jueves, noviembre 30, 2006

El blues de Chicago en la Ciudad de México III

El beso que viví aquella noche del viernes 1 de septiembre, sabía a nubes y almendras, a fuego lento, a vino, limón y tomillo, a uva, a miel, a dulce de todos los santos, panellets adelantados. Y al evocarlo, llegan con él y en este preciso instante los versos de Manuel M. Flores (1840-1885):

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es… amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón;
es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.

Luego vino el jueves nueve de noviembre, día en que compartimos comida austrohúngara en un lugar apacible y solitario, Los Caprichos del Emperador, que parecía abierto sólo para nosotros.

Terminado el sustento y pasado el vino australiano, y después de visitar de prisa Ruta 61 –donde medio escuchamos a Emiliano Juárez y bebimos sendos vasos de whisky Johnny Walker etiqueta negra-, entramos al huerto delicioso del que habla Prieto de Aretino y del que se canta en los priapeos romanos, y musité entonces aquellos dos versos sencillos de José Martí (1873-1895) que dicen Alas vi nacer en los hombros de las mujeres hermosas, y aun me dio tiempo de recordar un cuarteto posterior:



Yo he visto en la noche oscura

llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.

Nada más puedo decir en este locutorio casto, porque quedé perdidamente enamorado de una hija de Afrodita, una dona d’aigua, una aloja inevitable.

Así que mudo a la mudez.

Bajita la voz, me explico: El amor, ay, es pudoroso, así que no diré lo que no me es dado decir, sólo dejo una sonrisa y el encanto de la vida como sugerencias de mi felicidad furtiva… y efímera (ya vivo esa razón de la sinrazón que a mi razón se hace y que de tal manera mi razón enflaquece, como aprendió a recitar el hidalgo ingenioso por gracia de Feliciano de Silva).

Los días pasaron y llegó el jueves 16 de noviembre, fecha de mi infortunio teatral.

Vieja Estación, la banda argentina que toca el mejor rocanrol de esta ciudad, presentaba esa noche un espectáculo concentrado exclusivamente en su propia música, y a mí se me ocurrió aceptar su cariñosa invitación para leer una serie de papeles a manera de introito.

No lo hubiera hecho.
La palabra –sea escrita o sea hablada- no es moneda corriente en estos tiempos y menos en este ranchito. Las palabras son los ornitorrincos del nuevo lenguaje, ese que se ejerce en la calle, en los camiones, en la televisión, en los bares, en los anuncios publicitarios, en los teléfonos celulares, entre los políticos, en la mensajería instantánea y en el correo electrónico. Las palabras no existen en esta sucia granja. La gente de este pueblito no necesita de las palabras, ahora lo sé.

Lo que queda es una serie de letras, letras que se juntan y que, al pronunciarse, parecen decir algo, letras amontonadas que llenan todos los espacios y con las que hombres y mujeres se transmiten las tres o cuatro ideas que habitan en su mente.

No hubiera subido al escenario. No tuvo sentido. Esto del respetable público no es lo mío. Yo no sé cómo soporté hacerlo durante tantos años. En aquella época, ganas no me faltaron de ser honesto:

-Buenas noches. Vamos a interpretar una canción que no compusimos para ustedes, que no habla de ustedes, que no tiene nada que ver con ustedes y que, a fin de cuentas, esperamos que no les atraiga, porque si llega a gustarles, aunque sea un poco, demostrará así –en el aplauso- su escaso valor. ¡Qué fastidio!

miércoles, noviembre 29, 2006

El blues de Chicago en la Ciudad de México II

Dave Specter en Teotihuacan

Acabo de recibir por correo electrónico un mensaje de Dave.
De dicho mensaje, extraigo las siguientes palabras:

Kellie and I are back home in Chicago after a wonderful weekend in Mexico.
We visited the pyramids on monday. Incredible!

Please give our regards to Lalo and the band and staff at Ruta 61.
Saludos,
Dave

martes, noviembre 28, 2006

El blues de Chicago en la Ciudad de México I

Introducción

Durante los últimos noventa días… Bueno, espero que no sean los últimos. Quiero decir: durante los recientes noventa días, he dormido pocas horas y he vivido muchos siglos, tantos que mi rostro exhibe ya los estragos de la noche. Por eso, he regresado a la ingesta frecuente de agua y al uso nocturno de cierto medicamento en mis párpados inferiores, para así conservar la belleza y la lozanía que me distinguen en medio de tanta fealdad.

Fue Desdémona Peniche, amante del poeta Basilio Macedonio Ruiz, quien me sugirió el uso de Preparation H para desvanecer las ojeras en la medida de lo posible. Se trata de una crema que contiene clorhidrato de fenilefrina, aceite de hígado de tiburón y petróleo amarillo (extraído de las semilla del girasol), tan efectiva –afirma Desdémona- que Sofía Loren la usa con los mismos propósitos.
Pero Preparation H no se ofrece en las farmacias como auxiliar en el tratamiento de la lindura facial, sino como remedio temporal contra las hemorroides, porque es un emoliente y un lubricante de los tejidos. Sin embargo, la desviación de uso no me hicieron dudar. Primero, porque tejidos estamos por todas partes y no sólo en el inframundo. Segundo, porque tengo absoluta confianza en las costumbres femeninas, por más exóticas que puedan parecerme, pues en algunos de sus cuerpos se ve, se palpa y se huele la bondad de sus cuidados, la victoria de sus estrategias y el éxito de sus utensilios.

Sin embargo, tengo una pregunta acerca de Preparation H: ¿Cómo fue que alguien descubrió que una crema para las hemorroides puede también desvanecer las ojeras?

Para llegar a esa conclusión, alguien tuvo que mirar en un espejo lo que el mismo Sol desconoce y nunca ilumina. Y si no hubo espejo, otro fue el que miró (y lo habrá hecho con una lámpara, supongo).

En cualquier caso, el episodio habrá de quedar inscrito entre las grandes hazañas de la humanidad. Algún escultor habrá de eternizar la escena, sea como ejercicio introspectivo (una mujer mirándose el culo ante el espejo), sea como práctica erótica (tengo el título para esta versión: Absorto ante Calipigia), donde un mancebo en cuclillas, desnudo y divertido, acerca una vela encendida al oscuro túnel de su bienamada, igualmente descalza y entretenida, aunque en decúbito lateral o en posición genupectoral (también llamada mahometana).

Todo esto me trae a la memoria Gracias y desgracias del ojo del culo, de Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), poeta gigante fundador del conceptismo en el Barroco y autor, entre otras maravillas, de Amor constante más allá de la muerte, ese inolvidable soneto que termina con la más contundente y bella declaración de amor.

Ojalá, sucio lector, te sepas regalar el gusto de leer Gracias y desgracias…, que después de hacerlo me tendrás en mayor aprecio.

¡Ay, pero si la idea es hablar sobre el X Festival de Blues de la Ciudad de México! Lo haremos, lector ansioso, lo haremos. Y también recordaremos lo que en Ruta 61 dio por llamarse Blues en la Intimidad.

Volvamos, pues, al principio.

Septiembre comenzó con un beso que no puedo olvidar...

viernes, noviembre 24, 2006

El Año Ibsen

A cien años de su muerte, Henrik Ibsen sigue vivo.

Por eso y porque el 2006 es el año de este dramaturgo extraordinario (conforme a la propuesta hecha en su momento por el Ministerio de Asuntos Exteriores noruego), nada mejor que asistir a la puesta en escena de Un enemigo del pueblo, dirigida por Raquel Seoane.

Mis tres lectores recordarán que el pasado 22 de octubre escribí sobre dicha obra, y no sé si se decidieron a ir, cada uno por su parte o agarraditos de la mano. Pero ahora repito la invitación, porque sucede que a partir de hoy y hasta el 17 de diciembre (excepto el viernes y el sábado próximos siguientes, es decir, 1 y 2 de diciembre) la compañía que la representa se muda con ella del Foro Contigo… América al Teatro Benito Juárez, ubicado en Villalongín 15 (a un costado del Monumento a la Madre), para ofrecerla al público los viernes y sábados, a las 19:30 horas, y los domingos a las 18:00 horas.







Con ese mismo espíritu, el de celebrar a Henrik Ibsen antes de que termine el año, podemos asistir a La Casa de las Campanas (Tlalpan), a las ocho de la noche del 1 de diciembre, para disfrutar de la cantante noruega Kari Brenmes y de una cena buffet después del concierto.

jueves, noviembre 23, 2006

¡Vuelve Chicago a Ruta 61!

Hoy comienza una larga y deliciosa noche, que terminará en la madrugada del domingo.

Blues de Chicago, blues de todos los sabores y de todos los colores, blues de una tercera generación dispuesta a mostrar que esta música está viva, vivísima, y que es ya patrimonio de la humanidad, referencia espiritual de muchos y andamiaje de nuestra eternitud.

Quienes asistamos a Ruta 61, tendremos la oportunidad de salir de día del Hoochie Coochie Bar a dormir un poco, a bañarnos, a desintoxicarnos, a comer algo y a trabajar nuestras respectivas horas de chamba (somos asalariados, y nadie en la oficina va a creernos que la abuela volvió a caerse y que requiere de nuestros cuidados diurnos).

Cumplidas nuestras obligaciones matutinas, nos regresamos a Ruta 61 y... ¡nos metemos de lleno en el blues de Chicago, otra vez!

Para colmo de bienes, los obsesivos podemos colmar nuestro gozo desde el Teatro de la Ciudad. En ese hermoso recinto se celebrará el X Festival de Blues, que presenta un cartel ampliado (y en esa ampliación destaca la Siegel-Schwall Band, compuesta por Corky Siegel, Jim Schwall, Rollo Radford y Sam Lay -los neofitos del blues ubicamos a este baterista por su participación en el Highway 61 Revisited de Bob Dylan).

En fin, ahora más que nunca cobra sentido la sugerencia de comer frutas y verduras, porque James Super Chikan Johnson, Otis Taylor, Billy Branch, Zara Young, Dave Specter, Peaches Staten y Shirley Johnson, todos ellos distribuidos en tres noches de lujo de Ruta 61, nos van a quitar el sueño y el hambre, como nos lo quita un buen amor.

En lo que pasan las horas, ansiosos lectores, los invito a leer el reportaje que Tania Molina Ramírez publica hoy en La Jornada.

Ahí mismo aparece la siguiente fotografía, que retrata a un grupo de amigos de Ruta 61 en el Blues Heaven Foundation: Raúl de la Rosa, Shirley Johnson, Marie Dixon (viuda de Willie), Gilles Aniorte y Dave Specter. Faltan en la imagen Tania, que tomó la fotografía, y Nuestro Señor Lalocristo, Eduardo Serrano, que seguramente fue a comprar los clavos para la cruz que le espera esta semana.

lunes, noviembre 20, 2006

Blues en la intimidad

Esta entraga va dedicada a Tania Molina,
a quien hice pasar un mal momento el jueves 16 de noviembre
(por lo que estoy muy avergonzado).
Su profesionalismo y su calidad humana
la han vuelto una de las personas más queridas en Ruta 61.

Desde aquí te mando un beso, Tania,
mientras leo tu excelente nota sobre el X Festival de Blues,
en La Jornada, mi periódico, mi lectura diaria,
mi contacto con la realidad desde hace 22 años.

Eduardo Serrano y Dave Specter
Septiembre de 2006


Esta semana, sedientos lectores, será memorable para la historia de la música en México. Aprovechando su visita a la ciudad y su presencia dentro del X Festival de Blues (festival con el que el legendario, fundamental y necesario Raúl de la Rosa regresa a las andadas), varios músicos extraordinarios y deliciosos llegados de Chicago han decidido terminar la noche con veladas de petit-comité en Ruta 61.

¡Así tenía que ser!

Si un músico de blues –o cualquier amante del género- llega a la Ciudad de México y no pasa una noche en Ruta 61, regresará a su casa con la misma sensación de quien cena en el departamento de una mujer hermosísima… y sale sin haber conocido su dormitorio.

Gracias al esfuerzo de Lalo Serrano y a la sorprendente calidad de muchas de sus bandas, el Hoochie Coochie Bar es hoy referencia obligada para quienes buscan un recinto de música buena, decente, dignificante. Y si hay que dar ejemplos, éstos sobran: Las Señoritas de Aviñón, Billy Branch, Vieja Estación, Grana Louise, Guillermo Briseño, John Markiss, Betsy Pecanins, Carlos Johnson, El Charro y los Moonhowlers, Maxx Cabello, Laryfer, Dave Specter, La Dalia Negra, Deitra Farr, Jaime López, X-Pression, Emiliano y los 3,000 hombres…

A veces, los parroquianos del lugar no nos damos cuenta del milagro, porque nos hemos acostumbrado a la maravilla (valga la aparente antinomia). Sin embargo, alguien tendrá que hacer en el futuro y a favor de la memoria una revisión detallada de lo que Ruta 61 ha significado y está significando para el blues en nuestra ciudad.

La personalidad de Ruta 61 (y de Lalo Serrano, por supuesto) se inscribe dentro de lo que podríamos llamar la Generación de Pequeñas Empresas de Servicio y Entretenimiento con Visión Cosmopolita (¡arrrrozzz!), en las que el propósito constante es enlazar a nuestra ciudad con el mundo entero y, de una vez por todas, abrir las ventanas de nuestras concepciones estéticas, políticas, filosóficas, morales, eróticas, religiosas, sentimentales… Porque una cosa –muy valiosa- es hacer música desde la reivindicación y la revaloración de géneros y formas locales... y otra muy distinta es hacer basura desde el resentimiento crónico que sólo sabe expresarse a través del insulto xenofóbico.

Comenzamos el jueves 23 de noviembre con James Johnson, más conocido como Super Chikan (de niño, se la pasaba platicando con los pollitos, así que sus amigos y familiares comenzaron a decirle chiken boy; al volverse un grandulón de aspecto temible, el niño pollito se convirtió en Super Chikan). Parece que estará acompañado de su hija Jamiesa, y cuentan las buenas lenguas que no sólo está chulísima sino que, sobre todo, toca muy pero muy bien el bajo (habrá que comprobar ambos dichos). The Fighting Cock, que así se llama la banda de James Johnson, se completa con el baterista Andreu Turner (ha de ser el yerno, supongo).

Super Chikan interpreta sus propias canciones, pero he leído que en su repertorio se hallan excelentes versiones de Hideaway y Little Red Rooster. Ya veremos, ya oiremos; pero de una vez advierto que James Johnson es una fiesta ambulante y que pertenece alo grupo de guitarristas que cuando se emocionan se ponen a tocar con los dientes, cosa que a mí me aburre pero a la mayoría de la gente le causa mucha gracia. ¡No importa! La cosa es divertirse, y Super Chikan nos recuerda que el blues nace del dolor pero llega, por el camino de la música, al gozo y a la euforia.

Esa misma noche, Ruta 61 recibe a la Otis Taylor Band.

Nacido en el Chicago de 1948 pero criado en Denver, Otis Mark Taylor creció escuchando jazz, blues y country music, gracias a sus padres, dos melómanos que dieron a su hijo oídos para Etta James y ojos para la realidad social que los circundaba. Desde entonces, Taylor ha grabado seis álbumes, y en cada uno de ellos se plasma con crudeza una filosofía musical más cercana al mensaje reivindicativo que a la belleza formal, más cercana al blues de la calle que al éxito del momento.

Para abrir boca y en lo que llegan Super Chikan y Otis Taylor, la noche del jueves será abierta por Don Funk.

El viernes 24, vuelven dos gigantes del blues que ya son parte de la familia de Ruta 61: el armonicista Billy Branch, quien estuvo por acá hace apenas nueve meses, tocando con Vieja Estación, y que esta vez se subirá al escenario con su propia banda, The Sons of the Blues; y Dave Specter, a quien tuvimos la oportunidad de disfrutar a fines del pasado mes de septiembre, acompañado de Las Señoritas de Aviñón y de Vieja Estación (ahora, Dave trae consigo a sus músicos y a Zora Young, en cuyas venas corre la sangre del mismísimo Howlin´Wolf: la más simple de las frases se vuelve en la garganta de Zora Young todo un acontecimiento, un instante de música conmovedora sostenido por esa voz corpulenta capaz de dejar el micrófono y mantener su presencia en el escenario).

Billy Branch creció en Los Ángeles, y regresó a su natal Chicago en 1969. Fue entonces cuando, inspirado por la maestría de Big Walter Horton y Junior Wells, decidió labrarse un nombre y una carrera. Con ese ánimo a flor de piel, tuvo la oportunidad de sustituir a Carey Bell en la Chicago Blues All-Stars de Willie Dixon, y codearse con la crema y nata del blues, además de desarrollar una personalidad propia y de tejerla con la influencia directa de leyendas vivas y talentos extraordinarios.

Para hablar de Dave Specter (Chicago, 1962), vuelvo a citar –como lo hice hace dos meses- a Octavio Herrero, guitarrista de Las Señoritas de Aviñón y alumno avanzado del mismo Specter:

Dave es un músico que conoce extraordinariamente los códigos del blues, pero este conocimiento no es estático sino que, con un dinamismo que se agradece y con una originalidad evidente, Specter propone nuevas formas de decir, nuevas maneras de retomar una música ya centenaria. Dave es fuente de lenguaje, y en su guitarra hay historia, por supuesto, pero al mismo tiempo hay vida. Esto es muy importante: el blues de Dave Specter es un organismo vivo. En estos tiempos en que resulta difícil hallar dentro de su propia generación aportaciones significativas, Dave Specter representa un momento importante en la historia del blues.

Y yo repito algo que escribí sobre este músico refinado… y que, la verdad, me quedó muy bien: La musica de Dave Specter coincide con su talla física: para conocerlo y disfrutarlo, hay que mirar hacia arriba.

La noche del viernes será abierta por Vieja Estación, la banda argentina que ha asombrado a todos los músicos de Chicago visitantes de Ruta 61, por su calidad, por su talento y por esa capacidad inusual de asimilar y ejecutar con absoluta fidelidad, con uno o dos ensayos de por medio, el repertorio de los grandes. Además y para gozo colectivo, se subirán con ellos otros dos extraordinarios músicos: Octavio Herrero y Jaime Holcombe, de Las Señoritas de Aviñón.

¡Velada desmpampanante, sí señor!

Para terminar la semana, el sábado 25 será igualmente especial, porque Dave Specter y su banda invitarán a la recámara nupcial de Ruta 61 a dos mujeres que han hecho de su voz un río de blues en el que uno se baña para quedar absolutamente purificado: Shirley Johonson y Peaches Staten.

Con el gospel como raíz y con fuertes reminiscencias de E.C. Scott, Shirley Brown y Jeanne Cheatham, Shirley Johnson es dueña de un estilo singularmente poderoso y lleno de pasión, virtud que le ha valido el reconocimiento de los especialistas del género y del público que recorre los circuitos de blues de Chicago.

Si hemos de hablar de una nueva generación de mujeres en el blues, Shirley es, sin lugar a dudas, una de sus más notables representantes. Sin embargo, no se trata de una principiante (no puede serlo quien ha abierto los conciertos de Aretha Franklin y de otros grandes músicos): sus versiones personalísimas de As the years go passing by (Albert King), Little Wing (Hendrix) y Saved (Leiber & Stoller) –tres ejemplos de su repertorio- son muestra palpable de que estamos ante una mujer excepcional, capaz de ir en una misma noche del blues más agresivo a la más dulce e intimista de las baladas, tránsitos estéticos propios de una cantante con talento, corazón y clase.

Peaches Staten es hija legítima del Delta del Mississippi. Desde muy temprana edad, estuvo rodeada del blues de Chicago, porque su padrastro trabajaba como DJ en varios clubes de la ciudad, y su madre pertenecía a un club social a cuyas fiestas nunca faltaba algún buen músico de blues. Además, este mismo duraznito trabajó como mesera en el Rosa´s Lounge.

La versatilidad y la fuerza de su voz, en la que es evidente la influencia de Bessie Smith, Tina Turner, Billie Holiday, Koko Taylor y Janis Joplin, la han llevado a compartir el escenario con Buddy Guy, Robert Plant, Junior Wells, Koko Taylor, Dr. John, Billy Branch y muchos otros.

Yo no sé ustedes, pero en lo que a mí respecta… pienso abandonar el mundo desde el jueves y no salir de Ruta 61 hasta el domingo en la madrugada. Lo que va a suceder durante tres días es algo de veras memorable. Además, les cuento un secreto: como todos podremos saludar personalmente a cada uno de los músicos, para agradecerles su visita y su música, estoy a sus órdenes para tomar fotografías en pareja o en grupo. Ya estoy en pláticas con Lalo Serrano para que la sesión fotográfica se realice satisfactoriamente y sin incomodar a nadie.

Nos vemos el jueves en la noche en Ruta 61. Más vale que hagan su reservación, porque a cierta hora se cerrarán las puertas perladas del Cielo (Apocalipsis 21, 21).
Billy Branch y Lalo Serrano
Febrero de 2006

jueves, noviembre 16, 2006

La Vieja Estación, La Jornada y La Tania Molina

Si entramos a la página electrónica de La Jornada y buscamos la nota de Tania Molina sobre el concierto que Vieja Estación ofrecerá esta noche en Ruta 61, hallaremos una perla:

La Vieja Estación,
representantes de la esencia del rock.


Es claro que la frase no pertenece a nuestra querida reportera, porque ella conoce bien la forma correcta de llamar a esta banda argentina: Vieja Estación.

Por otro lado, sé que Tania no ignora la obligatoriedad de coherencia numérica en una oración: Vieja Estación nunca podrá ser representantes de nada. Si algo representa Vieja Estación, tiene que ser en singular: Vieja Estación es representante...

Pero, más allá de los tropiezos gramaticales (que todos experimentamos y padecemos, y de los cuales nos avergonzamos), mi pregunta es la siguiente: ¿Vieja Estación representa la esencia del rock?

¿Qué quiere decir con eso, señor Mussolini?

Cuando leo afirmaciones de este tipo, con definiciones metafísicas (¡la esencia, la substancia, la verdadera naturaleza!), llega a mis narices el tufo de varios cadáveres mal enterrados, esos cadáveres que de vez en vez (sobre todo en época de lluvias políticas, religiosas, morales o estéticas) emergen de la tierra mojada y hacen de nuestra vida comunitaria La noche de los muertos vivientes.

¡Ahí van los zombies,
en busca de carne humana!


El puritanismo, el fascismo, la intolerancia religiosa, la aristocracia, el orgullo proletario, el destino manifiesto, el sagrado mandato del pueblo, el sexo que Dios bendice, las buenas costumbres, las buenas conciencias, las bellas artes, la música clásica, la música popular, Viva la Gente -la hay donde quiera que vas-, el pueblo unido jamás será vencido, el machismo, la música romántica, el hembrismo, la homofobia, la música para hacer el amor, el racismo, el guanabí power, la chispa de la vida, Mozart para bebés, la verdadera izquierda, los pacíficos, la mexicanidad, la argentinidad, los himnos más bellos del mundo, la música folcloroide, el combate contra el narcotráfico, la música que llegó para quedarse...
Corro, me tropiezo, huyo de los muertos vivientes. La cámara se acerca a mi rostro desencajado y suduroso, cubierto de espinas y abrojos.

Apagada y desfalleciente, mi voz alcanza a decir:

Vieja Estación
es una banda que se representa a sí misma...
y a nadie más.



Escrito lo anterior, volvamos a La Vieja Estación.

Seguramente, el redactor de pies de foto de la versión electrónica de La Jornada tomó el asunto en sus manos y decidió -por sus pistolas- que a estos muchachos nacidos en Buenos Aires les anda faltando el artículo determinado, para que se sienta ese ambiente propio de Orfeón a Go- Go, donde la Nomenclatura Ye-Ye es prima hermana de misceláneas, pulquerías y expendios de cerveza tibia.

Al rato y con ánimo de subrayar la mitología tribal del rock -cuya génesis está en la beatlemanía (otro día hablaremos de ello)-, el mismo redactor decidirá que a estos jovencitos integrantes de un conjunto de música moderna hay que llamarlos por su verdadero nombre: Los Vieja Estación.

Termino esta entrega con la transcripción de la nota de Tania Molina.

Ante todo, Vieja Estación es una banda valiente y auténtica, que no claudica. Interpreta un rock cercano a sus raíces, el blues. Su música está "hecha desde el corazón y el alma", describe Ezequiel Espósito, vocalista del grupo, mejor conocido como Polaco.

Y, quizá por venir del corazón, el resultado es un rock vivo, limpio, sincero, directo, en el que "no hay vueltas". Grandes admiradores de The Allman Brothers, Led Zeppelin, The Rolling Stones, Johnny Winter y Black Crowes, entre otros, se mantienen firmes ante el oportunismo mercantil musical, en el que muchos músicos sienten que no tienen de otra más que acomodarse a las exigencias del consumidor.

No. Esto es rock que exhala blues. Ni más ni menos. Y hoy será una de las escasas ocasiones en las que podrá escuchar la creación propia de Vieja Estación.

Lo que suelen interpretar es blues y, por cierto, al lado de grandes maestros, cada vez lo hacen mejor. Son la banda de casa, junto con Señoritas de Aviñón, de Ruta 61, el oasis del blues en la Ciudad de México.

Vieja Estación ha tenido el privilegio de acompañar a grandes blueseros que han venido de Chicago a tocar a Ruta 61, como Billy Branch, Carlos Johnson, Dave Specter, Grana Louise, Deitra Farr y Markiss.

Además de presentar su blues en otros espacios del Distrito Federal, Vieja Estación lo hace en ciudades de la República, como Querétaro y Morelia.

Sin embargo, "llega el momento de que la necesidad de hacer tus propios temas es mucha", sigue Polaco. Las composiciones son hijas de los cinco integrantes argentinos de la banda: el baterista Ignacio Espósito, el tecladista José Luis Sánchez, el guitarrista Santiago Espósito, el bajista Mauro Bonamico y Polaco. Aunque la mayor parte de las letras las escribe Polaco, "la canción se define con los cinco". Ver la canción terminada, "lo ensayás y tocás... es impresionante. Esa es la necesidad que tenemos de tocar nuestros temas, que es en realidad para lo que venimos a México", cuenta Polaco.

Llegaron de Argentina hace más de tres años y, gracias a una tocada en el Multiforo Alicia, conocieron a Eduardo Serrano, el responsable de Ruta 61. En este espacio encontraron un refugio, un hogar, una familia, como lo han encontrado otros músicos y amantes del blues.

Una de las composiciones de Vieja Estación, 61 poemas borrachos (El blues de Juanelo), incluida en el disco Todo perro tiene su día (primera producción de Ruta 61), quizá hace referencia a este lugar. Es una amorosa canción, que recuerda aquellas nostalgias que se sienten por cosas que siguen ocurriendo: "Arde la ruta de los sueños, por donde viajo hoy, todo está tan claro, ni la lluvia apaga su pasión, 61 poemas borrachos me dan su calor".

Vieja Estación (www.viejaestacion.net), en Ruta 61 (www.ruta61.com), el jueves 16, a partir de las 21:30 horas. Entrada: 60 pesos. Baja California 281, entre Nuevo León y Culiacán, colonia Hipódromo Condesa. Tel. 3096-3021.

lunes, noviembre 13, 2006

¡Directamente desde Buenos Aires...!

VIEJA ESTACIÓN EN RUTA 61
Jueves 16 de noviembre
A partir de las 21:00 horas
¡Rocanrol, blues, funk!


Largo viaje de un día hacia la noche
Cupo Limitado