miércoles, enero 07, 2009

A veces, la noche nos da música.

Octavio Herrero y Santiago Espósito

El pasado fin de semana estuve en Ruta 61. El viernes 2 tocó Vieja Estación, y aún tengo en los oídos el dulce aroma de dos interpretaciones luminosas: Footprints (Wayne Shorter) e In memory of Elizabeth Reed (Dickey Betts). Por su parte, Las Señoritas de Aviñón dieron el sábado 3 cátedra de refinamiento e intensidad con Sólo soy yo (Octavio Herrero), Blue Bossa (Joe Henderson) y una nueva manera de hacer Blue Suade Shoes (Carl Perkins) -si me apuran, me olvido de Elvis y me quedo con esta nueva versión-.

Hay gente que se asombra de mi fanatismo por estas dos bandas, y adjudica mi entusiasmo a la amistad que mantengo con cada uno de sus miembros: descalifican a priori mis comentarios. Entonces, ya que soy de poco fiar, no me queda más que invitarlos a vivir personalmente la experiencia estética frente a ambos grupos, esa experiencia puramente musical que ocurre cuando uno u otro están de vena. Porque hemos de aceptar que, a veces, no ocurre la magia, sea porque el público no ayuda, sea porque el ánimo interno de los conjuntos no está dispuesto. Sin embargo, tanto con Las Señoritas como con Vieja Estación las noches desalmadas (sin alma) son harto raras.

Nota Bene: Los verbos de Las Señoritas de Aviñón deben conjugarse en singular (Las Señoritas dio un gran concierto...), porque se trata de un sustantivo singular (es el nombre de una unidad musical). Pero no puedo hacerlo, algo me lo impide. Ofrezco disculpas a la banda.

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