viernes, mayo 19, 2006

¡Bienvenida, Grana’ Louise!

¡Por fin llegó a la Ciudad de México
la portentosa y fenomenal Grana’ Louise!


El miércoles pasado, a puerta cerrada y con el propósito de montar su repertorio, la cantante y compositora de Chicago se reunió con los músicos que habrán de acompañarla durante su estancia en la ciudad (Ignacio Espósito, en la batería; Mauro Bonamico, en el bajo; Octavio Herrero y Santiago Espósito, en las guitarras).

Al otro día, comenzó el espectáculo, es decir, anoche. Sigue hoy, en Casa Talavera y en Ruta 61; y termina mañana, en el Hoochie Coochie Bar, segundo nombre del sueño hecho realidad por el talento, la inteligencia y el trabajo de Eduardo Serrano.

En Chicago, Grana’ lleva una vida muy activa dentro los mejores bares de blues de esa ciudad: el Blue Chicago, el Buddy Guy’s Legends, el Andy’s Jazz Club, el Shaw’s Crab House (en su Oyster Bar), el Redfish, el Koko Taylor’s Celebrity, el Kingston Mines… Y apenas hace un mes esta mujer milagrosa estuvo en Islandia, donde participó en el Blúsfélag Reykjavikur (el festival de blues de Reyjavik), con Deitra Farr y Zora Young.

Ahora, está con nosotros.
Quienes tuvimos la fortuna de asistir anoche a Ruta 61, fuimos testigos de lo que el blues puede hacer a nuestros corazones cuando lo interpreta una banda de excelentes músicos y una voz llena de gracia, una voz llena de Dios, bendita entre todas las voces y bendito el fruto glorioso de su alma.

Si, anoche, una cámara fantástica hubiera fotografiado los hilos invisibles que unían nuestras sustancias interiores (no sé cómo llamar a eso que vibra ante la belleza, ante el amor y ante la conjetura de lo eterno), ahora mismo estaría mostrando aquí el rostro de Dios. ¡Pero el alma colectiva es invisible, sólo se percibe, sólo se reconoce, sólo se entiende cuando uno está en ella!
Pero hubo, me consta, efectos y retroalimentaciones.

Tanta fue la energía y la belleza desplegadas durante dos horas por Grana’ Louise y su banda, que el público contagió su emoción a la misma cantante: apenas terminaba Summertime y se destejían los aplausos emocionados, cuando un sollozo de niña sustituyó al aullido de mujer y, entonces, quedamos todos con la ternura estrujada, al grado que eso terminó en ovación de pie, aplausos que era la súplica del amor: ¡Déjanos, abrazarte, mujer divina, déjanos abrazarte!

En ese momento, Ezequiel Espósito (guitarrista y voz principal de Vieja Estación) se descubrió el brazo izquierdo para enseñarme su carne de gallina. Ambos teníamos un nudo en nuestras gargantas y agüita en los ojos.

Casi al final, Grana’ invitó a Claudia Ostos a subirse al escenario y cantar con ella Sweet Home Chicago. ¡Entonces, rayamos en la locura! Dos voces milenarias, seguras de sí mismas, reales, absolutamente ciertas, nadaron en el mar de blues que la banda creó para mayor gloria de la música.

No me cabe duda: la noche de ayer será recordada en la historia de la ciudad como...
La Noche de Grana’ Louise.

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