jueves, agosto 24, 2006

¡Yo estoy en contra del bloqueo!

Ya son más de cuarenta años del cruel e inhumano bloqueo a Cuba, una de las más execrables acciones de largo aliento llevadas a cabo contra un pueblo entero por el gobierno más poderoso del mundo, el de los guasingetones.

Y no se trata de un bloqueo sesentero, con polvo y telarañas; no se trata de un bloqueo inoperante, cándido, dulce y simpáticamente paranoico; no estamos frente a Anthony Nelson, pues.

Estamos antes la locura desenfrenada.

Nos encontramos con un monstruo vivo que se reconstruye y crece cada cierto tiempo: además de haber generado ya pérdidas a la economía cubana por aproximadamente 124 mil millones de dólares, el cerco se parece cada vez más a un Doctor Strangelove frenético y rendido a sus propios tics (fue Raúl de la Rosa quien el martes pasado me recordó a este entrañable personaje de Stanley Kubrick).

En 1992, por ejemplo, es aprobada la Ley Torricelli, que corta abruptamente el comercio de medicinas y alimentos que Cuba mantenía con subsidiarias de compañías guasingetonas fuera del territorio guasingetón.

Cuatro años después de la Ley Torricelli, aparece la Helms-Burton, que amenaza con considerar enemigo a quien se le ocurra, como país o como individuo, invertir en la isla o tener tratos de cualquier naturaleza con su gobierno, directa o indirectamente.
El nombre oficial de los guasingetones es United States of America, pero no pienso usarlo, al menos en esta ocasión. Me declaro rebelde a tal denominación, y ello se debe acaso a una patología personal, semejante a mi incapacidad para consentir la existencia de la llamada fiesta brava (donde un corpulento toro es martirizado y muerto por un afeminado de nalguitas paradas y dudosa valentía).

-¡Pero, Agus, esos animales nacieron para eso!

-Sí, cómo no. También tu hermana nació para que yo la conociera (y digo esto con todo respeto). ¡Mírala, está que ni mandada a hacer! Sin embargo, ¿cuándo me has visto perseguirla? Con decirte que hay una mujer, Desdémona Peniche, que me debe un beso desde hace 32 años y, a pesar de habérmela encontrado ya dos veces (en 2005), no he violentado su voluntad de pagar la deuda hasta 2015, cuando estemos en el Palazzo Ducale durante nuestra estancia en Venecia. Así es que no me hables de la sabia naturaleza, que para eso construimos la civilización: para que yo no me refocile con tu hermana sin su consentimiento, y para que tú no hagas fiesta alrededor de un asesinato.

-No puedes llamarlo asesinato. La definición académica de asesinar es “matar a alguien con premeditación, alevosía y ventaja”. ¡A alguien, no a un toro, no a un animal, no a una bestia!

-¿Quieres decirme que el toro no es alguien? Estimado amigo, temo que nos separa un inmenso abismo filosófico.

-Y yo creo que eres un radical, si te niegas a aceptar la fiesta brava y el nombre de una nación.

Entiendo que todos tenemos derecho a llamarnos como deseemos, pero igualmente tengo yo el derecho a llamar a cada persona como se me antoje. Y respeto este derecho aun cuando pueda afectarme, como lo demuestro en el siguiente párrafo.

Fiodor Martinson Blacksmith me llama Tía Juanita, y yo he colgado a Fiodor el apelativo de Doctora Ruth con la misma libertad con la que llamo a otros La Gioconda, Polainas, Pablita, Sonny March Bouvier Boy, Hijo Mío, Papac Tomic.

A propósito, ¿no fue Tomy, egregio guitarrista bonaerense, quien apodó Chapatín a la Cucaracha Reina?

¿Por qué no acepto el nombre oficial de los guasingetones? Simple y sencillamente porque dicho nombre me parece un insulto histórico, un gesto de indiferencia hacia el resto del continente.
Si uno de mis vecinos dice que se llama El Único Guapo del Barrio, yo me refiero a él como Caca Grande. Pero si me encuentro en reunión de pipa y guante, me refiero al vecino arrogante con el nombre de su padre, como ahora hago con los guasingetones.

Digo que el bloqueo a Cuba ya rebasa las cuatro décadas. Y, sin embargo, el tirano no ha logrado doblegar ni avasallar a esa pequeña isla de hombres y mujeres libres.

Hemos de reconocer que la solidaridad de pueblos como el de México nutre de fuerza a los cubanos, quienes han hecho de su resistencia un ejemplo de dignidad y heroísmo.

Hoy, sin ir muy lejos, cuando ya empezaba yo a dudar de la bondad de quienes me rodean, así como de su sincera preocupación por el sufrimiento ajeno, me ahogué de alegría al ver que muchas personas en la Ciudad de México han levantado la voz para manifestar su absoluto repudio al bloqueo: la indignación plasmada en sus rostros, sus claxonazos fraternos y sus justificados exabruptos son muestra palpable de la solidaridad de la clase media mexicana por un pueblo hermano, el pueblo cubano, al que no se la ha concedido el derecho a la libre determinación de su vida en un entorno de paz y de respeto absolutos.

En la oficina y en las reuniones sociales, encuentro a personas que están de veras muy pero muy molestas por el bloqueo. ¡Y no se guardan, discretas, sus pensamientos! ¡Están convencidas de que todo el mundo debe estar de acuerdo con ellas! De cualquier manera, admiro el enfado genuino de sus rostros, cuando hasta hace poco creía yo que el bloqueo les resultaba un tema ajeno a sus vidas y que sólo se lanzaban a la calle cuando medios y televisoras los convocaban a manifestarse por la (su) seguridad.

-¡Carajo! Ya basta del bloqueo. ¿Quién va a detener a este psicópata?

Respondo con la serenidad que me caracteriza: Perdón, pero no ganamos nada con llamar psicópata al presidente de los guasingetones. ¿Y sabe usted por qué? Porque él no impuso el bloqueo, él lo heredó para su administración.

-¡Pues sólo un loco mesiánico acepta de herencia tan nefanda conducta!

La indignación, los claxonazos y los exabruptos se multiplican en llegando al Paseo de la Reforma, por obvias razones: es en cierto punto de nuestro hermoso bulevar donde se ubica la embajada de los guasingetones. Así que, queridos míos, si escuchan la bocina de un carro mentando madres por esos rumbos, sonrían: es un mexicano solidario que manifiesta su rechazo al bloqueo contra Cuba.

Cuando me siento a comer sobre la fresca yerba de alguno de los jardines que enmarcan la Fuente de Petróleos, pasan los carros desviados hacia el Periférico... y más de uno de sus conductores mienta la madre con su bocina. Entonces, alzo mi brazo izquierdo, muestro la mitad de la V de la victoria (con el dedo medio) y hago eco a su evidente consigna:

-¡Patria o muerte, venceremos!

¿Pero es el rechazo al bloqueo una defensa incondicional a Fidel Castro?

No. Ése otro asunto, no nos confundamos. Será en otro orden de cosas donde hemos de reflexionar sobre Fidel Castro Ruz, a quien personalmente admiro, incluso en sus claroscuros, y cuya muerte aún no ocurrida se ha vuelto el sueño de Miami y de Vicente Fox (el todavía presidente de México hizo votos, no hace mucho, para que el deceso del octogenario líder de la revolución cubana sucediera más temprano que tarde; pero las palabras del guanajuatense fueron, no lo dudo, indicio claro de una sólida formación en la caridad cristiana y en el aprecio por la vida de nuestros semejantes, así sean éstos nuestros enemigos o nuestros adversarios: yo he visto, con estos propios ojos míos, al señor presidente recibir el cuerpo de Cristo en su lengua prudente y sensata, y no creo que en su alma haya más que virtudes teologales, nunca pecados capitales).

No es el rechazo al bloqueo un apoyo incondicional a Castro, sino exigencia histórica de que se respete absolutamente la soberanía de Cuba. Sólo así tendrá alguien derecho a señalar los errores de coyuntura política cometidos por el gobierno cubano y los defectos intrínsecos de su revolución. Distinguir con honestidad entre unos y otros, nos permitirá a todos pasar de la opinión trivial al juicio sosegado y objetivo.

En fin, que mi querida clase media al fin está manifestándose en contra del bloqueo, y su congruencia moral y política es profesionalmente recogida por los medios de comunicación electrónicos, los que, a su vez, tienen como honorable propósito reflejar fielmente la opinión pública, así sea en contra de los intereses de la oligarquía.

¿La oligarquía? ¡Bueno, en el caso de que ésta realmente exista! Porque hay una sospecha creciente: que la oligarquía es un mito inventado por seres despreciables y envidiosos que no soportan ver a un individuo tener éxito económico a fuerza de inteligencia y de trabajo (son los mismos mitómanos sin remedio que inventaron alguna vez la existencia de la pobreza en México. Mito genial, como bien señaló el respetable señor Pedro Aspe, secretario de Hacienda a fines de los ochenta y principios de los noventa).

¿Cómo fue eso? ¿Cómo pasamos del silencio y la indiferencia a la protesta abierta y la demanda de justicia? ¡No sé, no sé! A veces, la gente me sorprende con gestos de profunda bondad y con entendimiento sincero de lo que pasa más allá de su oficina, de su casa y de su automóvil.
Sorpresa semejante tuve ayer, domingo, mientras leía el más reciente número de Proceso.

Llegué al artículo semanal de Germán Martínez Cázeres, La Iglesia y el Placer Sexual, y me encontré con una pieza lúcida en la que el autor critica el rechazo de sectores conservadores a la distribución de un libro para secundarias oficiales. Conforme leía el artículo, se me movía el tapete de mis prejuicios:

¡Qué cosas! –me dije- ¡Y yo, que hasta hace unos minutos afirmaba que el joven Germán era un insulso tejedor de tonterías! Pues no, es un muchacho brillante, libre pensador, progresista, capaz de reconocer y atacar la doble moral de la derecha más recalcitrante.

El joven Martínez (sin relación alguna con Fiodor), es diputado del PAN y representante de ese organismo ante el Instituto Federal Electoral, a la vez que uno de los más cercanos colaboradores del candidato de Acción Nacional a la presidencia de la República.

En esta crisis política y social en la que nos encontramos, Germán ha sido no tanto un operador, no tanto un protagonista, sino un vocero fiel, eficiente y efectivo del discurso panista. Ha sabido transmitir las ideas principales del equipo de campaña de su candidato, a la vez que se ha vuelto el más competente defensor de la posición de su partido ante los reclamos de la izquierda y de muchos ciudadanos que no militamos en partido alguno.

Gracias al joven Germán, corroboré los principios que me impiden entregar mi voto al candidato de Acción Nacional (de la misma manera –y con mucha razón- otros se negaron a apoyar al candidato de la Coalición por el Bien de Todos, apenas escucharon a Arturo Núñez y a Ricardo Monreal, personajes impresentables de la política mexicana).

¡Muy mal, Agustín, muy mal! –me decía mientras apuraba la lectura del artículo de marras-. Te has dejado llevar por la pasión y has cerrado tus oídos y tu mente a las palabras del joven Germán… ¡por el solo hecho de pertenecer al grupo de tus adversarios!

Bien te mereces este auto-jalón de orejas, para que seas más humilde y tengas la capacidad de reconocer que un hombre puede no compartir ciertas de tus ideas y, a la vez, coincidir contigo en otros puntos importantes, tan importantes como la educación sexual de los adolescentes y el derecho de cada persona al placer y al gozo de su cuerpo.

Hoy, pues, estuve a punto de expresar públicamente mi reconocimiento a la posición progresista del joven Germán Martínez, mi reconocimiento a su valor para manifestar respeto por las libertades individuales y para defender con inteligencia singular el derecho del estado mexicano a proveer de información a niños, adolescentes y jóvenes sobre temas caros a la felicidad humana.

No pude hacerlo, querido lector.

Descubrí esta mañana que La Iglesia y el Placer Sexual no fue escrito por Germán sino que su autor es, claro, Miguel Ángel Granados Chapa, uno de los pocos periodistas que en México me merecen respeto y mucha admiración.
Por error, la revista Proceso adjudicó la autoría del mencionado artículo al diputado azul.

Yo sólo espero que la madre del joven Germán no haya desayunado el domingo con la lectura de dicho semanario, porque en ese caso no dudo de que la buena señora habrá llorado en misa:

-¡Dios mío, Señor Rey de los Ejércitos, Germancito se me está volviendo comunista!

Al regresar de la liturgia, la señora habrá platicado del asunto con el padre de Germán. Cinturón en mano, el señor habrá entrado a la recámara del joven, lanzándole el Proceso a la cara, para hablar de hombre a hombre.

-¡A ver, muchacho cochino! Tú te estás masturbando, ¿verdad?
El sesenta por ciento de los cubanos que hoy viven en la isla nacieron bajo el sistema de sanciones promovido por los guasingetones, sistema que se refuerza –para colmo de nuestra indignación- con agresiones militares, guerra biológica, transmisiones ilegales de radio y televisión, actividades terroristas, planes de atentado contra los principales dirigentes, aliento a la emigración, etcétera.

La Convención de Ginebra para la Prevención del Delito de Genocidio (9 de diciembre de 1948), declara que el genocidio es un delito de derecho internacional contrario al espíritu y a los fines de las Naciones Unidas y que el mundo civilizado condena. Con ese presupuesto, las naciones firmantes convienen en definir el genocidio con la mención de cinco actos cuya perpetración busque destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso (artículo II):

a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

Los guasingetones firmaron los documentos de la convención el 11 de diciembre de 1948, y ratificaron su adhesión el 25 de noviembre de 1988.

Sin embargo, revisemos la historia: otro documento oficial, pero ahora del Departamento de Estado del gobierno guasingetón (del 6 de abril de 1960), señala con toda claridad el objetivo del bloqueo a Cuba: producir el hambre, la desesperación (del pueblo cubano) y el derrocamiento del gobierno.

La primera reserva que hacen los guasingetones a la Convención es referente al artículo IX, el cual reza lo siguiente:

Las controversias entre las partes contratantes relativas a la interpretación, aplicación o ejecución de la presente convención, incluso las relativas a la responsabilidad de un estado en materia de genocidio o en materia de cualquiera de los otros actos enumerados en el artículo III, serán sometidas a la Corte Internacional de Justicia a petición de una de las partes de la controversia.

Por su parte, la reserva guasingetona señala que with reference to article IX of the Convention, before any dispute to which the United States is a party may be submitted to the jurisdiction of the Internacional Court of Justice under this article, the specific consent of the Unitad States is required in each case.

En resumen, los guasingetones se reservan el derecho a pasarse los acuerdos de la Convención por el mismísimo arco del triunfo.

¡Próximamente!

Los guasingetones y las tribus del sur
Carlos Johnson III
Putumayo World Music
Dave's True Story
Piazzola en Al di Meola
Más sobre Todo perro tiene su día
Más sobre Las Señoritas de Aviñón
La época solipsista de Ezequiel Espósito
Mauro Bonamico y Hermanos de Sangre

sábado, agosto 19, 2006

Carlos Johnson en vivo II

…le molestaba que el perro de las tres y catorce
(visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro
de las tres y cuarto (visto de frente).
Funes el Memorioso
Jorge Luis Borges
Con la precisión y la calidad a la que nos tienen acostumbrados los reporteros de La Jornada (mi periódico de cabecera), Tania Molina nos cuenta sobre la primera noche de Carlos Johnson en Ruta 61, a la que define como una velada llena de energía musical e intensa avidez parroquiana.

Qué bueno que Tania se ocupe de hacer este tipo de crónicas en el Hoochie Coochie Bar, porque yo soy una calamidad en los ámbitos del recuerdo: siempre amanezco sin memoria de lo sucedido: cada vez que leo las notas de Tania Molina -o de Jaime Avilés... o de Raúl de la Rosa- sobre Ruta 61, tiemblo de miedo al descubrir el deterioro progresivo de mi mente: ¡No me acuerdo de nada! Sólo conservo una suposición lógica: yo estuve ahí y me la he de haber pasado muy pero muy bien, porque hoy amanecí con remordimientos de conciencia y una profunda melancolía.













Mucho de lo vivido se borra de nuestras mentes, y no hay hasta ahora grandes remedios para reducir el porcentaje de lo que desaparece como si de un sueño se hubiese tratado.

Sin embargo, por algún lado leí que el olvido es un mecanismo natural de desintoxicación cerebral que nos previene de la locura.

¿Podríamos acaso soportar la acumulación y la conservación de todos los hechos de nuestra vida, incluido hasta el más mínimo detalle, en nuestra conciencia, es decir, en el Yo? Irineo Funes vivió de ese modo, con el don de la memoria absoluta, después del accidente que lo dejó parapléjico y que le otorgó, a cambio de tal desventura, la gracia de recordar todo y de extender sus intereses a la invención estrambótica.

El tema es de suyo interesante y emocionante, así que luego volveré a él. Por ahora, sólo lanzaré una hipótesis sobre lo que yo llamo...

Resistencia y Entereza ante el Abismo de Existir

Hipótesis de trabajo: En busca de cierta tranquilidad presente, nos mantenemos en la siguiente certidumbre filosófica: Hoy estoy, ergo anoche estuve. En ella encontramos el asidero que nos sostiene y que nos libra de la angustia padecida por Hari, o mejor dicho por el recuerdo materializado de Hari, la difunta esposa de Kris Kelvin en el Solaris de Andrei Tarkovsky (Hari -en la bellísima e inigualable representación hecha por la bellísima e inigualable Natalya Bondarchuk- no tiene recuerdos, sólo sentimientos e instintos).

Con tan frágil andamio de certeza histórica, nos convencemos a nosotros mismos de haber estado en algún lugar, a tales horas, tal día, tal año.

Ayer, por ejemplo, todo indica que estuve en Ruta 61, entre las 10:00 p.m. y las 02:00 a.m. Tengo la vaga imagen de un último abrazo: el de Santiago Espósito (Tomy), quien deseaba de corazón que me quedara.

-Tomy, tengo que irme. Se corre el rumor de que la PFP está desalojando los campamentos de Reforma y Madero. Voy para allá.

Santiago puso cara de circunstancia, rindiéndose ante mí, aceptándome como se acepta al amigo que se ha unido a una secta budista. Los ojos vencidos de Tomy eran los del padre cuyo hijo se ha enamorado de lo que todos en la familia consideran un adefesio, pero que... no hay remedio, tendrá que dejar salir al muchacho a altas horas de la noche, a sabiendas de que el adefesio le dará algún día adefecitos que le dirán abuelo.

Nada, en Reforma todo estaba tranquilo.

De cualquier manera, esta noche iré a Ruta 61, al tercer y último espectáculo de Ignacio Espósito, José Luis Sánchez, Carlos Johnson y Mauro Bonamico. La banda se llama Hombres Viejos Comportándose como Adolescentes sin Recato Alguno ni Ánimo de Madurar.

Quiero recordar lo que sucedió ayer. ¿Cómo llegué a los brazos de Ezequiel Espósito?

viernes, agosto 18, 2006

Carlos Johnson en vivo I

¡No, ‘ijo, yo no voté! Pero es que este cuate, manito, no sabe ni hablar. ¿Me entiendes, cabrón? Pus yo creo que no fue ni a la escuela el güey, manito. Qué mal pedo. Yo soy de izquierda, chido, ¿eh? Pero esto, o sea, tú me entiendes, ¿no, manito? El güey quiere a huevo ser presidente, manito, y pus como que no, o sea, no.
(Guitarrista de famoso grupo de rock, en cuya camisa aparece en psicodélicos colores la imagen del Che Guevara)

Me rindo. La más densa de las soledades me envuelve.

Éste no es mi sueño. Miro hacia todos lados y me siento como dentro de una tienda departamental. Descubro a mi alrededor un mundo al que no pertenezco, un sistema de pensamiento que me rebasa por todos lados, un planeta donde la plataforma ideológica general es la respuesta mezquina ante cualquier acción de resistencia contra la imposición (me incomodas, luego entonces estás equivocado), un enorme campo donde no se siembra ni se cosecha la generosidad social, la adherencia comunitaria, la solidaridad de clase…

-¿Cuál clase, Agustín, cuál clase? Lo que tú tienes es un profundo resentimiento (nacido acaso por tu viudez o porque algo te faltó de niño) y una inoperante identificación con las causas populares, cuando ya te hemos dicho miles de veces que el pueblo no existe, tampoco la patria: existen los ciudadanos y la aldea global. Estás muerto, Agustín, estás absolutamente muerto, perdón, espérame, está sonando mi celular.

Hace más de treinta años, cuando leí Fahrenheit 451, pensé ingenuamente que la historia de Bradbury nunca podría suceder en la realidad. Ahora, tengo que esconderme, tengo que huir, soy el iluso, el renegado, el obstinado, el necio, uno de los perseguidos por las fuerzas incendiarias de la Sensatez y el Orden.

El otro día vi por segunda vez la versión de El Mercader de Venecia (en ella, un genial Al Pacino hace el papel de Shylock), y no pude evitar la analogía entre la obra de Shakespeare y nuestras actuales discusiones sobre la aplicación de la ley.

¿Por qué, me pregunto, se llama así la obra, cuando es el prestamista el verdadero héroe/anti-héroe?

Lo entiendo: mi lectura está contaminada por el tiempo, y en la época isabelina se habrá visto claro que Shylock era, por su condición de judío, un personaje antagónico, una figura de naturaleza malévola, un ser perverso cuyos actos, por tanto, siempre serán perversos: la mayor de sus virtudes (la justicia) es, por ser suya, un acto malévolo; y aunque pudiera estar en posesión de una verdad, ésta se vuelve mentira por el simple hecho de estar en sus manos.

Sin embargo –y esto me lo hizo notar Octavio Herrero (de los pocos buenos lectores de Shakespeare que conozco)-, el público de hoy (el que va a ver la película) aún se ensaña contra Shylock: se ríe de su dolor, se burla de sus pasiones, se mofa de su progresiva humillación, dibujada en su propio cuerpo cada vez más encorvado.

Antonio, el mercader, me parece un personaje vil. Ni su melancolía ni el hecho de ser representado magistralmente por Jeremy Irons me llevan a pensar que estoy ante un buen hombre, mal tratado por el legítimo odio de Shylock.

Antonio es un moralista, y como tal desprecia a los judíos que hacen de la usura su modus vivendi; pero él es un mercader de los mares que especula con la posibilidad de ganancias pingües. Antonio es, desde mi muy particular punto de vista, una de las tantas estampas de la doble moral (¡y ya no hablemos del cinismo de Bassanio y de la deslealtad de Jessica!).

El mundo que me rodea ya condenó, ab ovo, a Andrés Manuel López Obrador. Lo que él haga es una prueba más de su peligrosidad y de su locura. Y quienes lo seguimos... ¡No, no, un momento, no lo seguimos, lo acompañamos! ¿Pero conocen acaso sus detractores el valor de la palabra acompañar? Digo, los que estamos con él en su lucha –afirman nuestros implacables jueces- somos Launcelot Gobbo, seres frágiles y hambrientos que sólo estamos buscando un padre que nos cuide y nos alimente, porque el nuestro es un anciano débil y ciego.

Tengo un nudo en la garganta. Tengo tan escaldado el ánimo, que hasta las nimiedades me arden en la piel. Las letras de Octavio Soto, por ejemplo, excelente músico, llegan a mis oídos sin sentido, ajenas, ripiosas.

Yo nací con la luna de plata
y nací con alma de charro y de pirata.

¿Qué es esto? ¿Una canción de blues o la melodía de un película de dibujos animados de Walt Disney?

No es culpa del líder de Los Moonhowlers (su compromiso artístico es con la música, no con la poesía, así es que no tengo nada que reclamarle), sino que en él se repite la proverbial tendencia de nuestros rockeros (el rock mexicano se da entre blues y buenas noches) a buscar condescendientemente la ovación del respetable público, cuya mayoría ha consumido el alcohol necesario como para que le dé lo mismo escuchar un blues o una hermosa canción de los Bee Gees, muy sentida, a propósito, aunque siempre fuera de lugar.

You don’t know what is like…
You don’t know what is like…
To love somebody, to love somebody.

Con Carlos Johnson, todo bien, excelente. Vieja Estación, como siempre, demostró por qué afirmo categóricamente que se trata de la mejor banda de rocanrol que tiene nuestra renegada ciudad.
El miércoles, Carlos Johnson llegó a México y esa misma noche se citó con Mauro Bonamico, José Luis Sánchez e Ignacio Espósito para ensayar. Lalo Serrano, con su eterna hospitalidad, me invitó a estar presente. Y ahí estuve, no sin antes pasar al Sac’s a merendar unos deliciosos huevos rancheros que me supieron a gloria.

Antes del ensayo, Mauro Bonamico (bajista de Vieja Estación) se comprometió a dar lo mejor de la banda, para cumplir las expectativas de Carlos. El músico de Chicago respondió con graciosa picardía:

-Mi única expectativa es una cerveza, buena música y una linda puchita.

Personalmente, no disfruto los ensayos de ninguna banda… y menos cuando se realizan la mera víspera de la primera presentación. Así es que me fui pronto, un poco después de que Ezequiel Espósito e Ingrid Schwamberger hicieran lo mismo.

Y anoche... todo bien, digo, excelente, con la calidad y la fuerza a la que ya nos tienen acostumbrados todos y cada uno de los miembros de Vieja Estación. Pasamos, sin duda, una muy buena velada, con la presencia de Memo Briseño, Santiago Espósito, Betsy Pecanins, Octavio Soto, Antonio Miranda, Rafael Herrera, Federico Luna, Claudia Ostos, Tania Molina, Javier García, Lalo Chico…

Todo bien, hasta que Alex Lora se subió al escenario.

No sé qué habrá pasado, porque en ese momento me fui. No encuentro ningún placer en escuchar a un buen hombre gritar que a ver, cabroneeeees, esas pinches palmas, que se oigan los aplausoooos, hijos de la chingada!

Es otra razón para sentirme solo. Pero les juro, queridos lectores, que ese tipo de situaciones finales rara vez sucede en Ruta 61. Lo frecuente es la buena música, lo frecuente es la certidumbre de que estamos en un lugar que sabe cobijarnos, que sabe querernos. Porque si alguien conoce de veras las artes hospitalarias de la noche, ése es Lalo Serrano, Lalo el Espléndido.

domingo, agosto 13, 2006

¡Ya llegó, ya está aquí, directamente desde Chicago... Carlos Johnson!

Esta semana que comienza será, como otras anteriores en Ruta 61, memorable, inolvidable, digna de quedar registrada en los anales del blues en México. Y todo gracias a uno de los grandes empresarios de blues del país: Eduardo Serrano, Lalo el Eterno, Lalo el Insomne, el único y verdadero Lalo, que lleva ya dos años y tres meses sosteniendo uno de los bares más intensos y hermosos de nuestra renegada ciudad, como la llama el gran Raúl de la Rosa, legendario promotor del género en el país, amigo de Lalo y parroquiano frecuente del Hoochie Coochie Bar, sitio que primero fue concebido en la mente inquieta del siempre convincente Octavio Herrero -guitarrista de Las Señoritas de Aviñón- y luego llevado por el mismo Lalo hasta lo más alto de la abrupta serranía: la realidad de las noches en la Hipódromo-Condesa.

A propósito, el blog de Raúl de la Rosa ya cuenta con el más reciente artículo de su indispensable columna Tiempo de blues. Así es que -en vez de estar perdiendo el tiempo con la lectura de estas líneas- vayan directo al home de Ruta 61 y apachurren Tiempo de blues. O háganlo aquí mismo.

¿Y por qué será memorable esta semana? ¡Pues porque el jueves 17, el viernes 18 y el sábado 19 se presenta en Ruta 61 CARLOS JOHNSON! Sí, el mismo Carlos Johnson que ya fue compañero de banda de Koko Taylor, Otis Rush, Junior Wells, Son Seals, Valerie Wellington, Carey Bell y Buddy Miles...

La Crónica de Hoy del viernes pasado (no nos culpen ni a mí ni a Lewis Carrol de la frase anterior: ni uno ni otro somos autores del nombre con el que Carlos Salinas de Gortari bautizó su periódico), La Crónica de Hoy de ese día, digo, habla de Carlos Johnson; y lo hace mediante la extendida práctica del fusil internético (www.raisinmusic.com).

No condeno el hecho, simplemente lo señalo como una fea costumbre que todos estamos adoptando: navegar por la red -metáfora de por sí difícil de ver, así que mejorémosla-, arañar la red y comerse crudas las moscas incautas que encontramos en ella. Por eso, porque se trata de una traducción al botepronto , la sintaxis del reportero o la reportera deja mucho que desear (aunque la nota no está firmada, sospecho que conozco al autor o la autora, así que me adelanto a mandarle un beso de disculpa y a decirle que esta Estufa Divina convertida en Balcón Diabólico se compromete a mitigar su enojo con un vaso de whisky en Ruta 61, apenas nos encontremos).

Se trata del guitarrista más crudo, por así llamarlo, de la escena de Chicago (...), uno de los guitarristas más prominentes del mundo (...). Su apasionado y salvaje virtuosismo ha hecho de este guitarrista zurdo uno de los más originales músicos que con su peculiar estilo para tocar lo ha colocado como uno de los mejores de la ciudad de los vientos. Él combina la profundidad del sentimiento con el sonido más crudo del blues tradicional de Chicago, su estilo va de los clásico a lo contemporáneo, a lo que agrega un toque funky. Las texturas del jazz, el fraseo y su obvio amor por el country blues, han hecho del estilo de Johnson un sonido propio que se diferencia de los demás. Su energía vocal y una tesitura difícil de clasificar, así como su carismática presencia escénica, sumados a la explosiva fuerza que desata con la guitarra, han hecho de Carlos Johnson uno de los más respetables músicos de blues, no sólo de Chicago, sino del mundo de la música en general.

Todos hemos sido arañas, hay que confesarlo, pero basta con citar la fuente para que evitemos el plagio riesgoso. En secundaria, por arrebatos de honestidad mal encausada, copiaba las respuestas de Matemáticas de mi compañero de banca y, al final de mi hoja de examen, dejaba la siguiente nota: El contenido de este texto está inspirado en las investigaciones y los hallazgos de toda la comunidad estudiantil, de la que orgullosamente formo parte (por supuesto, el profesor Heredia nunca quiso otorgarme más que el puntaje mayor dividido entre 45, número total de alumnos en el salón de 3ro C).
Lo que yo sí puedo afirmar sin convertirme en araña es que Carlos Johnson ofrecerá tres veladas extraordinarias, no sólo por su propio valor sino porque, además, estará acompañado por miembros de la mejor banda de rocanrol de nuestra ciudad, Vieja Estación, cuya capacidad de interpretar el blues y de crear una base rítmica segura y poderosa ya fue demostrada más de una vez, durante las respectivas presentaciones de Max Cabello, John Markiss, Billy Branch y Grana' Louise en Ruta 61.

Para colmo de bienes, cada una de las noches contará con una banda alterna que abrirá el espectáculo: El Charro y Los Moonhowlers, Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación. Además, esta Estufa Divina se compromete con quien lo desee a registrar su presencia -en compañía del músico de su preferencia- mediante una fotografía digital, que será enviada a su buzón de correo electrónico al día siguiente.

En La Jornada de hoy, martes 15 de agosto, aparece una amorosa nota de Tania Molina Ramírez donde la periodista y reportera anuncia la llegada de Carlos Johnson a la Ciudad de México.

Para leer la nota, querido lector, sólo tienes que apachurrar aquí.

Tania, linda siempre, me endilga tres injustos epítetos: músico, escritor y gran conocedor del blues. Debo, en honor a la verdad, advertir que en todo ello se equivoca nuestra querida jornalera:

1. No soy conocedor del blues, aunque sí de sus raíces emocionales (las voces autorizadas para hablar del género son las de Raúl de la Rosa y Octavio Herrero).

2. No soy escritor, aunque pretendo –como todos- comunicarme con la gente a través de la palabra escrita (me explico: gusto mucho de bailar, y sin embargo dudo que Twyla Tharp se interese en mis desfiguros; luego entonces, el deseo no hace al monje).

3. No soy músico (insisto que lo hecho en las tres décadas pasadas sólo fue laboratorio de teatro y taller de autoayuda), aunque recientemente –y gracias al desvelo de los amigos- he logrado componer cinco obras que pueden ser catalogadas como de la más alta inspiración:

a) Amanecer de un ejército vencido, serenata en Do que ha de interpretarse a las 6:00 a.m. por un terceto de trompetistas visiblemente agotados.

b) Mariana, marcha/tarantela en Fa para 44 pífanos y 25 trompetas, que abra de ejecutarse a lo largo del Boulevard Frank Vincent Zappa –antes Paseo de la Reforma-. La orquesta habrá de ser seguida de un carro alegórico que evoque el triunfal nacimiento de la señorita Mariana Dávila, nuera del autor.

c) Absorto ante Calipigia, sinfonía para marimba chiapaneca y xilófono de Mozambique.

d) Bienvenida, huapango para mariachi (debe interpretarse cuando un mexicano de clóset baja del avión, en cualquier aeropuerto del mundo).

e) Marie over the rainbow (en colaboración con Harold Alen y Ey Harburg), para ser interpretada en noche de luna llena, con bandoneón, congas y batás mandingas (esos que andan por las orillas del Níger); y sólo en caso de cielo nublado, recurrir a voces de niños cantores tiroleses. Dedicada a la señorita Marie Álvaro Díaz, otra nuera del autor, quien decidió el estilo de ejecución, a la vez que prometió el montaje coreográfico.

De cualquier modo, Tania, te mando mis besos y mi agradecimiento por la buena aunque mítica imagen que tienes de mí. Soy sólo el cordero siempre inmolado que lava los pecados del mundo.

domingo, agosto 06, 2006

Carta de un renegado

Estimado Agustín:

La verdad, ayer no te ubiqué; lo hago ahora, que reviso las noticias sobre todo esto del plantón: de pronto, que veo unas fotos y me digo:
¡Caray, pues si es el que estaba en la Ruta 61!

Ya había leído la carta donde no se consideraba una buena medida el plantón, y después leí algunas críticas que se hicieron a esa carta. Sin embargo, después leí una nota tuya donde de alguna manera reconsiderabas tu posición al ver la actitud de doña Rosario Ibarra; y me dio gusto enterarme de eso. En lo personal, yo no estaba de acuerdo con la primera carta (la de Monsi et al), porque, al igual que doña Rosario, considero que este tipo de protesta temporal dará resultados importantes en la democracia de nuestro país.

Acudí a las dos marchas y las disfruté como no tienes idea, porque se convirtieron en una especie de fiesta. En ambas ocasiones, no pude llegar al Zócalo. En la primera, sólo llegué al Caballito; en la segunda, debido a la cantidad de gente, logré apenas llegar a la glorieta de Colón.

Estoy de acuerdo con el plantón. Estoy, como todos, a la espera de lo que decida el Tribunal.
Soy médico y trabajo en el Instituto Nacional de Rehabilitación, el cual es territorio blanquiazul. No ten imaginas la bronca que a veces ha sido lidiar con los compañeros, cuando se enteran de mi posición. Me dicen cosas como:

-¡Cómo puedes estar de acuerdo con ese loco! Su propuesta es sólo para los pobres, y no propone nada para la gente de clase media como nosotros.

No he recibido agresiones, pero sí cambios de actitud de algunas personas con quienes no tenía una mala relación. Ahora, el trato no es el mismo: me ven literalmente como un renegado –gracias a la definición hecha por nuestro señor presidente-; pero, la verdad, no me importa, y sólo espero que el saldo sea bueno para todos.

Quizá no le encuentres mucho sentido a esta nota, pero se me hizo buena onda escribirla, porque descubrí que estuvimos muy cerca, porque compartimos el mismo gusto por la buena música y porque yo también soy profesor barco.

Para que me ubiques, soy al que le tomaste la foto con
Vieja Estación. Iba en una magnífica silla de ruedas, la misma con la que recorrí Reforma durante las marchas.

Sonríe, ya nos odian.

Antonio Miranda Duarte


Sor Juana, un peligro para la Nueva España

Todo lo que mueve a los hombres
tiene que pasar necesariamente
por sus cabezas.
Engels
Conversaciones que escucho en la oficina:

Mujer habla por teléfono: ¡Ay, no me digas que eres perredista! ¿Era broma? ¡Ah! ¡Ya me estabas asustando! Te iba a echar un discurso, manita. ¡Ay, sí, ya, que nos deje en paz ese loco!

Mujer –cliente- que me habla por teléfono: Mira, Agustín, hay que entregar el disco con los archivos en Reforma 350, piso 16. ¡Uy, desde ahí tienes una vista muy bonita! Ahorita no, ya sabes, porque están los nacos ésos…

En ambos casos, sólo sonrío. Me estoy acostumbrando a la mezquindad de la gente. Sin embargo, no siempre logro resistir. Sobre todo cuando de amigos se trata. Entonces, por respeto y cariño, hablo, me expreso, defiendo mi posición, a sabiendas de una verdad universal: nadie va a cambiar, por ahora, sus ideas y su postura.

¿Qué hacer? ¡Nada! En cuanto a las divergencias propias de una democracia, no hay nada que hacer: sean bienvenidas y reconozcámonos en ellas.

De cualquier manera, Antonio, ¿cómo entender las inflamadas discusiones en las que nos hemos enfrascado todos, antes y sobre todo después del 2 de julio?

¿Todos?

Sí, todos. Porque el silencio es también un discurso, como bien y genialmente advierte Juana Inés de Asbaje en carta inmortal a Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla y desleal amigo de la jerónima.

Pero el asunto de sor Juana es otro, muy otro, muy siglo XVII.

Aunque quién sabe. Ahora que lo pienso, estamos ante la endémica biografía de los poderosos que se dan mañas mil para proteger sus intereses y sus privilegios.

¿De qué estoy hablando? De una biografía que llamaré, si me lo permites…

La Vida Iterativa de los Oligarcas

En ella, los señores del dinero, apenas ven amenazados sus lucrativos negocios y sus pingües fortunas, muestran fauces y exhiben baba espumosa, gruñen y ladran, lanzan a sus perros de prensa, radio y televisión y se lanzan ellos mismos a la yugular de quien osa poner en duda el valor y la bondad de sus instituciones y de la sagrada libertad guau guau que hemos conseguido a través grrrr mfff de la lucha pacífica de miles de hombres y mujeres de bla bla bla bla, guau, guau, guau, grrrrrr, atrás, atrás, no jueguen con fuego, nosotros generamos empleo, guau grrrrrfff, renegados, no están haciendo perder dinero mucho dinero, las campañas se ganan con dinero, dinero y dinero, irresponsables, violentos, los votos ya se contaron, nosotros somos grrrr guau guau los pacíficos, Juan el plomero hizo bien su trabajo, guau, mffff, tengo en la línea a grrrrr, y si a una monja enclaustrada la hicimos añicos hace más de tres siglos, ¡cuantimás a un tabasqueño que ni hablar sabe!, no se vaya, regresamos en un momento, después de estos comerciales.

Son los mismos de siempre. ¿O ya nos olvidamos de aquellos videos del 97, en los que se quiso ensuciar el trabajo de Cuauhtémoc Cárdenas con difamaciones? ¿Ya nos olvidamos de la manera en que, años más tarde, los medios quisieron linchar al ingeniero y hacerlo renunciar, cuando un cocainómano fue asesinado afuera de una taquería?

A mí no se me olvida: son los mismos.

Octavio Rodríguez Araujo nos recuerda que el 30 de julio de 1988, Héctor Aguilar Camín escribió en La Jornada que las elecciones de ese año habían sido las menos inventadas de mucho tiempo (…), las más limpias (…), las más verdaderas.

Dieciocho años más tarde, hace apenas unos días, en un desplegado publicado en Reforma, el mismo Aguilar Camín dictamina, antes que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TFPJF), que no hubo fraude, que la elección fue ejemplar.

¡Y ay de aquel que dude de la transparencia de las instituciones de nuestra democracia!

-Porque si dudas, me señala Fiodor en su casa –a la vez que me sirve un exquisito whisky-, si dudas, amigo mío, entonces eres un anarquista.

Dudar, sospechar (como ahora lo está haciendo el mismo Tribunal, al menos en cuanto al 9.07% de las casillas), es crimen de lesa democracia, de lesa civilidad.

Y en este trance, Antonio, ni te angusties, recibiremos insultos, mofas, acusaciones de estar hipnotizados por uno de los seres más perversos que ha dado este país, lector apasionado de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Daniel Cosío Villegas, entre otros, pasión que no lo hace ni mejor ni peor... pero que siembra mucho en mi simpatía personal.

Seguramente ya te tocó recibir algún mensaje o leer alguna nota en el corcho de tu oficina: ¡Sonríe, perdieron!

Pienso, al leer y escuchar las poco creativas parodias...

Pienso, Antonio, que la dignidad y la lealtad a los principios
nunca es pérdida.


Así es que, sí, sonríe, porque ahí a donde vayamos seremos el hazmerreír y el objeto de indignación de nuestro círculos.

Recórcholis, a los mudos les va mejor.

Volvamos al tema de los mudos

Creo que muchos silencios se visten de noble imparcialidad, cuando en realidad están adoptando saludables evasiones y sabias indiferencias.

¡Ah, salud y sabiduría, cuánta falta me hacen! La vida es más fácil cuando navegamos con la bandera de yo no sé nada.

Pero, aunque envidio la frescura de los indolentes –que tanto contrasta con nuestras aflicciones-, prefiero, Antonio, la irritación y la vehemencia de quien –de un lado o de otro- decide expresarse, a riesgo de equivocarse, a riesgo de incomodar, a riesgo incluso de lastimar temporalmente a sus amigos, a riesgo de ensuciar la imagen que de él tiene su gente, a riesgo de descubrir que vive en medio de personas que no comparten sus preferencias políticas y menos su ideología (subrayo la palabra, y la pronuncio con la sospecha marxista de que se trata de una patología histórica, una enfermedad social a través de la cual la burguesía mantiene el control de los medios de producción).

Saquemos del paréntesis a Marx

Advertencia: soy un pésimo lector del filósofo alemán, a pesar de que en la adolescencia lo tuve muy de cerca, gracias a mi amigo y maestro el bachiller Fiodor Martinson Blacksmith, que me hizo leer el Manifiesto Comunista, Once tesis contra Feuerbach –donde viene eso de que dejemos de interpretar el mundo y dediquémonos a transformarlo-, y el primer volumen de El Capital, que por supuesto nunca terminé. Más tarde, mucho me ayudó don Adolfo Sánchez Vázquez (Cádiz, 1915), gigante de mil cabezas, tesoro que recibimos en 1939, de quien leí tres libros –por motivos académicos, en la Facultad de Filosofía y Letras-: La estética del marxismo, Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas y Valor del socialismo. Con eso y otras cosas, cometo el atrevimiento de pensar…

Subo a un estrado imaginario y pregunto a la multitud de renegados:

¡Renegados del país! ¿Vamos de veras a luchar contra la ideología imperante, ésa que promueven los medios de comunicación y los dueños del dinero?

La multitud responde al unísono: ¡Suponemos que sí!

Levanto la voz: ¡No es nuestra vocación, no es nuestra misión, acaso ni siquiera sea nuestro interés!

La multitud grita fuerte: ¡Pues…!

No paro, sigo: ¡Pero nos mantenemos en la lucha, porque estamos convencidos de que la naturaleza del sistema actual genera injusticia y desigualdad! Sin embargo, compañeros, ¿vamos a luchar contra esa ideología con otra ideología, aquella en la que nos inventamos –desde una formación judeo cristiana- la reconstrucción del paraíso perdido?

La multitud vocifera: ¡Repítenos la pregunta!

Me calmo, hablo pausado: Por muy emocionante que esto sea, ello significaría estancarnos en una idea del mundo, y toda idea del mundo es parcial, acrítica y radicalmente débil para modificar la realidad.

La multitud se voltea a ver entre sí, hasta que pregunta: ¿Y entonces?

Concluyo: Contra ideología, hay que oponer materialismo histórico, método científico, comprobaciones reales de las cosas.

La multitud brinca: ¡Sí, sí, es cierto, pero eso lo haremos después, apenas se cuente voto por voto, casilla por casilla!

Sonríe un 9.07%

Bueno, está bien: ganemos algo de lo perdido no sólo a través de una obstinación rebelde (que se explica por los resentimientos sociales, los agravios palpables y la existencia de un poder arrogante) sino también con la convicción de que hubo antes, durante y después de las elecciones una voluntad conjunta de obstruir las legítimas aspiraciones de un hombre –y de muchos que lo apoyamos- por obtener el gobierno del país para un proyecto de nación alternativo (un proyecto que, dicho sea de paso, no tiene entre sus tareas acabar con el capitalismo ni imponer la dictadura del proletariado).

Pero al mismo tiempo, creo, debemos preguntarnos quiénes somos (Fiodor se va a reír de mí por mi insistencia clasista).

No soy negro, no soy indio, no soy judío,
no soy árabe, no soy mujer,
no soy homosexual…
¡soy un simple trabajador!


Tú y yo –y muchos otros que lo han olvidado- pertenecemos al proletariado, porque no somos dueños del capital y nuestra única fuente de ingresos es la propia fuerza de trabajo.

Asumir conscientemente una posición de clase no es cosa fácil, desde el momento en que la burguesía no sólo controla los medios de producción sino que, para colmo, inocula en muchos trabajadores su propia ideología, a tal grado que parte del proletariado llega incluso a defender ideas que la envilecen.

El materialismo histórico busca ser una teoría científica capaz de vencer a las ideologías. Así, en mi caso, intento madurar mi posición de clase sobre una teoría y no sobre una idea, para contribuir a la interpretación del mundo a partir de una hipótesis: es en la economía y en los modos de posesión de los bienes materiales donde se encuentra la base de toda transformación social.

Sin embargo, en cuanto al momento que estamos viviendo, hay que recordar que el mismo Marx afirma que no son las voluntades individuales, ni las ideas, sino lo material, la vida económica y social reales del hombre, las necesidades económicas y los intereses económicos los que mueven al mundo.

En ese sentido, insisto, debemos considerar a los dos candidatos no como líderes sino como representantes de clase.

Con Felipe no hay problema: al no ser ni por asomo un líder, es fácil determinar su representatividad: los intereses de la oligarquía (representatividad voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente, no sé; en cualquier caso, evidente). Y la señora que sale en esta foto con el candidato de Acción Nacional, podrá decir que representa a los maestros; sin embargo, todos sabemos quién es y a quién representa.

Con Andrés Manuel es más difícil, pues su indudable liderazgo impide que muchos en la clase media no sólo no se sientan representados en su persona sino que, incluso, les parezca merecedor de su odio (un odio enfermizo que aún no logro entender muy bien); por otro lado, quienes sí nos sentimos representados por el Peje, caemos fácilmente en disculpar sus errores de liderazgo (porque todo liderazgo es catártico, y la pasión frecuentemente debilita la razón).

¿Qué hacer, entonces?

Uno de los mayores disgustos que mantengo en la vida se debe a la imposición musical de la mexicanidad. Alguien decidió, hace mucho tiempo, que los mariachis representan a la nación. Entonces, siempre me ha dado un pavor enorme salir del país y regresar envuelto en la fama internacional, porque segurito que mis compatriotas me recibirán en el aeropuerto con mariachis, que sigo siendo el rey, que los machos de Jalisco afamados por entrones… por eso traen pantalones.

Si llego a vivir tan desgraciada bienvenida, le diré al mariachi que calle y le pediré que se arranque con un tatachún, que yo traigo la letra, qué pues. Entro yo, maestro… y después de que diga No me…, se sueltan ustedes, señores, muy bravos, en gustan.

No
me
gustan los mariachis, no me gusta su cantar,
ay, ay, ay, aaaaaaay.
No es muy prieta mi paloma ni mi gallo es el mezcal,
ay, ay, ay, aaaaay.
Yo prefiero que se vayan todoooooooooooos…


Silencio, aullidos, albures y, sin cantar sino a grito pausado:

¡…a chingar mucho a su madre, señores!

Porque…
no
me…
gustan los mariachis,
no me gusta su cantar, ay, ay, ay, ay.
(y así hasta que la gente entienda).


Cada quien elige a su representante, y hacerlo es un derecho que nunca merecemos perder. Y en política, creo que no sólo debemos acudir a las urnas sino también mantener un diálogo constante con nuestro delegado, reflexionar sobre los programas de gobierno que propone, ver cuáles son viables y cuáles son perfectibles: hacer que mande obedeciendo.

Y ya que evoco a los zapatistas con la última frase, insisto en que es hora de unir fuerzas, llegar a acuerdos entre todos los grupos de izquierda. ¡Mucho bien le haría a Andrés Manuel López Obrador buscar encuentros y diálogo con personalidades mucho más fuertes que las que hasta ahora lo rodean! ¿Pues qué, no fue así como formamos el Frente Democrático Nacional, en 1988, antesala del Partido de la Revolución Democrática?

Bueno, Antonio, pero todo esto viene a cuento porque últimamente has experimentado (como muchos) la dolorosa distancia de compañeros y amigos.

¡Bah, no te preocupes!

Mira, tú sabes (porque la vida es rica en lecciones) que es muy fácil perder un amor por naderías; pero, también entiendes que un verdadero amigo se mantiene hasta en las peores condiciones y los más profundos desencuentros.

Es mi caso. Yo sé quiénes, al final de la tormenta, seguirán cerca de mí, aceptándome como soy. Los demás, qué bueno que estén enterados de que soy políticamente insoportable. A fin de cuentas, soy un tipo antisocial. Si me quedo con mi familia, con mi mejor amigo (Fiodor) y su familia, con dos grupos de blues que se alegren al verme... y con el dueño de Ruta 61, ya la hice.

Creo que si hoy me diera el patatús, aproximadamente cincuenta personas llorarían junto a mi tumba. ¿Para qué quiero más?

Por favor, rocíen mi cadáver con un whisky comprado por Fiodor... y préndanme fuego.

Además, creo que no es difícil convivir con alguien cuya posición política es contraria a la nuestra. Lo casi imposible es tolerar a los mudos que sólo abren la boca para lanzar consignas de escepticismo universal seguramente inspiradas en Jiddu Krishnamurti: ¡Todos los políticos son iguales, una bola de corruptos! ¡La única manera de cambiar el mundo es transformando el corazón de los individuos!

Si alguna vez escuchas a alguien decir tamaña tontería, pregúntale qué piensa acerca de la evolución de las especies. Estoy seguro de que te va a decir que no cree en ella, que todos venimos de Adán y Eva.

Volvamos a los desencuentros

Son diversas las motivaciones que nos lleva a cada uno a defender una u otra postura, y creo que ninguna de ellas se acerca a lo que entendemos por razón, entendida ésta como la serie lógica de argumentos objetivos que se aducen en apoyo a algo (René Drucker Colín dixit).

Y temo que nos estamos moviendo en un mar de opiniones: en aguas turbulentas, cuando en un mismo espacio nadan apreciaciones encontradas; y en aguas tranquilas, cuando nos bañamos en zonas donde flota el mismo sentir.

Y esto se da no sólo en medio de acontecimientos políticos como el que ahora vivimos, sino en la mayoría de los temas que nos incumben como seres humanos y que nos afectan como individuos. Sin embargo, la mayoría de las veces encontramos modos de convivencia o maneras de dejar a un lado nuestras divergencias de opinión: yo tengo amigos que se niegan a aceptar la homosexualidad como un fenómeno natural, y amigos homosexuales que se escandalizan al saber que alguien es bisexual; tengo amigos que no pueden entender que alguien dude de la existencia de Dios, y amigos que consideran la fe como una superstición; tengo amigos que consideran a Ricardo Arjona como un atentado al buen gusto y a la poesía, y otros amigos para quienes el problema no es Arjona sino la tiranía de escucharlo en la calle.

A ti y a mí –y a muchos otros- nos ha tocado movernos en océanos donde las opiniones contrarias a la nuestra se concentran: somos como sillaginopsis panijus (unos diminutos pececitos) que caen en dominios del paracentrotus lividus, erizo de mar cuyas lesiones son muy molestas porque al ser muy frágiles sus púas se parten y se quedan incrustadas en nuestra piel.

Termino citando a Carlos Monsiváis (que no está de acuerdo con la estrategia del bloqueo, pero sigue firme en su defensa del voto por voto, casilla por casilla):

No presumimos del monopolio de la verdad,
pero sí ratificamos las demandas jurídicas y la argumentación moral.


Un abrazo, Antonio.

jueves, agosto 03, 2006

¡Carlos Johnson en Ruta 61!

Creibas que no había de hallar amor como el que perdí. Tan al pelo lo jallé, que ni me acuerdo de ti. Una sota y un caballo burlarse querían de mí. ¡Ay, malhaya! ¿Quién dijo miedo? ¡Si para morir nací!

Amigos, les contaré una acción particular: si me queren, sé querer; si me olvidan, sé olvidar. Y sólo un orgullo tengo, que a nadien le sé rogar. ¡Ay, que la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar!

Vaya esta entrega dedicada a Antonio Miranda Duarte,
acompañada de un abrazo y de todo mi agradecimiento.


Entre las buenas noticias que me llegan, está la de la inminente visita de Carlos Johnson a la Ciudad de México.

El músico de Chicago (1948) se presenta en Ruta 61 los días 17, 18 y 19 de agosto. Habrá, pues, que estar preparados para disfrutarlo cómodamente y en todo su esplendor.

Recordemos, a propósito, que Eduardo Serrano, dueño del Hoochie Coochie Bar, nunca se equivoca cuando de traer buen blues se trata: basta pensar en John Markiss, Billy Branch y Grana’ Louise para contar con tres argumentos de mucho peso y afirmar, con ellos, que nuestro querido Lalo es el genio de los aciertos.

Admirador en su juventud de Jimmy Hendrix y de Led Zeppelin, Carlos Johnson trae en su sonido la influencia de Otis Rush, Albert King, Elmore James y T-Bone Walker, hecho con el que se vislumbra una serie de veladas memorables.

Además, habrá que escucharlo entonces tocar Key to the highway, de Big Bill Broonzy (1893-1958), obra maestra que merece un monumento tanto en los terrenos de la música como en los estrechos pasillos de la poesía.

Me refiero a la misma canción con la que Jaime Holcombe nos deleita a veces, ciertas noches, cuando Las Señoritas de Aviñón acuerdan el repertorio a tiempo y cuando la dulzura invade a Yeims... Entonces, somos tratados con mucho amor y untados con ese lamento insolente, esa historia por tantos vivida.

Apenas escucho decir a Jaime el primer verso, muevo mi vaso de whisky… y los hielos aplauden sin distraer.

Key to the highway es una canción de voluntad liberadora nacida del demasiado dolor, el dolor del desamor, el dolor que significa la expulsión del paraíso y al que no le queda más que masticarse a sí mismo.

¿Cómo freír espárragos?

Big Bill Broonzy nos sugiere una retirada digna y altanera, con mucha suficiencia: salir corriendo pero en cámara lenta, como sin prisa, con la débil esperanza de escuchar una retracción; comenzar a andar esa vieja carretera asegurando a los cuatro vientos que el camino nos llevará a donde nos conocen mejor, mujer, donde mejor nos tratan, carajo; advertir, además, como lo hace la sabiduría popular, que las chanclas que se tiran nunca se levantan; deleitarse, incluso, con esa fingida manera de soltarse las amarras.

Ya luego, muy a solas, cuando nos hemos convertido en un punto en el horizonte, ponernos a llorar a moco tendido.

Cantar Key to the highway no ha de ser fácil. Vivirla es un acto heroico. Escuchársela a Jaime Holcombe es un placer indescriptible. Nos falta saber qué sucede con ella en la garganta de Carlos Johnson.

Y mientras llega Carlos, platiquemos de un artista mucho más joven: Nicolás Martínez Marentes (Ciudad de México, 1987).

De las tantas concomitancias diarias y de sus efectos devastadores
en la defensa teórica del libre albedrío

Primera Parte


No me lo van a creer, pero acaba de sucederme una de esas combinaciones de hechos que me dejan cariacontecido, patidifuso, anonadado, meditabundo e inmensamente hiperbólico. Juzguen ustedes.

Con el propósito de no olvidarlo, escribí en mi cuaderno de notas el siguiente pensamiento, garabateado sin mucha reflexión pero con sensación de acierto y de feliz hallazgo estético:

Leer la Suite de los Manifestantes es como escuchar a Satie.

La afirmación nació de mi más reciente visita a El Pingüino Rosa, el blog donde Nicodemus Martimar, fundador y líder de la Orquesta del Iris, acaba de publicar un cuento espléndido y cautivador, cuya forma evoca eso que en música llaman suite.

Con atrevimiento y con ganas de ser el André Salmon de Nicodemus, doy al cuento el nombre de Suite de los Manifestantes, porque es una narración modular en la que se reúnen trece piezas, cada una de las cuales tiene cierta independencia y mucha vida propia, a la vez que representa un momento de la historia general.

¡Estaba yo en lo cierto cuando, hace cinco meses,
dije que había visto un pavorreal disfrazado de pingüino!


Si en El sentimiento en el estómago (13 de marzo), Martimar desarrolla la idea del abismo como un concepto espacial que parece atraerlo (es símbolo de la grandeza espiritual), ahora, en su Suite de los Manifestantes, vuelve a dividir el mundo en arriba y abajo; y mientras que sus héroes viven abajo –como ángeles caídos-, los personajes antagónicos habitan las alturas, están arriba, son pobladores del aire, son criaturas leves e insubstanciales que flotan ligeras (sus alas las mantienen en su pasmo).

Esta dicotomía se manifiesta desde la segunda sala (Sonrisas), donde Martimar escribe:

Los demás están arriba de las nubes, donde está la luz. Se pasan la vida sonriendo y volando de un lado a otro, como si supieran a dónde ir. Yo solía ser uno de ellos hasta que, cierto día, decidí detenerme. Traté de recargar mis alas en las nubes, pero fue imposible. No retomé el vuelo, me dejé caer.

¿Es desprecio o es nostalgia? Digo, porque la primera oración parece dicha –o pensada, o escrita- por un habitante de Comala (el cielo de los abismados). Recordemos el lamento de Pedro Páramo ante la ausencia de Susana San Juan:

A centenares de metros, encima de todas las nubes, más, mucho más allá de todo, están escondida tú, Susana. Escondida en la inmensidad de Dios, detrás de su Divina Providencia, donde ya no puedo alcanzarte ni verte y donde no llegan mis palabras.

Las sonrisas de la Suite son de los alados, no las de los personajes principales (Mérede Sofía, Espiegel el Ciego, Esveglio, Amilia Dértoma, Brenlo Tiérez), que se parecen más al melancólico niño Pedro Páramo, en su conciencia de la soledad y en el lugar que habitan, la noche eterna.

Continuará.
Nicodemus Martimar y Grana' Louise
(dos criaturas de Abajo)

Cuando las Piedras hablan...

Va esta entrega dedicada a Luis David Contreras.
Gracias, Luis, por recordarme mis propias palabras
y, así, devolverme la memoria.


Al adherirme a la carta de Carlos Monsiváis, Rolando Cordera, Adolfo Sánchez Rebolledo y Jenaro Villamil, recibí mensajes de aceptación y de acuerdo. Hasta llamadas por teléfono tuve, para decirme que aplaudían mi adhesión.

Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas

Ahora, leo a una de mis más grandes heroínas, reconsidero mi adhesión anterior (sin dejar de sentir un gran aprecio por Monsi, Rolando, Adolfo y Jenaro, así como por aquellos amigos que respiraron aliviados al pensar que los marcianos me habían devuelto al mundo de los cuerdos) y me adhiero a la indignación de una gran mujer, doña Rosario Ibarra de Piedra, que ha estado ahí, en la calle, mucho antes que la mayoría de nosotros; y ha estado ahí por razones que van más allá de su digna, dignísima maternidad. Vaya la publicación y mi adhesión a su carta como un homenaje a una de las grandes mujeres de mi país y de mi tiempo. Estoy orgulloso de ser su contemporáneo.

A todos los inconformes con el plantón.


¡Qué barbaridad! A los señores empresarios no les da vergüenza decir que "cifran pérdidas en $435 millones por el primer día del plantón" (La Jornada, martes 1º de agosto).

¿Habrán pensado estos señores y todos los demás caballeros "vehiculares" (por llamarlos de alguna manera) las "pérdidas" de los miles de mexicanos pobres que cruzan la frontera norte del país, en busca de empleo, muchos de los cuales "cifran" la pérdida de sus vidas?

¿Se habrán imaginado siquiera la desesperación de los millones de indígenas que han luchado por justicia desde hace más de 500 años y sólo pueden "cifrar" represión, abandono y miseria en sus vidas?

¿Pensarán unos minutos cuando menos en los miles de desempleados que han convertido al país en un enorme tianguis, porque no encuentran otro modo de ganarse la vida? ¿Adivinarán en cuánto "cifran" su ganancia del día?


Los señores empresarios que se quejan del bloqueo, ellos tan buenos para "cifrar"... ¿querrán algún día "cifrar" las cantidades de niños que mueren por desnutrición, de la gente que muere de enfermedades curables, de los pobres viejos que quizá podrían vivir un poco más en mejores condiciones, cuántos serán?

¿Imaginarán las muertes del 2 de octubre del 68, del 10 de junio del 71; de ferrocarrileros, de maestros, de los asesinados en Acteal, en El Charco, en Aguas Blancas, en El Bosque, en Atenco, de los triquis y los mixes en Oaxaca, de cientos de campesinos en Guerrero y en Puebla...?

¿Se acordarán de la "cifra" de los mineros muertos en Pasta de Conchos? ¿Habrán "cifrado" las injusticias cometidas contra los pobres en todo el país?


¿Habrán pensado estos señores en nosotros, familiares de los desaparecidos políticos?

¿Podrán "cifrar" el dolor que durante tantos años hemos sufrido por la falta de justicia?

No, creo que no, por eso les decimos que para la mayoría de los mexicanos, la justicia está secuestrada, la tienen desaparecida como a nuestros familiares, por eso, nos atrevemos a decirles a los trabajadores que se quejan del plantón y del bloqueo que hagan un pequeño sacrificio por todos los que durante tanto tiempo hemos sufrido injusticia.

Les pedimos que se pongan de nuestro lado, porque bien vale la pena el sacrificio que por corto tiempo harán, para poder ganar la democracia y no seguir viviendo en la hipocresía de un gobierno como el actual.


Comité ¡Eureka!, Rosario Ibarra y Agustín Aguilar Tagle

Nota: El Comité ¡Eureka!, fundado en 1977 para luchar por los derechos de los desaparecidos, perseguidos y presos políticos, recibe su nombre de la expresión de alegría de Arquímedes, quien –después de resolver en su cabeza un conocido problema de física- salió desnudo a las calles de Siracusa para gritar ¡Eureka, Eureka!, que significa ¡Lo encontré, lo encontré!

Jesús Piedra Ibarra, hijo de doña Rosario, desapareció el 18 de abril de 1975. Estaba acusado de pertenecer a la Liga 23 de septiembre.



martes, agosto 01, 2006

Sonríe, ya nos odian.


DEMOCRACIA YA, REFORMA PARA TODOS.

Transcribo la carta a la que me adhiero.

Estimado Andrés Manuel López Obrador:

El plantón emprendido por la coalición Por el Bien de Todos, declarado por usted, es una protesta justa, pero no puede ni debe convertirse en un agravio para la ciudad de México al transformarse en un bloqueo de vialidades públicas y afectar a tantos. El bloqueo, no el plantón, es un hecho de insensibilidad profunda que lastima una causa que es de muchísimos. ¿Cómo se puede presionar a los poderosos con algo que en primera y última instancia perjudica a las clases populares? ¿Cuál es la lógica de estos campamentos sobre el arroyo vehicular que provocan tanta indignación?

Como dice muy bien el editorial de La Jornada, "esta forma de lucha sería inobjetable y legítima si la presencia de los manifestantes se limitara a aceras, camellones y áreas no vehiculares, y no impidieran el libre tránsito a los ciudadanos. Pero la colocación de los campamentos en las vialidades constituye, además de un error político que dará munición a los críticos del movimiento y les enajenará voluntades y simpatías ciudadanas, un atropello a los derechos de terceros que deben ser tutelados y garantizados por el gobierno capitalino".

Si no quieren desvirtuarse, las causas legítimas y legales no deben imponerse sobre una ciudad y sus habitantes, y es injusto lastimar primero a los capitalinos, y sus autoridades, y dejar para más tarde la confrontación con los responsables de ese magno fraude que se inició con el desafuero. No le hallamos sentido a esta agresión deliberada a los derechos de trabajadores, automovilistas, pasajeros y choferes de autobuses y taxis. No vemos de qué modo se avanza en la justicia electoral si en el camino se ofende sin razón a una sociedad. No se puede reducir un movimiento nacional a un problema grave de vialidad. No se puede dejar en segundo plano la marcha más grande de la historia de la ciudad de México.

Insistimos: el plantón no es la afrenta, sino el estrangulamiento de calles y avenidas.

Atentamente:

Rolando Cordera, Carlos Monsiváis, Adolfo Sánchez Rebolledo, Jenaro Villamil y Agustín Aguilar Tagle.