martes, enero 15, 2008

Huellas de Gerardo

Ilustro esta entrega con la serie Deseos,
de Gerardo María Aguilar Tagle.


Del Evangelio según Juan Carlos
por Juan Carlos Aguilar Tagle

Poca actividad durante esta semana, hermano. Supongo que estarás preparando los acordes precisos y preciosos para este viernes. Bueno, mientras tú te has estado alistando, yo he extrañado cada día más a Lalo. No sé si soy de efecto retardado y si apenas vengo reparando en que con cada despedida que sufrimos es también que vamos muriéndonos a cachos.

Hoy he subido un breve video al blog que recientemente inauguré. Es quizá un rincón que me he preparado yo mismo para depositar las lágrimas que me ocupan hoy en día, aunque haya nacido con la intensión de ser un homenaje a Lalo. Espero que tú, como yo, lo disfrutes. Te mando muchos besos.

Del Evangelio según Ricardo
por Ricardo Axel Márquez

Existen muchas formas en las que el recuerdo de algún conocido o familiar se instala en la memoria. Gerardo María Aguilar Tagle no fue amigo desde la infancia, ni compañero de colegio, ni de profesión. Gerardo fue una de esas amistades que extrañamente se adquieren en la adultez, cuando el mundo de las personas pareciera estar construido y delimitado; y sin embargo nos dimos la oportunidad para que ésta floreciera. La sembramos aquí, en la red.

Posterior a una noche que aprovechamos Monik y yo para marcharnos de solteros a disfrutar de nuestra presencia y de nuestra charla, y a paladear los sabores de algún restaurante de la Condesa, salimos con cuerda para la diversión, aunque sin tener definido un lugar donde parar. Camino a casa, la casualidad permitió que me desviara de la avenida Insurgentes, sobre Baja California. Entre la charla y la sonrisa de Monik, descubrimos el rótulo que anunciaba al Ruta 61. Ante mi pregunta, mi amada compañera asintió:

-¡Entremos! Finalmente lo importante es que lo descubriremos juntos…

Así que entramos al sitio, sin saber que pisábamos la misma Catedral del Blues en la Ciudad de México. La banda sonaba con una calidad pocas veces disfrutable en un bar. El nombre de la misma nos parecía de un ludísmo rayado en lo absurdo: Las Señoritas de Aviñon.

Entre copas y rolas, andaba un tipo disparando a diestra y siniestra su cámara fotográfica. Era evidente que disfrutaba el hecho de capturar imágenes de la banda y de los parroquianos, al mismo nivel que disfrutaba la música producida por la banda y el whisky con el que de vez en vez humedecía el paladar. Uno de los gestos que acompañaban su casi permanente sonrisa, me recordaba al personaje de la ancestral serie de televisión Los Locos Adams, al mismo galán Homero Adams, aquel que era seducido por las frases que en francés solía pronunciar Morticia.

Cuando la segunda banda, Vieja Estación, interpretaba alguno de los blues que más disfruto (quiero creer que era The thrill is gone), el personaje se nos acercó y, sonrisa mediante, pidió anuencia para fotografiarnos. Monik -que es una incrédula- y yo, que ya había sacrificado mi alma, seguros de que no podría capturar alma alguna, aceptamos.

-¿Dónde he visto a este tipo?, fue una pregunta que rondó nuestra mesa por el resto de la noche. Ya iniciada la mañana, salimos con todo y nuestra alegría del bar… y nos dirigimos a casa. Antes de que el sol anunciara formalmente el inicio de la mañana sabatina, creí recordar algo. Me levanté y busqué entre los casi fosilizados acetatos y vinilos de 33 revoluciones. Pero no encontré nada.

Seguimos asistiendo, casi religiosamente, al bar.

Pasaron los días, hasta que de forma causal, disfrazada de casual, encontré la página del Ruta 61, y ahí la liga al blog de El Blues de La Estufa Divina. Leí algunas líneas, y debí retirarme por asuntos meramente mundanos (entre otros, la hora de la comida).

La imagen del fotógrafo y el nombre del blog se habían estacionado en el hemisferio cerebral, justo donde inconciente y desordenadamente guardo las cosas relativas a la memoria. De súbito, recordé parte de la historia contenida en una rola, donde una calenturienta muchacha cree descubrir en el piloto de su estufa al mismísimo Espíritu, y no precisamente el de San Luis, para desilusión de Lindbergh, sino el Espíritu Santo en persona, ese que según la tradición pintó de cornudo al tal San José de Costa Rica, cubriendo la falta con el inició de la mítica virginidad mariana.

El fenómeno recordatorio también trajo el tarareo de alguna rola, donde escuchaba, como disco rayado una frase: No voy a votar, no, no, en los comicios… y algo más: voy a cambiar la tornamesa de lugar..., ignorando el inicio, el nombre y el final de la misma. Con ella, apareció la imagen de un tipo vestido de sacerdote católico cantando algunas rolas cuyas letras y ritmos no recordaba, pero que me arrojaron finalmente un nombre: Mamá-Z.

Con las horas, los recuerdos, aunque vagos aún, trajeron más nombres; Botellita de Jerez, Rockotitlán, el Hotel de México, el Altillo y muchos más. Recordé, con el paso de los días, dos cosas más: la cara de mis amigos cuando, tocadiscos de por medio, les hacía escuchar la rola antes recordada, Parir Chayotes, y les preguntaba si no la consideraban un himno al amor. Nunca lo entendieron. De hecho, sigo creyendo que se requiere de un espíritu verdaderamente lúdico y un mínimo de bagaje cultural para disfrutar los trabajos de los mamacetos.

El siguiente recuerdo recuperado fue del poseedor del 50% de mi infinito nepotismo: Ricky. La otra mitad pertenece a Axel. ¡Mis amados hijos! Una mañana dominical, Monik y yo decidimos levantarnos un poco más tarde. Escuchamos al niño (hooligan en ciernes), quien recién había aprendido a caminar. Bajó de su cama y se dirigió al librero donde colocaba mis discos, tiró algunos al suelo y divertidamente se paró sobre los discos, imitando a Nureyev.

Al levantarme y descubrir la escena, su sonrisa me mostró que Alá es dios y Mahoma su profeta. Esta divina visión evitó que me convirtiera en un moderno Herodes. Sin embargo, vislumbré las razones del hijo de Antípatro el Idumeo.

Las perdidas de tal batalla fueron numerosas y bastante dolorosas, mi Pearl Harbor resultó, entre otros discos destruidos, el de Máma-Z y el Ombligo de la Luna de Luis Pérez. Sin hacer mención de mis discos italianos.

Entre mis recuerdos, volvió el de la sonrisa del fotógrafo de Ruta 61. Sin duda, era la misma que la del santo cantante de algunos lustros atrás.

Por esos días, hice caso a Manolito Dávila y aperturé mis blogs, iniciando los comentarios en el blog de quién hasta entonces supe se llamaba Agustín Aguilar Tagle. Curiosamente, quien contestó algunos de mis comentarios fue Tlacuiloco (Gerardo María Aguilar Tagle). Así conocí su blog, e iniciamos un intercambio de comentarios.

Algunas semanas más tarde, cuando las visitas sabatinas al Ruta 61 eran parte de la diversión de fin de semana, asistí al lugar en compañía de mi hijo Rick, quien había escuchado alguna charla con mis amistades, lo que despertó su curiosidad por conocer el lugar y escuchar al guitarrista de las Señoritas de Aviñon, el señorito Octavio Herrero.

Era la primera vez que mi hijo y yo tomábamos una copa. Él me hacía algunos comentarios sobre la técnica de Octavio y las diferencias con la forma de tocar de Santiago Espósito, guitarrista de Vieja Estación. En esas disertaciones ponía toda mi atención, cuando pasó junto a nuestra mesa un tipo enmezclillado y pelo largo. Pensé en Agustín con peluca. Cuando volvió a pasar junto a nosotros le pregunté:

-¿Tú eres Tlacuiloco?

Por respuesta me obsequió una sonrisa y me ofreció la mano:

-Tú eres....

-Axel, completé la frase.

De inmediato, se dirigió a mi hijo y le contó muchas lindeces sobre mi persona. Aunque varios de los calificativos empleados para describirme me eran absolutamente desconocidos, me hizo sentirme orgulloso de la persona que describía. Adopté las flores con todo y maceta. Sonriendo remató con un ¡Cuídalo mucho!

-Ahora charlamos un poco, Axel, dijo en tanto se dirigía a su mesa.

Minutos más tarde, Maru (su esposa) y LuzE (su sobrina) conversaban con nosotros, como si nos conociéramos de mucho tiempo antes. Mi hijo estaba gratamente sorprendido, y su sorpresa aumentó cuando le dije que era la primera vez que nos estrechábamos la mano e intercambiamos saludos. Seguimos escuchando la música. El ambiente se había tornado mágico, casi inverosímil.

Debió subir Rick al sanitario (las bebidas exigían el acostumbrado tributo al mingitorio). Cuando volteé, en la mesa de junto estaba un tipo semisentado, con los codos apoyados sobre la mesa y deteniendo su cara entre las manos. Al encontrarse nuestras miradas, sonrió con esa mirada infantil y pícara que se dibuja en la cara de Jaime López. Una vez más, intercambio de sonrisas y saludos. Minutos antes, Gerardo me había anunciado que lo esperaba. Cuando terminaron de tocar los músicos de Las Señoritas de Aviñon, Octavio, que ya nos veía como parte del reciente inventario del bar, se acercó a saludarnos. En ese instante, Gerardo desde su mesa expresó:

-¡Axel sabe más de Mamá Z que tú! Evidente broma, ya que Octavio es cofundador y guitarrista de dicho grupo.

La velada continuó intensa. Cerca de las tres y media, mi hijo y yo nos despedimos, y dejamos a Gerardo con su compañera y amigos en pleno disfrute. Después nos enteraríamos que Gerardo había pulsado la guitarra para interpretar un par de rocanrroles. Lamentaríamos no habernos quedado más tiempo.

El humor nos permitió disfrutar la vida en varias ocasiones. Pero las charlas sobre temas sustantivos siempre estaban presentes, desde diversas ópticas. En los siguientes tiempos, asistimos a concentraciones políticas.

La forma de ser y los compromisos de ambos impidieron en más de una ocasión la asistencia al teatro o al cine: generalmente, cuando tengo un tiempo, llamo a mis amigos y en ese mismo instante programamos algo; Gerardo, en cambio, debido al cuidado que requiere su padre, no podía tomarse ese tipo de libertades.

Sin embargo, al finalizar la marcha en la que se decretó el plantón de Reforma, aceptó acompañarnos, con todo el grupo de Contreras (algunos de actitud y otros de apellido) a nuestra casa, la cuál siempre hemos tratado la hermosa Monik y este su charro vengador de hacerla la casa de todos.

La amistad mostró los brotes propios del cultivo. Llamadas teléfonicas, visitas con cierta frecuencia e incluso una invasión gourmet-punitiva en busca de El Perfecto Chile en Nogada a las tierras de la antigua Tlaxcala, donde David Tlacaelel Contreras y su bella familia nos recibieron como solamente ellos saben hacerlo.

En una de las visitas a casa, pidió a mi hijo Rick que le mostrara sus adelantos en la guitarra, y después de escuchar algunos acordes se volteó y me dijo:

-Quiero tocar con ellos. Me gustaría escuchar mis rolas al ritmo de los jóvenes- y se dirigió a Rick -Invítame a tus ensayos, quisiera juntar una banda, pero de chavos, y tocar en algunos sitios.

Días después, me dio un CD para que los muchachos lo escucharan. El tiempo impidió concretar el proyecto.

En julio de 2007, recibí una llamada de Gerardo. Planeamos algunas cosas, charlamos un buen rato… y cuando parecía que terminábamos la plática, me dijo que quería hacerme algunas preguntas sobre algunos cambios en su estado de salud. Me preocupó lo que me contaba, y debido a ciertos compromisos míos, prácticamente le supliqué que fuera de inmediato al consultorio de Monik, cosa que prometió hacer inmediatamente. Hablé con Monik y le informé de los antecedentes que por teléfono me había descrito Gerardo, coincidimos en que podría ser algo serio...

Fue en esas circunstancias como se inició nuestra cara amistad, misma que nos llevó a conocer a otra serie de personajes (quienes también eran atraídos por el magnetismo y la sonrisa franca de Gerardo y su Marugenia) y a andar por varios caminos, marchas llenas de esperanza, protestas donde desfogábamos nuestra frustración política y alimentabamos el deseo del cambio, charlas donde había cabida y respeto para quienes disentían o mantenían una posición de crítica. Amistad que creció al amparo del pan, el vino y la sal compartidos.

¡Tenía una forma de hacer sentir bien a la gente! A cada llamada, respondía con un Estaba pensando en ustedes, les iba a marcar ahora mismo, lo que me hizo creer en mis poderes adivinatorios.

En alguna de esas llamadas, me dijo que celebraba su cumpleaños y me expresó el deseo de ir a Tlaxcala, en pos de La Santa Nogada. Ante la imposibilidad de ir, le dije que le haría un obsequio. Tras aguantar una serie de preguntas acerca del mismo, le dije que sería algo para comer.

El día acordado debí atender algunos compromisos, así que recibí tres llamadas de él, la última informándome que saldría a la esquina, pero que no tardaría, por si yo llegaba en ese lapso. Ya por la tarde, cuando finalmente llegué a su casa, su cara se iluminó y afloró una enorme sonrisa al descubrir que el platillo que le llevaba era una ocurrencia mía, un sustituto de los chiles en nogada, calabacitas rellenas y bañadas en salsa de nogada.

El día 6 de diciembre pasado, le llamé y después del protocolo antes descrito -y ante nuestra insistencia de que visitara al médico tratante para que analizara el desarrollo de su operación-, me dijo que marcharía el sábado 9 a Acapulco.

El 13 llamé a Acapulco. Un sorprendido Jerry me contestó que su padre aún se encontraba en México. Algunos días más tarde, volví a llamarlo, ahora a su casa de México. Me anunció que esta vez sí iría a Acapulco, no sólo para visitar al doctor sino para arreglar su residencia de vuelta en el puerto.

Me explicó que el acostumbraba vivir por ciclos de más o menos tres años en cualquier lugar. Era un nómada.

El sábado 16, aunque algo tarde, decidí visitarlo. Lo encontré animado con su viaje, aunque reportó algunas molestias. Hicimos algunos comentarios sobre su régimen alimentario, tomamos café y acordamos desayunar a la mañana siguiente. Después del desayuno, viajaría a Cuernavaca, donde arreglaría algunos asuntos antes de continuar a Acapulco. Cuando me despedía, me dijo picadamente:

-Axel, cometí un pecadillo por ahí: Maru y yo festejamos nuestro aniversario, y comí pastel de chocolate; pero ya mañana se lo contaré a Monik…

A la mañana siguiente, lo llamé para anunciarle que pasaríamos por ellos; pero se excusó diciéndome que le habían ofrecido llevarlo a la terminal de autobuses y que quería aprovechar el tiempo para ordenar todo. Quedamos de festejar su regreso con una comida. Monik, que había escuchado la charla telefónica, les volvió a marcar para despedirse de ellos y desearles buen camino. Cuando habló con Gerardo, el le comentó que tenía algunas molestias digestivas, que insistió se debían al pastel.

El viernes 21, Monik me preguntó si tenía algunas noticias de Gerardo. Llamamos al teléfono celular, no obtuvimos respuesta.

El sábado 22 me levanté raramente temprano y vine al ordenador con la intención de leer algunos blogs y quizá escribir alguna cosa en los abandonados blogs míos. Lo primero que abrí fue Ruta 61 y la liga de Agustín Aguilar, dónde anunciaba la desaparición de su querido hermano.

La lectura me dejó paralizado, llamé a Monik y de igual forma se sorprendió. Nos abrazamos, sin saber que decir ni que hacer. Solamente pude llamar y expresarle a Agustín nuestra solidaridad.

Con los días sucede algo extraño: no podemos hablar en nuestra casa de Gerardo en tiempo pasado. Constantemente viene a mi mente su imagen, con esa sonrisa pícara del infante que ha hecho alguna maldad. He llegado a pensar que su desaparición es una broma, o bien que terminado su ciclo nos encontraremos en alguna marcha o en un plantón, para que al término de éste vayamos a arreglar el mundo en medio del la comunión del pan, la sal y una copa de whisky.

Por lo pronto, Gerardo, no faltes el 18 de enero al Ruta 61. Maru, recuerda que aquí tienes a dos amigos. Recibe un saludo y un doble abrazo.

2 comentarios:

ErosGod1 dijo...

Oh Don Agustin!
Son diversas las emociones de ver uno de mis mamotretos, en realidad todo un armatoste, en este sitio que se distingue por albergar escritos realizados con la precisión y elegancia propios de quién domina el lenguaje.
A la vez que me causa prurito en la zona ésta donde se nota el crecimiento del ego, la misma picazón aparece en ésta otra, dónde aún persiste algo de vergüenza que produce pena.

Esto sin duda debe ser una "fata morgana", es decir es una "fata gerardiana"

Te dejo un cálido abrazo.

Victor Castillo dijo...

Agustín:

Hola, cómo te va, cómo estás...? Supongo que ultimando detalles para el viernes. Por allá nos veremos.

Suerte y abrazos.