jueves, junio 26, 2008

Machy Madco en el New Orleans


Fue el miércoles 19 septiembre de 2007 cuando conocí a Machy Madco y a María Mordoj, su compañera, poeta ella y productora de espectáculos. Llegaron a Ruta 61, acompañados de Ángel DMayo (guitarrista argentino) y Javier Corona (baterista mexicano). Esa tarde también llegó al bar el excelente bajista de Chicago Charles Mack, para ensayar con Vieja Estación su espectáculo.

Nueve meses más tarde, llega a mi buzón la feliz noticia de que Machy se presenta en el New Orleans, acompañado de Carmen Gómez (voz), Diego Bascur (teclados) y el espléndido baterista Fernando Alcalde, nuestro querido Foca. Dos mexicanos y dos argentinos reunidos para, sin duda, ofrecernos un espectáculo de música exquisita: temas propios e interpretaciones de Hancock, Miles Davis y Stevie Wonder, entre otros.

Transcribo aquí lo que en noviembre del año pasado publiqué sobre Machy:

Músico impecable, soberano del ritmo y la armonía, con un profundo conocimiento del valor de los silencios y de la pausa repentina, Madco es un músico que de veras sabe timonear, es decir, no es un bajista que se esconde y cubre las apariencias con simples marcas de tiempo, sino alguien que, con la pericia de los sabios, asume el compromiso de llevar a la banda de una orilla a la otra, sin grietas, sin naufragios, sin hacer agua, y aun se da tiempo de recrearse en la melodía, esa bendita conciencia plástica de la música.

No hay pierde el sábado: Elisa Andrea y yo vamos a realizar una gira de locura.

Comenzaremos, a las cuatro de la tarde, en el Che Gaucho de los Hermanos Brontese, en la calle de Aguascalientes, a unos pasos de Insurgentes (una pechuga a la napolitana, para que el bife de chorizo descanse de nosotros); luego, a eso de las ocho, una visita al Groove, para saludar a Manuel Sekkel e Ignacio Espósito, a Ariel (el chef), a Erika (la mesera de cabecera), a Ray (el barman) y a quien se aparezca por el número 9 de Citlaltépetl (entre Ámsterdam y Ozuluama). A las diez de la noche estaremos llegando puntuales al número 1600 de Avenida Revolución, en San Ángel, donde está el New Orleans, para gozar del cuarteto de Machy Madco (ahí podríamos cenar algo sencillo, si es que los meseros del lugar –decadentes, apolillados, malencarados, groseros- no me quitan el apetito). Al final, saludamos a María, a Machy y al Foca, agradecemos el ungüento de su música y corremos de nuevo a La Condesa para escuchar a Pangea o a Claudia de la Concha y Un Perro Andablues, la banda que cierre la noche en Ruta 61 (Baja California 281, entre Nuevo León y Culiacán, a dos cuadras del metro Chilpancingo).

Y a ver cómo le hace Elisa Andrea para llevar a su abuelo a misa a las ocho y media del domingo. Digo, porque dudo que pueda yo levantarme (podría negociar con ella: déjame levantarme a las nueve y media... y te invito a desayunar carnitas en el mercado).

sábado, junio 21, 2008

¡Salva un libro!

Esta entrega, gemelo precioso, va dedicada a ti y a tu eternidad, que hoy cumple seis meses.

Mi amigo Raúl Bretón acaba de darme la noticia: la Secretaría de Cultura del GDF y el Auditorio Nacional organizan, a través de la Coordinación del Programa de Fomento a la Lectura Para leer en Libertad, la Segunda Venta de Bodega de Libros de Remate.

Compra un libro para que siga existiendo, en lugar de que tenga que ser destruido.

¿Destruido? ¡Sí, destruido!

Pasa que la industria editorial tiene sus bodegas llenas de libros que han pasado por venta, rebajas y saldos, y el problema es que no tiene cómo deshacerse de ellos: tiene prohibida la donación, a menos que pague un impuesto por hacerlo.

A la industria editorial no sólo le cuesta el almacenamiento de dichos libros, sino que además tiene que pagar un dinero por activos fiscales. Por tal motivo, algunas editoriales se ven en la necesidad, a veces, de triturarlos.

Tampoco hay que poner el grito en el cielo, no seamos fetichistas: es papel y tinta, no es un ornitorrinco al que hay que proteger de los cazadores furtivos. Flaco favor hacen al libro quienes lo vuelven objeto de culto y lo coleccionan con la misma fruición de quien acumula timbres postales o vacas de porcelana.

Sin embargo, es un hecho que vivimos tiempos donde el libro experimenta una paradoja social: aún es cosa venerada y prenda bien vista; pero, de manera simultánea, es no-leído (hay una sutil diferencia semántica entre no es leído y es no-leído), no es vivido; y esa no-lectura, esa no vivencia se convierte en el más triste y amargo de los desprecios.

Si Ray Bradbury imagina, en Farenheit 451 (1953), un mundo donde se persigue a los pocos lectores y los libros son quemados, cincuentaicinco años después de esa truculenta fantasía nos encontramos en un mundo real donde libros y lectores son prácticamente ignorados.


Prohibido fumar,
y de preferencia favor de no leer.


Si los fumadores ya fuimos convertidos en leprosos, los lectores vivimos desde hace mucho tiempo la condición de raros que deben esconder sus inclinaciones. Y no es que nos corran de los parques y de los establecimientos públicos, sino que nos lanzan lo que Lewis Carroll llamaría el involuntario sotlusni, es decir, el insulto al revés, la ironía que no se reconoce a sí misma:

-¡Ay! Tú eres muy culto, ¿verdad? ¿Y has leído todos los libros que tienes aquí?

Traducida a su verdad íntima, la pregunta anterior busca corroborar la sospecha de quien la pronuncia: que el lector pertenece muy probablemente a una tarica que busca el nafs, la marifa y la jaquica a través de la revelación coránica (no importa lo que ello signifique, para el no lector el sí lector es miembro de una secta esotérica).

Aunque los temores de algunos van más allá del misterio: para quien considera al libro como chinicuil con guacamole (algo que quién sabe si me atreva a masticar), la lectura de los clásicos es considerada un tipo de depravación sexual, acaso la que más se evidencia contra natura. Y puedo demostrar mi afirmación mediante un experimento...

Siéntate, lector, entre televidentes que siguen la transmisión del enfrentamiento balompédico entre Holanda y Rusia; sírvete, como ellos, una cerveza fría, y apenas Pavlyuchenko venza a Edwin Van der Sar e introduzca el esférico en la portería de los holandeses, unos segundos después de que tus compañeros hayan perdido el aliento por celebrar el gol, pregunta casi desde la pedantería, que tan bien te sale:

-¿No les recuerda este momento el sensacional pasaje de Flaubert en que Emma Bovary estalla de gozo en la carroza y besa un crucifijo para convertir su orgasmo en explosión hirviente, apenas el amante se mete en ella?

-¿Qué? ¿Eh?

-¡Que somos el esperma de León Dupuis! Es decir, así imagino a la pareja en la carroza, húmedos de alegría y de placer, y entre las piernas de Emma un derrame de gritos por el gol de León Pavlyuchenco.

-Se llama Roman Anatolevich...

-Pero es León dentro de Emma...

-¡Es un pinche partido de fútbol, no mames!

En resumen, utilizar los libros como códigos del entusiasmo es tan outside como encender un cigarro en Ruta 61: hazlo, y todos te mirarán indignados y con cara de fuchi, y José Luis-el diligente capitán del bar- te pedirá que apagues el Cilindro de Belcebú o que hagas el favor de retirarte.

Se me ocurre aquí una deliciosa mezcla de actos vergonzosos. ¿El título?


Natalia Ruiz Ochoterena
y Deprisa Bordonaro Pardavé
retozan con Bugalú Peniche


La escena sucede a las 4:23 de la tarde, en una casa abandonada de la colonia Portales: huele a humedad, la duela crujiente del piso ha perdido su esmalte, y las raídas cortinas de terciopelo verde no detienen los haces de luz vespertina, hilos de mantequilla que atraviesan el salón principal como tímidos rayos láser en la noche de un museo.

Natalia y Deprisa han decidido hacer de Bugalú Peniche su juguete (él ríe y canta quedo: su muñeca, eso soy, la que tienen arrastrándose a sus pies; su juguete, sí señor, su juguete cuando juegan al amor; su muñeca, nada más, la que usan y que tiran y ya está).

-Cállate, susurra tiránica Deprisa.

Natalia lo besa con parsimonia, y lo encuera lentamente, sin apremio, en cámara lenta, como si desprendiera vestigios de tela de un cuerpo lacerado.

-¿Te toco o te tiento?, dice entre dientes la prima de Bacilio, y Bugalú deletrea sílabas en el borde del gozo que lo ahoga:

-¡Muérdeme quedito, pero con ganas!

Mientras, Deprisa –con su camiseta Rimbros como único atavío- se sienta en Bugalú (en su pecho de vellos canos) y lo ata a las patas de la mesa. Una y otra, calipigias inevitables de piel apiñonada, rozan con sus tetas suficientes la piel palpitante de Peniche. Y cuando Natalia comprueba con manos, boca y ojos la alegría del Amor Erguido, usa el obelisco palpitante de atril caliente, recarga en él La Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa y lee de la novela morisca el pasaje en que Abindarráez confiesa a Jarifa que debe regresar a prisión.

¿Por qué, cómo, cuándo, dónde?

En un mundo que desprecia los libros, en un mundo que los condena a la extinción, creo que salvar uno de ellos es un gesto de civilización ante la barbarie del entorno.

La Secretaría de Cultura del GDF, para evitar esta práctica tan terrible, ha decidido hacer una gran venta de bodega para poner los libros a precio de remate.

Veámonos todos en el Auditorio Nacional, entre el martes 24 y el domingo 29 de junio (todos esos días, entre las 11 de la mañana y las 7 de la noche). Hagamos de esto un carnaval erótico. Porque el buen libro es el mejor juguete sexual.

Créditos de fotografía

Foto 1. Agustín Aguilar Rodríguez (1962)
Foto 2. Marco Martínez, quien me permitió trabajarla un poquito en Photoshop (2008)
Foto 3. Rafael Martínez Herrera (2008), scanner.
Foto 4. Información pendiente

jueves, junio 19, 2008

In Memoriam

Lilián Cisneros
(1969-2008)

Ruta 61 y El Blues de la Estufa Divina
se unen a la pena de nuestro amigo Jorge Escalante
por la pérdida de su amada esposa.


Personalmente, Jorge,
te mando un abrazo lleno de cariño.



miércoles, junio 11, 2008

Si ves llover, no te hinques...

Refúgiate en Ruta 61,
al calor del blues.
Remoja antes tu garganta en el Groove

Elisa Andrea cruza Avenida Ámsterdam,
cierta noche de Groove/Ruta 61.


Soy un caso perdido de incongruencia ideológica, y asumo feliz mi papel social de proletario sin futuro pero con ínfulas de burgués hedónico. Busco un lugar apacible para esconderme de los perros de Bodega Aurrerá, que ladran para que pague ya mi deuda de Compra Fácil, y decido comer en El Palacio de Hierro. Digo, no es Pujol ni Le Bouchon, pero eso me tiene totalmente sin cuidado: aquí se come rico y barato.

Escribo el borrador de esta entrega a sobre una mesa del Restaurante Gourmet de la tienda de Polanco (creo que así se llama), entre una crema de queso al chipotle, unos tacos Puerto Vallarta y Fusilli al Pesto. Para su viaje a mis intestinos, elijo un un vino que sepa guiarlos sin contratiempos y sin que me esquilme mis Puntos Palacio: un León de Tarapacá Cabernet Sauvignon del 2004.

Los meseros del sitio me tratan con excesiva amabilidad (por mi mal vestir, han de pensar que soy un hombre sencillo que prefiere esconder su fortuna).

-¿Todo bien, don Agustín?
-Sí, muchas gracias. Al rato se me va a antojar un exprés cortado. Pero sabe qué: le pido que de una vez se lleve de mi mesa La Jornada. Ya terminé de leerla, y la gente comienza a mirarme con asco.
-¡Ah, qué don Agustín tan ocurrente! A sus órdenes, señor.

Mientras como, permíteme, lector totalmente indignado, mezclar el calendario de la semana de Ruta 61 con la transcripción de notas que cargo desde hace tiempo y que ya quiero tirar al bote de la basura, junto con el citatorio de la Secretaría de Hacienda, que también me anda buscando para que pague un castigo de setecientos pesos por no haber hecho a tiempo mi declaración de impuestos del año pasado (en ceros, carajo... o casi; ya no me acuerdo: era Gerardo María quien me llevaba mis asuntos financieros).

I. JAM SESSION con la Ruta 61 Blues Band. Es probable que leas esto a media tarde del miércoles 11 de junio, que es hoy. A ver si es chicle y pega:
Ésta puede ser tu gran noche. Si tocas blues, súbete al escenario y demuestra tu talento. Déjate acompañar por músicos talentosos dispuestos a seguirte y concentrarse en ti. Como todos los miércoles, hoy no hay cover.


II. El hombre de cera

Qué cosa más rara volví a soñar (porque la primera edición de este sueño se transmitió hace ya varias semanas, y volvió a ocurrir antenoche): soy un detective privado. Con el propósito de recabar información acerca de un crimen, me doy una vuelta por la oficina del jefe de la policía, quien al momento de mi visita se encuentra acompañado por un hombre misterioso, ligeramente pasado de peso, barbado, con lentes de alta graduación y cubierto con una gabardina color crema. El hombre no me inspira confianza, y me pongo a la defensiva al ver que su mirada penetrante termina hipnotizando al anfitrión (y lo hace para controlar su voluntad).

Los tres personajes nos levantamos y salimos de la estación de policía. El edificio es idéntico al Capitolio de La Habana: puedo ver, incluso, al mirar hacia abajo, a los transeúntes que deambulan por una avenida semejante a la calle Prado. Pero no es La Habana ni es la calle Prado, y no son cubanos quienes caminan por ahí. Es otra ciudad.

Súbitamente, el hombre barbado se lanza hacia mí e intenta colocar sus manos alrededor de mi cuello; pero logro liberarme, y lo empujo con tal fuerza que el tipo trastabilla y cae por las escaleras del Capitolio. Mientras, el jefe de la policía despierta del estado de sugestión, me toma del brazo, agradecido, y me revela la identidad del bellaco…

-Es el Hombre de Cera…

Y, sí, no me cabe duda de que se trata de el Hombre de Cera, porque en su caída se rompe la crisma, descubriendo su interior: nada. El Hombre de Cera es hueco.

III. Blues y Sombra. Jueves 12 de junio. Cover: 60 pesos. La verdad, no he escuchado a este grupo. Sólo conozco un video que aparece en YouTube, donde Blues y Sombra invita a Claudine de la Coquille a cantar. Pero en el número 36 del boletín de Ruta 61 (The Little Red Rooster) escribí algo que no me compromete: Asistir a una tocada de Blues y Sombra es atravesar una experiencia de algo intenso y crudo. Dispuesta a entregarse completo en cada presentación, la banda hace honor a su nombre: su manera de entender el blues es asombrosa.

IV. Stockhausen III (Volvamos a Parménides de Elea)

Nota: Stockhausen II está en la entrega del 23 de marzo de 2008.

Leer a este presocrático es muy sencillo. Entenderlo, quién sabe. Su doctrina se base en la afirmación del ser y el rechazo del devenir (el cambio). Diría don Parménides:

-A mí que no me vengan con multiplicidades del ser. Yo soy uno solo, no varios. Y si esto es cierto, entonces el devenir es nada, una ilusión. Porque si yo aceptara que hay cambios, tendría que admitir que yo ya no soy el que fui… o que hay varios Parménides. Sea como sea, esto es un disparate. No hay devenir, porque soy uno.

Pero hay más: en Sobre la naturaleza, el poema filosófico en hexámetros de Parménides, el filósofo afirma que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio, y con ello formula la Ley de Impenetrabilidad. Juguemos con esa idea...

Digamos que el espacio parménico es mi mente, y los cuerpos a los que se refiere el griego son los objetos elegidos (Piazzola y Turgueniev).

El propósito sería el mismo de Pavic: separar la percepción auditiva de los pensamientos, y dejar entonces que la música entre a uno sin posibilidades de significación, es decir, de alteración de la pureza de los sonidos. La energía racional se irá hacia otro lado, hacia el libro. El libro servirá de pararrayos.

Ya. Ha pasado un poquito más de una hora. El disco termina con Last tango for Astor, la única pieza del disco que no pertenece a Piazzola. En cuanto a Padres e hijos, avancé poco, naturalmente: llegué al momento en que nos enteramos cómo Nikolai Petrovich Kirsanov conoció a segunda esposa, la jovencísima Fiedosia Nikolaievna (Fienichka).

Pero no. La experiencia me incomodó. Así no se puede. No disfruté ni a Piazzola ni a Turgueniev. Concluyo, entonces, mi paráfrasis de Parménides: dos cuerpos estéticos no pueden ocupar el mismo espacio mental, al menos en mi caso. Puedo leer Padres e hijos en el Metro (porque soy capaz de ignorar el entorno), pero para la música que me gusta me es indispensable la concentración de los sentidos, aquella concentración que me ubica espiritualmente sobre el sendero que conduce a la experiencia de lo divino (la contemplatio del cristianismo medieval).

V. Un Perro Andablues y Las Señoritas de Aviñón. Viernes 13 de junio. Cover: 60 pesos.

Claudia de la Concha y Un Perro Andablues
nos devuelven la oportunidad de soñar. Músicos de verdad se reúnen en torno a la voz apasionada e impetuosa de una mujer extraordinaria. Las Señoritas de Aviñón, por su parte, son una banda exquisita que devuelve al presente la realidad mítica del blues a través de la interpretación y de la creación misma.

VI. Stockhausen III. La depresión creadora

En mayo de 1968, Stockhausen recibió una carta de Mary Bauermeister, su pareja de entonces, donde ella le avisaba que había decidido abandonarlo. Karlheinz ya esperaba esa decisión, pero la confirmación escrita fue devastadora, y el compositor cayó en una profunda depresión: se aisló, estuvo siete días sin comer y escribió quince textos cortos (los cuales modificaron radicalmente su música).

Hay mucha improvisación en Aus den sieben tagen. Se trata, sin embargo, de una improvisación elaborada, si vale la paradoja: las referencias culturales van más allá de la simple intención musical: Stockhausen llama a esto música intuitiva, y en ella cada intérprete tiene libertad absoluta, apenas acotada por un texto indicativo.

Hay que advertir que las indicaciones de Stockhausen no son muy cómodas: Richtige Dauern, por ejemplo, parte del siguiente texto:

Interpreta un sonido, por el tiempo necesario, hasta que sientas que debes parar. Interpreta otro sonido, y sigue así (…). Cada vez que toques o te detengas, sigue escuchando a los otros…!

Seguiremos con
Stockhausen en otro entrega.

VII. Vieja Estación toca a Vieja Estación. Sábado 14 de junio. Cover: 60 pesos

¿Qué tiene Vieja Estación que nos ha devuelto el gusto por el rock and roll? ¡Pues eso, precisamente, rock and roll!

Este próximo sábado, la mejor banda de rocanrol de la ciudad ocupará el escenario de Ruta 61 para mostrarnos sus canciones… y algo más: aquellas que aparecen en sus dos discos editados (Vieja Estación y Todo perro tiene su día), y las que quedarán registradas en su próximo producción discográfica.

miércoles, junio 04, 2008

La Semana en Ruta 61

JAM SESSION
con la Ruta 61 Blues Band
Miércoles 4 de junio

Ésta puede ser tu gran noche. Si tocas blues, súbete al escenario y demuestra tu talento. Déjate acompañar por músicos talentosos dispuestos a seguirte y concentrarse en ti.

Desde Claudia, con amor…
Jueves 5 de junio

Claudia de la Concha y Un Perro Andablues nos devuelven la oportunidad de soñar. Músicos de verdad se reúnen en torno a la voz apasionada e impetuosa de una mujer extraordinaria.

Esta banda ha encontrado suficientes motivos para la confluencia de sueños vueltos música, convergencia cuyo propósito se centra en una nueva lectura de la realidad, una lectura decodificada en sonidos, ritmos, armonías, melodías, gemidos.

Ven y sé testigo de una voz que está creciendo, madurando, tomando forma, cobrando un estilo. Bien dice el canto de sus seguidores: ¡Clau… día a día te pones mejor!

¡Vuelve nuestro clásico de clásicos!
Viernes 6 de junio

Las Señoritas de Aviñón, una banda exquisita que devuelve al presente la realidad mítica del blues a través de la interpretación y de la creación misma.

Vieja Estación, banda de rocanrol capaz de tocar el blues como el Diablo manda, llena el bar con música de las vísceras, música tejida con frases que salen del pozo más profundo del alma. Con el blues de esta banda mexicano-argentina, nos miramos al borde de un carretera abandonada y mascullamos su verso apotegma: cambio los zapatos, pero no cambio el camino.

El único error que podría cometerse esta noche es el de no estar presente.

La Dalia Negra y Sammy Boy
Sábado 7 de junio


La Dalia Negra es la banda liderada por el talentoso Daniel Osornio Reséndiz, músico de sonrisa permanente que nos lleva desde Red House, de Jimi Hendrix, hasta los más exquisitos bocados de Elmore James. Con La Dalia Negra, el sábado significa satisfacción garantizada.

Asistir a una tocada de Sammy Boy es vivir una experiencia de algo intenso y crudo. Dispuesto a entregarse completo en cada presentación, Sammy es un espectáculo en sí mismo, parecido al Metro Tacubaya en horas pico.

martes, junio 03, 2008

In memoriam

Poco a poco, el siglo XX se va...
Dos gigantes se despiden

Sydney Pollack
(1935-2008)

Bo Diddley
(1928-2008)