martes, abril 22, 2008

Iván Lombardo y root@linux


Sin permiso pero con aviso, transcribo a continuación el texto escrito por Édgar Félix en memoria de su amigo y socio Iván Lombardo, y lo ilustro con algunas fotografías halladas en mi desordenado mundo digital. Pero antes de hacerlo, aprovecho este párrafo y los dos siguientes para comentar sobre un descubrimiento que me sorprende: Iván fue amigo de Roberto Vallarino, poeta fallecido hace seis años.

En los sesenta, Roberto vivía con su madre en la colonia Roma, en la calle de Puebla, casi frente a La Sagrada Familia y a media cuadra del Centro Asturiano. Su casa pertenecía a una docena de construcciones porfirianas con las que se formaba una apacible privada y cuyo patio central fue nuestro campo de tochito y de fútbol soccer. Jugábamos todos, nos rompíamos los pantalones todos, nos raspábamos todos, gritábamos todos, sudábamos todos, excepto dos personas harto diferentes y harto semejantes: Guillermo Tovar de Teresa y Roberto Vallarino. El primero, con sus pantalones de tela fina y sus pesados bostonianos, entretenido en tomar el sol y en silbar pasajes de música barroca; el segundo, dentro de su casa, al fondo de la privada, encerrado en su dormitorio, que era la auténtica recámara psicodélica de los sesenta: ambientada con luz negra, aromatizada con cristales de mirra y decorada con los mejores pósters de la época. ¿La música? Todo Their Satanies Majesties Request, todo Blues from Laurel Canyon y todo el disco blanco de los Beatles, por decir lo menos (su colección de elepés importados era la envidia de sus amigos y conocidos). Dos o tres veces habré entrado al cuarto de Roberto (aunque teníamos la misma edad, él siempre se vio mucho más grande).

Ahora que me entero de la amistad entre Roberto e Iván (no sé si intensa, no sé si profunda), pienso en el segundo y lo veo como la figura en la que confluyen dos caracteres, dos maneras de ser de quienes nos formamos a mediados del siglo pasado, dos modus hodiernus cohabitantes, el de Vallarino y el de Tovar de Teresa, la perfecta mezcla, el equilibrio humano que toma las virtudes de uno y de otro: hambre de conocimiento, pasión por la música, encanto y deseo ante el avant garde, excitación por la vida, amor a la poesía, necesidad de belleza. Y como dichas virtudes (virtus, empresa, esfuerzo) nos explican y nos definen a casi todos, la muerte de Iván se vuelve, para propios y extraños, en un episodio más de una muerte larga y pausada: la muerte de ayer, la muerte de un siglo, la muerte de un espíritu.

Vayamos ahora a las palabras de Édgar Félix.

Iván Lombardo Huerta murió este miércoles 16 de abril a las 4 de la tarde de un infarto fulminante. Él estaba elaborando el diseño editorial de root@linux. Vamos a hacer la mejor revista, de eso debes estar seguro, me dijo en las últimas veces que nos vimos. Le creí, a quien en vida fue un diseñador editorial excepcional.

Ha sido muy rápido. Este viernes nos reuniríamos para ver algunos avances*. Habíamos platicado las formas de diagramación, el tipo y estilo de fotos, del software libre, de la comunidad GNU/Linux, el reportaje principal, colaboraciones, de Scribus, de Inkscape, me había mostrado una carpeta donde tenía la mayor parte de su trabajo: decenas de libros, folletos, carteles, espectaculares, arte; sus sueños hechos realidad. Durante sus últimos años trabajó en el Instituto Mora, donde lo conocí.

No es fácil buscar a un diseñador editorial con experiencia y un gran currículum que quiera incursionar con herramientas desconocidas para él. A pesar de sus 43 años le gustaba moverse en arenas movedizas con el buen humor que le caracterizaba y esa excepcional mirada periférica que le ayudaba a comprender rápido el entorno y las intenciones de sus interlocutores. No se le escapaba detalle. -¿Quieres un socio solidario al proyecto de root@linux? Lo vas a tener, me dijo a mitad de una conversación sobre el software libre. La búsqueda había terminado.

Me sorprendió la última vez que hablamos. Del otro lado del auricular escuché a un Iván que me decía: Actualicé Linux y me desapareció la pantallita inicial. No puedo entrar. Era un asunto del arrancador grub. Aprendía con rapidez. Me bastó decirle que editaríamos el archivo de grub, le dicté el código para que pudiera entrar al reiniciar. Y listo. Me comentó que Scribus era una super herramienta y que estaba maravillado con Inkscape. Hasta ahí. Quedamos de hablar para ver avances este jueves o viernes. Fue la última vez que hablamos.

Ivan Lombardo deja a su esposa y a su pequeña hija, Miranda. Los tres estuvieron en la fiesta de Jimena, mi hija, en los primeros días de marzo pasado. Allí coincidimos para levantar root@linux, para usar herramientas libres, para adentrarse en la sociedad del código abierto, en la colaboración humana. Su asistente me dijo que Iván estaba muy entusiasmado con el proyecto. Estaba emocionado. Por alguna razón recordé cuando me dijo que él era compulsivo para aprender, para involucrarse totalmente en lo que emprendía y hacía. Si no -me dijo-, sino soy así, sería la muerte… hay que estar activos.

Ivan Lombardo nos deja, a quienes lo conocimos, la gratitud de la amistad y su buen humor. Una taza, siempre, de buen café, mezclada de conversaciones inteligentes, entre el grupo de blues Las Señoritas de Aviñón al que pertenecía y las situación política del país, en ese mundo de colores, espacios, de los erregebés y cemeicás, de vectores, en los que -como lo dijo- yo soy un diseñador chapeado a la antigüita que se renueva todos los días. Nos deja, también, la idea del arte en cada espacio de la vida.

Hoy jueves, por la tarde sus restos serán cremados**. Descanse en paz.

*El autor se refiere al viernes 18 de abril de 2008.
**El autor se refiere al jueves 17 de abril de 2008.



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