domingo, abril 09, 2006

Jueves 6 de abril (segunda parte)

El viernes 31 de marzo, Lalo Serrano (dueño de Ruta 61) y Vieja Estación aparecieron en la tele. Al martes siguiente, Tania Molina Ramírez publicó en La Jornada una entrevista con la banda. El viernes de esa semana, fue transmitida por radio la conversación que el grupo bonaerense sostuvo con un joven reportero (prometo recordar su nombre, para mencionarlo debidamente). Hoy, domingo 9 de abril, Verónica Maza Bustamante difunde a través de Milenio El arte de reivindicar a los héroes, que recoge las palabras de Ezequiel, José Luis, Santiago, Ignacio y Mauro dichas durante una reunión con la periodista, la noche del pasado lunes. ¡Y está por salir el nuevo número de La Mosca, que contiene la plática entre Hugo García Michel y los autores del mejor álbum de rocanrol que se ha hecho en México desde que esta música existe como tal!

El interés que Vieja Estación ha despertado en diversos medios de comunicación y, claro, entre los parroquianos de Ruta 61 (así como entre el público de otros sitios, como el Wicklow Irish Pub de Querétaro y el Festival de Blues de Aguascalientes, por ejemplo), no se debe a una casualidad sino a la siembra constante y esforzada de música hecha con talento, honestidad y amor.

De algo no me cabe duda: más pronto que tarde, Vieja Estación contará con el reconocimiento general de quienes están hartos de consumir gato, cuando lo que desean es comer liebre, la liebre auténtica que sabe a historia.

¿Recuerdan, muchachos, cuando escuchar rock significaba una declaración de principios, tanto estéticos como morales?

Hoy, las cosas han cambiado, al menos en mi caso. Los héroes de mi adolescencia (John Lennon, Keith Richards, Ray Davies y Pete Townshend) ya no dictan sobre mi conciencia; ni siquiera tomo muy en serio sus mensajes, más que para entender el espíritu de una época. A ninguno de ellos lo considero modelo a seguir ni lo confundo con pensadores profundos. Y, sin embargo, su música conserva en mi vida presente un valor inconmensurable: Plastic Ono Band, el primer disco de Lennon como solista (descarto como tales Toronto 69, Life with the lions, Wedding Album y Two Virgins) es una obra maestra, y también lo son Exile on Main Street, Imagine, Sticky Fingers, Lola vs. Powerman, Arthur, Preservation, Soap Opera, Low Budget, One for the road, Tommy, Who's Next, Quadrophenia y Who are you. Puedo vivir cada uno de estos discos -de preferencia en la pacífica soledad- con el mismo placer con el que leo un buen libro, veo una gran película, bebo un whisky caro, escucho a Miles Davis o cometo un pecado inconfesable (casi siempre relacionado con el sexto mandamiento de los judíos -Éxodo 20, 14- y con las palabras sobre el asunto que Nuestro Señor Jesucristo pronunció en alguna parte del Sermón de la Montaña -Mateo 5, 27-28).

Es en ese terreno (el de la música sin adjetivos, el del placer estético en sí y para sí) desde donde ofrezco una garantía: al escuchar a Vieja Estación -en vivo o en Todo perro tiene su día (aunque también es posible adquirir ahora un disco paralelo: Blanco y Negro, que contiene versiones de clásicos del blues y el rock)-, no tendrás que hacerlo a escondidas ni avergonzado, sino con el mismo orgullo con el que uno salía de la tienda de discos -Hip 70 o Yoko Quadrasonic (época pre-Mix Up), después de comprar, por ejemplo, Starless and Bible Black, de King Crimson; The Psychomodo, de Steve Harley; Wired, de Jeff Beck... y The Last Puff, de Spooky Tooth.

¿Por qué menciono discos maravillosos y entrañables que, aparentemente, nada tienen que ver con Vieja Estación? Porque quiero dejar claro un punto: Todo perro tiene su día es un disco hecho y pensado -como los álbumes citados- para quienes buscan música y no un producto urdido a la medida de la temporada. Por eso, esta joya del rocanrol logrará atravesar el tiempo y volverse inmortal. Estoy absolutamente convencido.

Termino esta entrega con las palabras que Marie acaba de enviarme, desde Playa del Carmen, porque creo que resumen el encantamiento que en muchos ha generado la música de Vieja Estación:

Hoy, a las 5:30 de la mañana, me fui a pescar. Un botecito, tres pescadores, algunas varas, una red... y yo (¡y muchas lombrices!). Quise cantar, a esas horas, flotando, 61 poemas borrachos. Pero los pescadores no me dejaron cantar. Dicen que tan temprano, si cantas, los peces se confunden. No me entienden, no entienden que, si cantas algo de Vieja Estación, puede pasarte cualquier cosa, menos confundirte.

¡Vuelve pronto, Marie!

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