlandos, con sus Edmea Tetuas, con sus amigos y sus refugiados serbios; con sus rinocerontes, atolondrados de tanto mar.

Eduardo Serrano, dueño de Ruta 61, es un empresario. Su bar es negocio. Nuestro Señor Jesucristo será verbo no sustantivo, y viva la gente (la hay donde quiera que vas)... pero Ruta 61 es un negocio, no casa de repujado ni guardería de artesanos (su incidencia en la cultura será determinada, en el mejor de los casos, por los futuros historiadores de nuestra ciudad); es negocio de entretenimiento, digo, y no taller de buenas intenciones; que nadie lo confunda con farmacia donde los mareados de pasadas alucinaciones recuperan su gloria perdida. Es, insisto, un negocio. Ya luego, juntito y simultáneo al denuedo empresarial –intrepidez heroica-, viene el carácter de Lalo, bohemio de buena cepa: se nota su gozo por hacer lo que le gusta, y en varias ocasiones lo he visto perder dinero para que del espectáculo broten las zarzamoras del placer colectivo, tra la la.

¡Porque el éxito de Ruta 61 está, precisamente, en la personalidad de Lalo y en la excelente calidad de muchas de las bandas que ahí se presentan!

Eduardo no ha hecho otra cosa más que abrir las puertas del bar a quienes hacen blues y a quienes disfrutamos escuchando esta música. Ha habido, incluso, momentos en que, por coincidencia de especies o por la simple calidad de los músicos, Lalo da la bienvenida a otras expresiones, como el jazz, cosa que muchos hemos visto con buenos ojos –o hemos escuchado con buenos oídos-. No todas las elecciones de grupos, sin embargo, han sido las más apropiadas; pero lo cierto es que por Ruta 61 han pasado excelentes bandas y músicos extraordinarios: Betsy Pecanins, Guillermo Briseño, Billy Branch, John Markiss, Las Señoritas de Aviñón, AKA, Pangea, Vieja Estación, X-Pression, El Charro y sus Moonhowlers, Guadaloop…

Además, el lugar cuenta siempre con la visita de grandes personalidades y figuras de indiscutido valor para la grandeza de nuestra ciudad, como, por ejemplo, Raúl de la Rosa, quien acaba de enviarme un mensaje. Con su permiso, lo transcribo y lo respondo.

Raúl de la Rosa
Escritor, periodista, amante del blues,
promotor cultural y bon vivant.


Agus, mi querido Agustín, siempre dudo en escribir un comentario a alguien, que como usted, logra en algunas cuartillas decir con sensibilidad e inteligencia, tanto y tan bien con esa nota sobre la Poniatowska y Unamuno.

Te he de confesar que llevo varios días tratando de escribir una nota acerca de lo que significan esos ataque orquestados en contra de AMLO. La verdad es que AMLO me es sin embargo (Piporro dixit), pero esa polarización en la que nos están metiendo los 3 reyes majes de la política nacional me preocupa y me recuerda la manera en que Mussolini subió al poder: con el miedo de la clase media de Italia. Con Hitler pasó lo mesmo; con Franco, etcétera. En México, no existe un movimiento con las características de los fascios, ni los tiempos son los mismos; pero estas campañas han logrado meterle miedo a una sociedad tan conservadora como la mexicana. Quiero, por eso, escribir un artículo tan cabal y hermoso como ese que acabo de leer sobre la Poniatowska.

Lo tengo que relacionar con la música. Ya sabes: los derechos civiles, encabezados por Martin Luther King, se dieron cuando los afroamericanos perdieron el miedo de salir a la calle a protestar y cantar el will shall overcome. Hace pocos días, la comunidad de ilegales en los EU salió a las calles para protestar, apenas perdieron el miedo, para hacerse oír.

Lo que estos fascistas de petatiux están logrando con su campaña en contra de AMLO, es precisamente meterle miedo a los votantes aún indecisos. Lo que a mi me gustaría escribir es un artículo que el encabezado diga:


Ésa sería una frase que, impresa en stickers o en volantes, podría propagarse entre la sociedad en general que, sin pertenecer a algún partido, está preocupada por lo que sucede. ¿Tú que opinas?


Un abrazo
Raúl de la Rosa


Mi respuesta

Para matizar tu posición y la mía (que es la misma, Raúl, absolutamente la misma) –o, más bien, para que no se nos malinterprete- invitemos a los lectores de este blog a leer el brillante artículo de Denise Dresser (¿Discípulos o ciudadanos?) en el Proceso de esta semana (número 1538). La analista es muy acertada en todos sus juicios y sus advertencias, excepto en el momento en que llama a José Emilio Pacheco –sin mencionarlo- miembro de la intelligentsia mexicana-.

¿Qué es eso? ¿A qué te suena? ¿Ya vuelven los pequeños a escupirle a los grandes, los adolescentes a despreciar a sus padres?

Recordarás, Raúl, cómo trató la izquierda verdadera a Octavio Paz: llamándolo padrino mafioso, sumo sacerdote de su propia capilla, arrogante vaca sagrada. Pocos tuvieron entonces la altura intelectual del poeta, y entre esos pocos se encontraba Carlos Monsiváis, su mejor interlocutor, su mejor antagonista. Paradójicamente –o lógicamente-, Monsiváis está sugerido –junto con Pacheco- en la referencia de Dresser, mujer de espléndidos razonamientos pero que, en esta ocasión, tuvo un arrebato de adolescente malcriada.

¡Está bien, así ha sido siempre! ¡Y es bueno que así sea, cuando de la disputa brota más luz para todos!

Pero en el contexto del artículo, parece que Dresser no escribe la frase como reconocimiento a la lucidez de Pacheco y Monsiváis, sino como reclamo de hija menor –o sobrina lejana-, y lo hace con sorna y con resentimiento. No creo que Denise haya puesto el término intelligentsia leyendo, antes de decidirse a utilizarlo, a Peter Burke o a Gabriel Said. Su exabrupto se parece más a las idioteces de Luis Pazos (la mente lúcida de la derecha, imagínate) que a la fuerza polémica –respetuosa siempre- con la que Monsiváis enfrentó a Octavio Paz. En el artículo de Dresser, insisto, la frase suena a mofa insolente.

Seguramente, Raúl, ya te enteraste de la carta enviada al “pueblo de México” por Saramago, Goytisolo, Cardenal, Galeano, Skarmeta, Bryce Echenique y otros dieciocho… ¿Qué? ¿Qué diría Denise Dresser, cómo los clasificaría? ¿Otros dieciocho miembros de la intelligentsia planetaria, esa secta de arrogantes que se siente con derecho a enfrentarse a la ultraderecha mexicana, pero que se hace de la vista gorda cuando…? ¿Cuándo qué, Denise, cuando qué? Ni Carlos Monsiváis, ni José Emilio Pacheco escribieron una oda staliniana a candidato alguno. ¡Simplemente se negaron a guardar silencio cuando a los trogloditas de siempre se les ocurrió arremeter contra el derecho de todo individuo a manifestar libremente ideas y opiniones! (y ese gesto de censura no cabe en ninguna idea, en ninguna opinión, es sólo el rebuzno milenario de la barbarie que se ufana de “su” civilización).

Un abrazo, Raúl.

sábado, abril 22, 2006

Miscelánea

A estas horas, José Luis Sánchez, nuestro querido Josefáin, ha de encontrarse ya en Buenos Aires. Como escribí en la entrega pasada, todos estaremos pendientes y esperando noticias sobre la salud de su hermano. Sabemos, además, que allá -como nos lo hizo ver Nachuito en su mensaje- hay amigos y familia que estarán a su lado. Un abrazo, Jose.

Llegandito de Ixtapa (¡ah, porque estuve en Ixtapa, con Santiago Espósito y Rafael Martínez!), me encuentro con Gerardo, mi hermano, entusiasta cazador de rocanrol y maestro de tintas, crayolas y lápices (si no han visitado Tlacuiloco, su blog de viñetas, tienen que hacerlo ya).

Me dice Gerardo:

-Escucha a Frank Black y dime si en esta fotografía no se parece a...

Alguien ha de acordarse de Frank Black, el líder de The Pixies. Confieso, sin embargo, que nunca escuché a la banda de Boston formada en 1986. ¿O sí? ¡No me acuerdo! De cualquier manera, lo que me hace escuchar mi gemelo (Frank Black and The Catholics) me gusta... y mucho. ¡Y no es tan nuevo! Dog in the sand es un disco de 2000. Aprieten la estufa color de rosa y díganme qué piensan de Bullet.

Acerca de Frank Black, transcribo la opinión de Toni Castarnado, un buen crítico:

Uno de los tipos con más sentido innovador en los noventa ha entrado en este nuevo siglo con distinto calzado (...), con las ideas muy claras sobre que es lo que quiere y cómo lo quiere (...).
En esta ocasión volvemos a toparnos con el músico básico y directo de sus últimos trabajos (no olviden que graban casi en directo con la única ayuda de un dos pistas), pero con mucha más riqueza musical. ”Blast Off” es la canción que deberían haber firmado este año los Rolling Stones y la que nos revela que Bob Dylan se ha tomado una temporada de vacaciones, sabiendo perfectamente que nuestro entrañable protagonista iba a recoger el testigo de sus mejores trabajos. Por lo general, el resto del disco nos presentará piezas de rock con raíces, fuertemente influenciado por el folk y el blues. Así pues, desde los tiempos de Trompe Le Monde, el trabajo más coherente con el otrora Black Francis como protagonista.

Pero esto viene a cuento, decía, porque Gerardo me hizo ver el asombroso parecido entre Frank Black y uno de nuestros más queridos y apreciados músicos de Ruta 61.

miércoles, abril 19, 2006

¡Josefáin!


ESTAMOS CONTIGO.
ESTAMOS CON TU HERMANO.
ESTAMOS CON TU FAMILIA.
TE QUEREMOS Y TE VAMOS A EXTRAÑAR.
P.D. UN SALUDO ESPECIAL DE TOMY, AGUS Y RAFA.
IXTAPA, ABRIL 2006.

viernes, abril 14, 2006

Carta a Hugo García Michel

Salió ya el número 13 (abril) de La Mosca, publicación que diriges. Dentro de ella aparece, en las páginas 30 y 31, un reportaje hecho a la mejor banda de rocanrol con que cuenta hoy la Ciudad de México.

No me gustó, Hugo. Definitivamente, no me gustó. Desaprovechaste la oportunidad de hacer un buen trabajo periodístico. ¿Por qué? ¡No sé! Aprecio mucho lo que haces, pero así como el lunes 21 de noviembre del año pasado comenté mi incomodidad por las inconsistencias y la falta de objetividad en la entrevista que le hiciste a Male Rouge en tu número 98, hoy vuelvo a expresarte -con afecto y admiración- mi enojo.

Si con Male te excediste de manera deplorable en tus halagos, ahora, con Vieja Estación, te vas al otro extremo, a no decir esta boca es mía. Parece que hiciste el reportaje con una inmensa flojera y sólo por cumplir con un compromiso: te limitaste a transcribir, casi en crudo, las palabras de cada uno de los miembros, sin composición alguna, sin relieves, sin crítica (a favor o en contra de su trabajo, eso no importa), sin pasión por la música.

¿Qué pasa, Hugo?

Mira el título que pusiste: Por los rumbos de la vieja estación. ¡Miles de veces has escuchado a la banda, miles de veces han dicho sus miembros que el nombre no lleva artículo! ¡La Vieja Estación, por favor, a estas alturas del curso de buena música no puedes cometer un error de ese tamaño! ¿O acaso te gustaría que alguien presentara a tu banda como Esos pechos privilegiados?

Si bien sabías que el nombre de la banda es Vieja Estación, pudiste, en el peor de los casos, elegir el artículo indeterminado: Por los rumbos de una vieja estación.

Pero olvídate de eso, e incluso del casi oxímoron, absolutamente involuntario (me extraña: si eres lector de Juan Ruiz de Alarcón, seguro sientes un respeto semejante por Francisco de Quevedo, maestro de la paradoja y la bella monstruosidad en la unión de conceptos contrarios), y explícame por qué, en vez de exprimir aquí tu conocimiento y manifestar tu punto de vista, preferiste reducir tu intervención a acotaciones distantes (habla, interviene, retoma la palabra, a decir de fulanito, refiere que, dice, comenta, explica).

Para acabarla de amolar, le das tu portada a Kurt Cobain. Yo te insistí, entre broma y veras, que corrieras la aventura de colocar ahí una buena foto de Vieja Estación. Entiendo por qué no lo hiciste: la mercadotecnia manda en estos asuntos, y seguro que muchos de tus consumidores sueltan los treinta pesos con más facilidad si la portada presenta al cantante de Nirvana. ¡Está bien, no te lo critico! Sin embargo –y te lo digo con el corazón en la mano-, bien harías en ser un empresario que corre riesgos, que es capaz de apostar a la construcción de un público, en vez de repetir la fórmula gastada de ser la enésima revista que habla sobre Cobain. ¿Y para qué lo hiciste? ¡Para publicar una aburrida entrevista con un chamaquito de 25 años que habla de su novia y de sus pleitos con un retrasado mental de treinta años (Axl Roses)… ¿Qué diferencia hay, entonces, entre La Mosca y TVNotas?

Si en el número anterior, La Mosca afirmó que Todo perro tiene su día es un disco excelente, ¿por qué no avalar esa afirmación con un reportaje sobre la música de Vieja Estación, entreverado -ahora sí- con la experiencia de sus miembros en la Ciudad de México?

Oye, Hugo, no percibas en mis palabras asomo alguno de desprecio hacia tu trabajo. Al contrario, recibe mi quejumbrosa voz como la de un amigo que te conoce y te reconoce.

Te mando un abrazo.

miércoles, abril 12, 2006

El Charro y sus Moonhowlers II

La última vez que tuve la oportunidad de disfrutar la música del Charro y sus Moonhowlers, fue el jueves 19 de enero. De hecho, ya hice la crónica de ese día en este blog.

Octavio Soto, el Charro, es un excelente guitarrista, con gran sentido del espectáculo y con una singular manera de hacer blues. A ver si mañana, viernes, la banda sigue compuesta por quienes le están dando a Octavio la fuerza indispensable para que él se desarrolle con toda tranquilidad en el escenario: José Luis Sánchez, de Vieja Estación; Federico Luna, de la banda de Memo Briseño; Rafael Herrera, de Los Calcetines; y el baterista, de quien sigo sin saber más que su apellido: García.

¡Nos vemos, entonces, el viernes santo, después de acompañar a Nuestro Señor Jesucristo durante su calvario! Para cuando el Charro esté tocando, al maestro Jesús sólo le faltarán algunas horas para resucitar, y tenemos que estar listos para el sábado de gloria.
¿Nos vemos en Ruta 61? Seguro se aparecen por ahí Santiago Espósito, Octavio Herrero y Jaime Holcombe, y el Charro, que los quiere mucho y los respeta como músicos, los subirá al escenario. ¡Y, entonces, tendremos la fortuna de ver cómo florece por todas partes la belleza del blues y el rocanrol! En una de ésas, hasta el Polaco y Mauro Bonamico terminarán arriba.

A Javier García y a Ignacio Espósito, por favor, déjenlos disfrutar de su asueto. Los bateristas están más contentos en la barra, ya me he dado cuenta.

domingo, abril 09, 2006

Jueves 6 de abril (segunda parte)

El viernes 31 de marzo, Lalo Serrano (dueño de Ruta 61) y Vieja Estación aparecieron en la tele. Al martes siguiente, Tania Molina Ramírez publicó en La Jornada una entrevista con la banda. El viernes de esa semana, fue transmitida por radio la conversación que el grupo bonaerense sostuvo con un joven reportero (prometo recordar su nombre, para mencionarlo debidamente). Hoy, domingo 9 de abril, Verónica Maza Bustamante difunde a través de Milenio El arte de reivindicar a los héroes, que recoge las palabras de Ezequiel, José Luis, Santiago, Ignacio y Mauro dichas durante una reunión con la periodista, la noche del pasado lunes. ¡Y está por salir el nuevo número de La Mosca, que contiene la plática entre Hugo García Michel y los autores del mejor álbum de rocanrol que se ha hecho en México desde que esta música existe como tal!

El interés que Vieja Estación ha despertado en diversos medios de comunicación y, claro, entre los parroquianos de Ruta 61 (así como entre el público de otros sitios, como el Wicklow Irish Pub de Querétaro y el Festival de Blues de Aguascalientes, por ejemplo), no se debe a una casualidad sino a la siembra constante y esforzada de música hecha con talento, honestidad y amor.

De algo no me cabe duda: más pronto que tarde, Vieja Estación contará con el reconocimiento general de quienes están hartos de consumir gato, cuando lo que desean es comer liebre, la liebre auténtica que sabe a historia.

¿Recuerdan, muchachos, cuando escuchar rock significaba una declaración de principios, tanto estéticos como morales?

Hoy, las cosas han cambiado, al menos en mi caso. Los héroes de mi adolescencia (John Lennon, Keith Richards, Ray Davies y Pete Townshend) ya no dictan sobre mi conciencia; ni siquiera tomo muy en serio sus mensajes, más que para entender el espíritu de una época. A ninguno de ellos lo considero modelo a seguir ni lo confundo con pensadores profundos. Y, sin embargo, su música conserva en mi vida presente un valor inconmensurable: Plastic Ono Band, el primer disco de Lennon como solista (descarto como tales Toronto 69, Life with the lions, Wedding Album y Two Virgins) es una obra maestra, y también lo son Exile on Main Street, Imagine, Sticky Fingers, Lola vs. Powerman, Arthur, Preservation, Soap Opera, Low Budget, One for the road, Tommy, Who's Next, Quadrophenia y Who are you. Puedo vivir cada uno de estos discos -de preferencia en la pacífica soledad- con el mismo placer con el que leo un buen libro, veo una gran película, bebo un whisky caro, escucho a Miles Davis o cometo un pecado inconfesable (casi siempre relacionado con el sexto mandamiento de los judíos -Éxodo 20, 14- y con las palabras sobre el asunto que Nuestro Señor Jesucristo pronunció en alguna parte del Sermón de la Montaña -Mateo 5, 27-28).

Es en ese terreno (el de la música sin adjetivos, el del placer estético en sí y para sí) desde donde ofrezco una garantía: al escuchar a Vieja Estación -en vivo o en Todo perro tiene su día (aunque también es posible adquirir ahora un disco paralelo: Blanco y Negro, que contiene versiones de clásicos del blues y el rock)-, no tendrás que hacerlo a escondidas ni avergonzado, sino con el mismo orgullo con el que uno salía de la tienda de discos -Hip 70 o Yoko Quadrasonic (época pre-Mix Up), después de comprar, por ejemplo, Starless and Bible Black, de King Crimson; The Psychomodo, de Steve Harley; Wired, de Jeff Beck... y The Last Puff, de Spooky Tooth.

¿Por qué menciono discos maravillosos y entrañables que, aparentemente, nada tienen que ver con Vieja Estación? Porque quiero dejar claro un punto: Todo perro tiene su día es un disco hecho y pensado -como los álbumes citados- para quienes buscan música y no un producto urdido a la medida de la temporada. Por eso, esta joya del rocanrol logrará atravesar el tiempo y volverse inmortal. Estoy absolutamente convencido.

Termino esta entrega con las palabras que Marie acaba de enviarme, desde Playa del Carmen, porque creo que resumen el encantamiento que en muchos ha generado la música de Vieja Estación:

Hoy, a las 5:30 de la mañana, me fui a pescar. Un botecito, tres pescadores, algunas varas, una red... y yo (¡y muchas lombrices!). Quise cantar, a esas horas, flotando, 61 poemas borrachos. Pero los pescadores no me dejaron cantar. Dicen que tan temprano, si cantas, los peces se confunden. No me entienden, no entienden que, si cantas algo de Vieja Estación, puede pasarte cualquier cosa, menos confundirte.

¡Vuelve pronto, Marie!

viernes, abril 07, 2006

Jueves 6 de abril (primera parte)

No hubo diseños exclusivos ni realizaciones en shantung; no hubo sedas naturales ni encaje de chantilly; no hubo drapeados en color oro viejo ni bordados a mano con pedrería y canutillos de cristal tornasolado; nadie lució creaciones dignas de reinas, infantas y princesas. Nada, pues, de boato: no hubo pompas, terciopelos ni oropeles, aunque sí el glamour de las mujeres que visitan seguido el bar (mujeres cuya belleza empieza a ser proverbial).

Pero, entonces… ¿qué hubo?

¡Hubo rocanrol! Y, alrededor de él, las actividades múltiples, las conversaciones simultáneas y los insólitos personajes que hacen de Ruta 61 el Jockey Club del siglo XXI. Habremos perdido la elegancia y el gusto por la música de salterios, es cierto; pero, a cambio, contamos con un bar para escuchar buen blues y platicar con los amigos.

Anoche, hervía la vida en Ruta 61, por la presentación de Todo perro tiene su día, el más reciente álbum de Vieja Estación.

Dos Señoritas de Aviñón se ensartaban con la Tía Juanita en una discusión sobre política nacional, mientras Mariana Dávila, a medio vestir y muy dark, hacía malabarismos de fuego en la calle, a la entrada, para invitar a los transeúntes a pasar y vivir buen rocanrol.

José Luis Sánchez y Octavio Herrero describían emocionados la participación de Anita Ekberg en Bocaccio 70, mientras Octavio Soto, el Charro, miraba en silencio a la concurrencia, preguntándose cuántos de ellos desobedecerán a Benedicto XVI y asistirán, el viernes 14 de abril, a escuchar su delicioso blues (el del Charro, no el del Sumo Pontífice).

Ingrid Ojos de Mar
saludaba de prisa y con besos casi al aire (ni tiempo daba de chulearle sus preciosos cuasi-caireles), porque ya tenía mesa apartada, con dos amigas, las señoritas Yanina y Romina (al cotilleo entre argentinas se unía, a veces, Gabriela Brontese, inesperadamente platicadora).

Alejandro y Néstor
, dueños del Wicklow de Querétaro, amarraban acuerdos con el Polaco (Ezequiel Espósito) para la presentación del disco en ese hermoso pub estilo irlandés, mañana, sábado 8 de abril, mientras Tomy (Santiago Espósito) saludaba de abrazo y beso al Negro García López, extraordinario músico que alguna vez salvó a cierto baterista de liarse a golpes con un marido celoso; lo salvó, invitándolo al indispensable palomazo, aunque no me acuerdo si don Juan de los Tambores subió al escenario, porque en realidad estaba que hervía y con ganas de medir sus fuerzas (ya podrán ustedes entender quién es el maestro de la Tía Juanita cuando le sale su Inspector Gadget dispuesto a aniquilar cucarachas).

Mauro Bonamico
conversaba con Catire y la chula Solana –vestida como para una buena película francesa-, mientras Silvia Flores y José prometían a la Tía Juanita abrir con ella un Jack Daniel’s que anda rezagado en su casa. Y Marie, que no podía faltar, nos contaba que estaba a punto de irse a Playa del Carmen (ya ha de estar allá), mientras Malena Rouge dejaba su voz entusiasmada en la grabadora de un joven periodista (ese mismo reportero realizaría después una larga entrevista con Vieja Estación, que sería transmitida horas después por radio).

Raúl de la Rosa se paseaba, montado en la eterna sabiduría de quien ha vivido -y creado- los grandes momentos del blues en México, mientras Tania Molina era felicitada por la excelente nota sobre Vieja Estación publicada hace unos días en La Jornada.

Ruta 61 tuvo, además, el honor de contar con la presencia de doña María del Carmen Herrera, madre de nuestro querido Rafael Martínez, ingeniero de sonido del bar y, también, miembro prominente del equipo de producción de Todo perro tiene su día. Doña MariCarmen tuvo el buen tino de ocupar el lugar donde acostumbra sentarse doña Alba Criscuolo, cuando viene a México a visitar a sus hijos, de quienes se siente orgullosa y por quienes experimenta la amorosa alegría de una madre que sabe que sus muchachos están en buenas manos.

Y Betsy, la única Betsy que puede aparecer en nuestra mente, la única Betsy de la que tiene caso hablar, la Pecanins, acompañada de otro grande: Enrique Abrahamson (no sé si su apellido se escribe así, ya investigaré). Ambos, discretos pero contentos, avalando con su presencia el buen rocnarol de Vieja Estación.
Escribo esto en Ruta 61, mientras la pantalla del bar proyecta blues de primera línea. Ya estoy en mi friday night fever, y como en cualquier momento comenzará el espectáculo (Vieja Estación, de nuevo, y Las Señoritas de Aviñón), seguiré más tarde con esta crónica.

miércoles, abril 05, 2006

Toda mesa tiene su pero...

Aquí vemos a Yumiko Yoshika, coreógrafa y bailarina de danza butho, al momento de enterarse –por Lalo Serrano- que había conseguido una mesa en Ruta 61, para disfrutar, este jueves 6 de abril, de la presentación de TODO PERRO TIENE SU DÍA, el más reciente álbum de VIEJA ESTACIÓN.

Yumiko supo apartar a tiempo su mesa.
¿Y tú, querido lector?
3096-3021 y 5211-7602

martes, abril 04, 2006

¡Todo perro tiene su jueves!


No olviden, amigos, que este jueves 6 de abril, Vieja Estación -la mejor banda de rocanrol de la ciudad- presenta TODO PERRO TIENE SU DÍA, el mejor álbum de rocanrol que se ha hecho en este país en los últimos cincuenta años.

domingo, abril 02, 2006

Escapan varios reclusos...

Sigue la muerte haciendo de las suyas, y no hay quien le gane la partida de ajedrez (todos somos Antonius Block). Había mencionado, en otras entregas, las mudanzas definitivas de Ludwik Margules y Alí Farka Touré. Luego, apenas en febrero, se fue Juan Soriano (Guadalajara, Jalisco, 1920). Ahora, se escapan dos artistas fundamentales del siglo XX: Stanislaw Lem (Lwów, entonces de Polonia, 1921) y Salvador Elizondo (México, 1932).

Habrá sido entre 1972 y 1974 que vi, veinte veces o más, Solaris, de Andrei Tarkovsky (con el excelente Donatas Banionis y la bellísima Natalia Bondarchuck, de quien me enamoré inmediatamente).

Solaris es una película de ciencia ficción basada en la novela que Stanislaw Lem publicó en 1961. ¡Cuidado! La pieza de Tarkovsky no debe confundirse con el desafortunado intento de Steven Soderbergh (1992), y aunque muchos consideran que la versión del director ruso es de lo menos valioso que hizo en su vida, yo insisto que se trata de una obra maestra, a la altura de La Infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962).

Vi la película en un pequeño cine que estaba a cierta altura del Periférico (pero no logro acordarme de su nombre). Luego, la pasaron al Gabriel Figueroa, que estaba en Avenida Yucatán, a una cuadra de Insurgentes. He aquí la crónica de un día en la vida de un adolescente obsesivo: Entro a la primera función, salgo a respirar un poco de aire fresco, me meto a la segunda función, salgo a respirar… y allá voy, a la tercera función. Sólo hice una borrachera semejante en 1979, con Manhattan, de Woody Allen, y esto porque hubo en ambas películas la urgente necesidad de registrar todas las imágenes, todas las palabras, todos los gestos, todo.

Cuento esto, porque a partir de la película decidí que tenía que leer la novela original. Lo hice, y luego llegué a El congreso de futurología. Ahora, Stanislaw Lem ya no escribirá más, lo que me permitirá agotar su obra sin sentir que es interminable.

La primera foto de esta entrega fue publicada por La Jornada el viernes pasado, y me llama mucho la atención. Es Salvador Elizondo a los cuarenta y dos años, creo que en La Casa del Lago. Y digo que me sorprende, porque es una imagen de 1976. ¡Yo recuerdo que Salvador Elizondo se veía ya, entonces, en persona, mucho más viejo! ¿O fue mi propia lozanía la responsable de tal ilusión óptica? ¿O es que la actitud física del maestro explicaba, ya en aquellos años, el cariñoso mote que Octavio Paz le impuso: niño de mil años?

Durante todo 1977, inscrito ya en la Facultad de Filosofía y Letras, asistí a las clases vespertinas del autor de El Grafógrafo. No era propiamente una clase, sino un taller o un seminario, algo así. La cátedra se centraba en la poesía francesa del siglo XIX: Mallarmé, Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Edgar A. Poe (¡sí, el bostoniano Poe es tan francés, como inglés es T.S. Eliot, nacido éste en Saint Louis, Missouri!). Y todos ellos, leídos a la luz de su admirado Paul Valery, quien, gracias a Elizondo –su traductor en México-, se volvió también mi objetivo intelectual y estético (no lo he alcanzado, como tampoco creo alcanzar nunca a Beckett, a quien descubrí por Octavio Herrero, el hoy guitarrista de Las Señoritas de Aviñón).

Ahora, se me aparece la imagen que grabé de esas sesiones en la Facultad: Salvador Elizondo era un hombre pequeño, muy pequeño, de apariencia frágil, con saco de tweed color gris, pantalones de mezclilla y zapatos de gamuza. Impartía su clase sentado y encorvado, acercando sus ojos a un enorme libro, cuyas hojas pasaba con delicadeza y entusiasmo: leía y comentaba, comentaba y leía, hacia digresiones, elucubraciones, viajes a otros mundos de la poesía y del pensamiento, volaba… para luego regresar al libro, como un experto paracaidista que sabe muy bien dónde aterrizar. Su voz, chillona como la de Jerry Lewis en The Nutty Profesor, nos mantenía hechizados durante dos horas. Y, al final, sin capacidad para decir algo, los estudiantes lo veíamos como si se nos hubiera aparecido Buddy Love, el gran hacedor de cocteles explosivos.

¿Quién de los simbolistas imaginó un piano del paladar? No me acuerdo. Recuerdo, eso sí, la explicación de don Salvador. El maestro Elizondo nos contaba, divertido, que dentro del mueble habría una serie de recipientes con diferentes líquidos, cada uno de distintos sabores. Los líquidos serían enviados, por medio de tubos, a la boca del ejecutante, quien podría, entonces, conocer a qué sabe, por ejemplo, el segundo movimiento del Concierto para Piano #2, de Beethoven… ¡o el duetino de Papagueno y Papaguena, de Mozart! (es fácil saber a qué pieza me refiero, si recuerdan la linda interpretación de Simon Callow –el genial Simon Callow- y Lizabeth Bartlett en la película Amadeus –cuando Wolfie acepta componer la música de La Flauta Mágica, con el libreto de su amigo Emanuel Schikaneder).

Fueron sus clases las que me llevaron, naturalmente, a sus libros: El Grafógrafo, El Retrato de Zoe, Farebauf o la crónica de un instante, Miscast, Camera Lucida, El hipogeo secreto. Creo que de este último es de donde Octavio Herrero se inspiró para su canción Fíltrate en mí, en permanente estado de composición.

Pues bien, las cosas son así... y no hay remedio. Apenas en enero recordábamos que hace veinte años desapareció Juan Rulfo, y ahora desaparecen otros. Desaparecer, ésta es la palabra exacta, pues en ella se subraya el necesario suspenso de la vida misma. Así deberían anunciarse las muertes en el periódico: Desaparecieron Stanislaw Lem y Salvador Elizondo. Se ignora su paradero.