lunes, enero 19, 2009

Florilegio de alborotos X

Mi único tema es lo que ya no está
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
José Emilio Pacheco / Contraelegía



Lo fugitivo permanece VI


El viernes 4 de mayo de 2006, durante el exquisito recital del quinteto Vieja Estación, tuve el honor de escuchar desde mi palco itinerante a Ezequiel Gustavo Espósito Criscuolo, autor, entre otras joyas, de 61 Poemas Borrachos, cuya música compuso al alimón con uno de sus dos hermanos, el guitarrista Santiago Espósito Criscuolo, para su ya clásico álbum Todo perro tiene su día. Esa misma noche, después de la música, nuestro amigo Fernando Lara cocinó para los desvelados y en mesa comunista un platillo que él llama Reliquias. Ahora, un año y ocho meses y medio más tarde, es decir, el sábado 17 de enero de 2008, la misma orquesta nos deleitó con el estrenó de dos nuevas piezas: Brillando para mí y Esta noche. En la segunda percibí delicadas evocaciones de Wayne Shorter e incluso autocitas o traslados (un poco del rocanrol de You´re wrong). Creo que el fenómeno de contagio entre piezas propias y ajenas es signo inequívoco del refinamiento y la agudeza alcanzados por la banda argentina. Sea como sea, el hecho de escuchar a Vieja Estación durante cuatro años seguidos me permite afirmar que he sido testigos directo y privilegiado del florecimiento y desarrollo de la mejor banda de rocanrol de la ciudad, una banda capaz incluso de explorar hoy nuevos campos de expresión.

Estamblues

Hace ya tiempo que mi amiga Maricarmen González Tavira terminó de leer Estambul, de Ohmar Pamuk. Maricarmen me preguntó que si yo también había llegado a la última página del libro. Le dije que no, porque desde entonces y hasta ahora la vida se me ha complicado. Sin embargo, ambos quedamos alegremente sorprendidos cuando descubrimos que estábamos con los ojos y el placer sobre las mismas páginas, las cuales contienen una exquisita y anti turística biografía de la tristeza, esa tristeza que Pamuk percibe en su ciudad natal, en sus habitantes y en su propia persona, nostalgia otomana muy cercana a la que en la Ciudad de México vivimos los nacidos antes de los sesenta (perdimos las calles, las glorietas, los tranvías, las colonias, la gente; hoy vivimos en una ciudad que no reconocemos, entre gente a la que no podemos ver como nuestra).

El libro de
Pamuk pudo haberse llamado Estamblues, como la bella novela de Haruki Murakami, Tokio Blues, cuyo título original es Norwegian Wood (claro, en japonés).

Chuck Berry Fields Forever II

En mayo de 1955, el joven Check Berry viajó a Chicago para hacer una prueba en los Estudios Chess (fue Muddy Waters quien recomendó al joven de 29 años con Leonard Chess). La intención original de Berry era mostrar su repertorio de blues, pero Chess se interesó más por algo que empezó a tocar, una simple tonadita campirana (lo que entonces llamaban, un poco despectivamente, hillbilly music)…

-¿Qué es lo que estás tocando, Chuck? -Este… se llama Ida Red. -Vamos a hacer una cosa, muchacho: el 21 de este mismo mes vienes y grabamos eso. Pero cámbiale el título, suena muy hillbilly… -Se me ocurre Maybellene… -Bueno, ahora suena a marca de cosméticos, pero está mejor.

Johnny Johnson al piano, Jerome Green (de la banda de Bo Diddley) en las maracas, Jasper Thomas en la batería y Willie Dixon en el bajo.

Dieciséis años después de que Chuck Berry grabara en Chess Records Sweet Little Sixteen, pudimos escucharlo en persona, en el Teatro del Ferrocarrilero. La fecha exacta: sábado 27 de julio de 1974.

A propósito, acabo de ver Cadillac Records, de Darnell Martin. Fue un querido amigo quien me hizo una copia de su propia copia pirata, y si acepté hacer una tregua dentro de mi guerra personal contra la piratería fue porque... porque me ganaron las ganas. En el pecado llevé la penitencia: el subtitulaje hace de la película una historia críptica y algo peor que un simple galimatías. Después de cada escena, Elisa y yo nos volteábamos a ver...

-¿Entendiste por qué está enojado Muddy Waters?
-Creo que porque Leonard Chess le confesó que está enamorado de Little Walter.

-¡No me digas! ¿Pero no fue porque Etta James admitió frente a Willie Dixon que sus vestidos entallados se los diseñó Chuck Berry?

-Tal vez. Pero el que está más enojado es Howlin Woolf... ¿Ves que le llevó flores a Leonard y a los pocos minutos ya estaban discutiendo de... antisemitismo?
-¿De eso discutían? Yo creí que no se ponían de acuerdo en ver quién se lanzaba por el Jack Daniels.

Un Lugar de la Mancha

Fui a comer a un lugar que no me gusta, a gastar dinero que no tengo, entre gente a la que no soporto (bueno, esto último no es difícil). Me refiero a Un Lugar de la Mancha, restaurante frecuentado por los no lectores de Cervantes, que son los sí lectores de Paolo Cohelo.

Se trata de un restaurante con dizque librería, ambientado para que los guanabíes refuercen en su alma-desesperada-de-ser la sensación de bonanza, refinamiento y cultura que tan felices los hace. Al buscar mesa en la pequeña terraza, mi mirada se cruzó con la de una mujer de mediana edad, guapa en su estilo y vestida con refinada y elegante discreción. Nos quedamos viendo mutuamente durante un larguísimo femtosegundo (milbillonésima parte de un segundo). ¿Nos conocemos? ¡Ay, no vaya a ser una antigua alumna! Si ya me reconoció, no tarda en brincar y dar de gritos de amor y alegría hacia su querido profesor de preparatoria. ¿Una mujer de mediana edad puede ser una antigua alumna? ¡Sí! Hoy, las mujeres que alguna vez me gustaron se parecen cada vez más a las amigas de mi madre, y las mujeres que ahora me gustan me ven con la ternura y la confianza con la que se miraba a S.S. Juan XXIII a principios de los sesenta.

Hice un esfuerzo por reconocer a esa misteriosa mujer: era doña Martha Sahagún.

Muertes estúpidas

En absoluto estado de ebriedad, un hombre de apenas 36 años intenta entrar a un bar. Los vigilantes ya lo conocen: es un vagabundo, pobre diablo, sólo viene a molestar y a robar las propinas. El hombre insiste en pasar, pero uno de los custodios del lugar lo golpea salvajemente. Pocos días después, el hombre muere en el hospital. Es Jaco Pastorius (1951-1987), a quien he estado escuchando atentamente desde hace varias semanas.

Hejira

Escribo estás líneas mientras por mis audífonos sale la bellísima voz de Joni Mitchel, que canta Coyote en el álbum que recoge el legendario concierto The Last Waltz, de 1979. La hermosa canción que nos entrega Joni pertenece a Hejira, de 1976. Quien toca el bajo en ese álbum es Jaco Pastorius.

Televisión

Hace uno o dos años, el canal 22 transmitió Aurélien, miniserie de 2003 dirigida por Arnaud Sélignac, basada en la novela que Louis Aragon publicó en 1945. En dicha serie, la gran cantante alemana Ute Lemper hace el papel de Rose Melrose, cuya conducta amatoria la convierte en la mala de la película: su chocante cinismo nos hace odiarla, y vemos en ella a todas las mujeres que disfrutan del sexo fuera de nuestra jurisdicción (es decir, todas). Durante la serie, uno se entera de las andanzas de este súcubo, de esta sabandija, de esta lamia retorcida: casada con el doctor Dr. Decoeur, Rose se vuelve amante de Edmond Barbentane, el igualmente cínico primo de Aurélien Leurtillois, uno de los dos personajes principales –el otro es Berenice, representada por Roman Bohringer, cuya belleza real ha sido en esta ocasión velada por los requerimientos de la historia: ella debe aparecer como una mujer no agraciada físicamente). La historia transcurre en los años veinte, y el art decó luce gracias a la iluminación elegida por Sélignac y su fotógrafo (Michel Mandero): algo semejante al Mélo de Alain Resnai (1986), aunque in tantos claroscuros, acaso por tratarse de algo hecho para televisión.

Louis Aragon

Leer a los surrealistas en la adolescencia es leerlos mal. Antes de los 18 se lee como se vive: sin orden, sin mapas, sin hilos conductores. Para colmo de torpezas, algunos nunca abandonamos ese sistema de conocimiento, que Jules Laforgue acaso aplaudiría:

-¡Método, método! ¿Qué deseas de mí? Sabes bien que he probado la fruta de la inconsciencia.

En 1887, Laforgue enferma de tuberculosis y fallece a los 27 años. Menciono el hecho para advertir que no se trata de un viejo cansado del rigor que exige el trabajo intelectual, sino de un joven simbolista irritado por el rigor de la realidad.

Quiero decir, pues, que muchos cometimos el error de leer a los surrealistas sin un mapa histórico y biográfico que nos permitiera distinguir entre la iglesia ortodoxa de Breton y la actividad menos rígida de poetas como Louis Aragon, quien ciertamente es un maestro del surrealismo… pero no hay que olvidar su estancia en el realismo socialista y sus descansos en todos sentidos con novelas como Auréliene.

4 comentarios:

Victor Castillo dijo...

Agus:

Buenísimo el texto. Y mira que sostener la mirada con M. Sahagún, aunque sea por un femtosegundo, no debe ser cosa fácil.

Por otra parte, a mí me encanta escuchar a Pastorius, y no sabía sobre esa estúpida muerte; caray, cómo no le pasa eso a Elba Esther, por ejemplo.

Suerte y abrazos.

Mamá-Z dijo...

No, no, Víctor, no deseemos la muerte a nadie, ni siquiera a Toño Esquinca, Pedro Ferriz de Con o Javier Alatorre. Ese tipo de reptiles son puestos por Dios en esta vida para forjar nuestro espíritu y fortalecer nuestra jobiana paciencia.

Colibrí dijo...

¿¿¿¿¿reconociste en doña Martha Sahagún a una mujer de mediana edad??????

si su colmillo la delata como Diente de Sable!!!

Mamá-Z dijo...

¿Pues qué edad podrá tener la señora? Oye, Judtih, aprovechando: mandé mensaje a Norma Ávalos, pero no he tenido respuesta. Trataré de ser menos impaciente.