domingo, octubre 15, 2006

Los Misterios de Rosa

Los Misterios de Rosa
27 de noviembre de 1987
Hotel de México
Laboratorio de Teatro y Taller de Autoayuda Sarita Montiel

Por cortesía de Gerardo Aguilar Sámano, presentamos aquí un cuarto video de Mamá-Z. La canción trata sobre una mujer que encuentra el punto de equilibrio y la conciliación entre la mística y la erótica:

Rosa reza el rosario, mientras suda sus sueños de amor;
dice que tiene fiebre, mas es otro su calor.
Lleva quién sabe cuántas noches sin poder dejar de pensar
que, por aquello que andaba pensando, Dios la va a castigar.

Va de bolita en bolita, suspirando por el más allá,
y al llegar a los Misterios Gozosos… una mano cambia de lugar.
Reza Padre Nuestro con ganas, arrebato de alma singular:
sueña con Cristo en la cama, en que Dios la va a consolar.

Misterio de amor, Rosa ruega a Dios que venga hasta acá, acá está su altar.
Si Dios es amor, ¿qué espera a bajar? ¡Sagrado Corazón, acá está tu Altar!

Deja la luz toda la noche, esperando una Santa Señal.
Deja su cuerpo tendido, y el rosario toca su altar.

La letra anterior pueden encontrarla también dentro del blog de Gerardo Aguilar Tagle, gemelo diabólico y leyenda viva del rocanrol. Al principio de su entrega, Gerardo incluye un curioso documento de la época: la cantidad registrada ahí podría hacer pensar que nos estábamos forrando de lana. No es así: recordemos que más tarde perderíamos tres ceros.

Debo aclarar, por otro lado, que lo que parece desafinación de la orquesta... no es tal.

La pieza fue compuesta a la luz y bajo el criterio 共用危険 (Riesgo Compartido), filosofía japonesa fundada por Ryunosuke Akutagawa -aunque nunca ejercida por él mismo- que propone dejar al azar la coordinación de los músicos para sentir así el vértigo del ser en cuanto ser puesto al borde de un acantilado existencial y apenas asido a la más delgada rama de un cerezo en flor.

Esta filosofía oriental, combinada con rompimientos brechtianos de la escena, libera al público -siempre dispuesto a la veneración del artista- de cualquier ignominia, y le permite ver a Rosa y a Dios, personajes protagónicos de la historia, sin distraerse con refinamientos burgueses, tipo ¡Oye, qué bien tocan estos muchachos!

Y que conste: siempre pudimos haberlo hecho peor.

Volvamos ahora a la reflexión acerca del tiempo.

¿Cuándo terminó el pasado y cuándo comienza el presente?
¿A qué horas comenzaremos a vivir el futuro?
Segunda parte

Aunque la única realidad real es el presente, los seres humanos creamos cultura al atrapar en signos los tiempos idos y los tiempos por venir.

El presente es eterno, es cierto, nos avasalla; es un pasillo interminable cuyas paredes casi se tocan: es tan angosto, que casi siempre lo andamos de perfil. Es tan poderosa su presencia, que hemos llegado a venerarlo, a considerarlo más valioso que la vida misma. Muchos, incluso, han encontrado en él a Dios mismo.

¡Vive el presente!, nos grita el anuncio de refrescos en la televisión y el más reciente libro de autoayuda. Y así, quedamos contentos, en la inmovilidad, en la idiotez del que contempla un atardecer y encuentra en eso el sentido de la vida. Detenidos en un lapso, nos ahorramos tormentas interiores y preguntas incómodas.

Para los fieles y amantes del presente, pasado y futuro son ilusiones, invenciones de la mente. Luego entonces, no hay culpas que redimir ni revoluciones que asumir. Lo que ayer sucedió no existe... y tampoco existe lo que sucederá mañana.

Sin embargo, construimos nuestro pensamiento y nuestras ideas del mundo con base en esas inexistencias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido Agus, entiendo la crítica a la enajenación del presente, capaz de generar el hedonismo más chabacano. Pero pienso también en la enajenación por el futuro, hecho de miedo, promotor de la mezquindad o por el pasado, suspiro eterno y de aroma conservador. Quizá sea cuestión de buscar el equilibrio.

Abrazo.

Mamá-Z dijo...

Totalmente de acuerdo, Ícaro, totalmente de acuerdo. Déjame repensar las cosas, porque acabas de moverme el tapete.

tlacuiloco dijo...

Es cierto, siempre pudimos haberlo hecho peor, solo falto tiempo.